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La Fundación Cartier de París dedica una retrospectiva a Fernell Franco, un fotógrafo sensible a la injusticia social que maduró en la burbujeante Cali de los setenta

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Fotografía de la serie Billares, 1985, de Fernell Franco, que se expone en la muestra 'Cali Clair-obscur' en la Fundación Cartier de París.
Fotografía de la serie Billares, 1985, de Fernell Franco, que se expone en la muestra 'Cali Clair-obscur' en la Fundación Cartier de París. Fernell Franco

Arquitectura, salsa, memoria, escasez y fotografía se dan citan en la Fundación Cartier de París, espléndido edificio proyectado por Jean Nouvel y museo amable con el arte de los márgenes. La exposición Cali Clair-obscur (hasta el 5 de junio) es la primera retrospectiva que se le dedica en Europa a Fernell Franco (1942-2006), figura mayor de la fotografía latinoamericana.

Natural de Versalles, pequeño pueblo del Valle del Cauca, la “época de la violencia” (iniciada tras el Bogotazo, entre 1948 y 1958) obligó a su familia a emigrar a la ciudad. Pasó su adolescencia en Cali, donde se formó trabajando como mensajero de un laboratorio de fotografía, en sus desplazamientos al puerto de Buenaventura –esa entrada del Pacífico donde se mezclaban marineros gringos, fiestas y canciones de Celia Cruz– y colándose en el cine para empaparse de películas mexicanas de Buñuel y, sobre todo, de neorrealismo italiano, cuya franqueza educó su encuadre. Autodidacta, la calle y las urgencias fueron su escuela. Quizás por eso fue un fotógrafo sensible a la injusticia social. Maduró en la burbujeante Cali de los años setenta, donde convivió con talentosos jóvenes como los cineastas Luis Ospina o Carlos Mayolo, culpables de rarezas de culto como Oiga vea o Agarrando pueblo, y el escritor Andrés Caicedo, autor de la novela ¡Que viva la música!, cuyo espíritu, entre la dicha y los excesos, tan bien se acopla a esta exposición.

Los comisarios han concentrado fotografías de las series más intensas y personales de Fernell Franco, como Prostitutas, Amarrados, Billares, Pacífico o Demoliciones. Algunas se ambientan con salsa: ritmos de Piper Pimienta, Héctor Lavoe o Ray Barretto. El claro de la música y lo oscuro de las imágenes recrean un ambiente que enfrenta la sordidez y la luminosidad. Las ropas tendidas, las bicicletas como extensión de la persona, los edificios derruidos, los paisajes portuarios, la soledad de los billares, el color popular fueron blanco de la Leica de Fernell Franco.

Me reúno en París con Leanne Sacramone, comisaria asociada de la exposición. “Me fascinó Amarrados, por su expresividad y porque en ella pelean la vida y la muerte, la luz y la sombra, los desplazamientos por la violencia de entonces, allí, y de ahora, aquí”, dice. “Y lo mismo ocurre con Demoliciones, porque a través de la pérdida de nuestra historia arquitectónica, Franco equipara la violencia entre los hombres con la violencia contra los edificios”. Al respecto, Franco solía decir: “La muerte está en todas partes. Por eso la vida hay que vivirla con arte; el arte ayuda a respirar mejor”.

La inestabilidad, las alteraciones de la ciudad, el misterio, fueron debilidades de Franco: fotógrafo del deterioro (de Cali) contra el deterioro (de Latinoamérica) y conservador de la memoria arquitectónica. Nunca pudo vivir de su arte, sino de la publicidad, del marketing y de varias publicaciones. Por eso resulta curioso, y estimulante, que un edificio tan arraigado en el tejido urbano, y a la vez tan preciso con las estructuras, las transparencias y en su relación con la naturaleza como este de Nouvel, patrocinado por un icono del lujo, albergue un manojo de muros corroídos por el tiempo y tanta ausencia de ostentación.

Acudo a la comisaria colombiana de la exposición, María Wills, que destaca “la mirada poética de la decadencia y de la violencia, tratadas por Fernell como metáforas, con técnicas y procesos formales. Él rompe las fotos, las deja sin fijar, trabaja collages, las interviene con tintas y aerógrafos. Sus procesos desacralizan la fotografía objetiva documental para ser fotografía plástica en toda su potencia”.

El también fotógrafo Óscar Muñoz recrea en la instalación El principio de la empatía el ambiente del trabajo cotidiano de Franco. En el documental dirigido por Óscar Campo y María Clara Borrero que complementa la visita, él mismo lo deja claro: “Para mí, fotografiar es escribir con luz”.

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Sobre la firma

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Es autor de las novelas 'Los Baldrich', 'La estación perdida', 'Los buenos amigos' o 'Jauja' y del libro de viajes 'París'. Su obra narrativa ha obtenido varios premios. Es profesor en la Universidad Sciences Po de París. Como periodista fue Premio Pica d´Estat 2011. Colabora en El Ojo Crítico de RNE y en EL PAÍS. 'Verso suelto' es su última novela

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