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Tribuna
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La Agencia Estatal de Investigación: ¿Son galgos o podencos?

El Comité Científico y Técnico, su presidente electo y el futuro director de la Agencia son las piezas claves que pueden hacer que las cosas funcionen para mejorar el sistema y la financiación competitiva de la I+D

En los últimos días algunas voces y opiniones se lamentan de la desacertada aprobación del Real Decreto de creación de la Agencia Estatal de Investigación (AEI) (BOE de 28 de Noviembre de 2015), critican al Gobierno por ello y proponen su liquidación, en vez de su desarrollo y consolidación.

No voy a defender al Gobierno, ni a éste que, tras prometer la creación de la AEI ha cumplido en el tiempo de descuento, ni a los anteriores que, desde 2004, lo venían prometiendo. Los gobiernos suelen ganarse las críticas a pulso, pero con frecuencia desde la función pública académica se opina y se escribe cosas que no dejan en buen lugar a la propia comunidad científica. Quizás deberíamos hacer una autocrítica sobre qué hemos hecho mal los investigadores para que los políticos no hayan cumplido estas promesas a lo largo de los años.

Mi enfoque es otro: se trata de pensar qué podemos hacer con una Agencia que permiten abrir una puerta que estaba cerrada. Si me permiten la metáfora futbolística, ¿hubiera sido razonable que, tras marcar Iniesta en gol en minuto 116 del partido, se hubiera comenzado a decir -en ese momento y antes de terminar el partido- que así no se ganan los partidos?

Desde 2004 al menos (véase la hemeroteca EL PAIS) hubo secretarios de Estado y ministros que anunciaban el compromiso y la inminente creación de una Agencia de Financiación de la I+D que, ya en 2010, se notificó “a coste cero”. Éramos una anomalía en Europa (ya casi no quedan países con la gestión directa de la financiación competitiva de la I+D desde las propias estructuras ministeriales); así pues, bienvenida la normalización, más vale tarde que nunca.

Quizás deberíamos hacer una autocrítica sobre qué hemos hecho mal los investigadores para que los políticos no hayan cumplido estas promesas a lo largo de los años"

En estos días se han dicho también algunas cosas, tales como que el diseño de la AEI no se atiene a las “necesidades de la ciencia“, que no “resuelve los grandes problemas”, etc. No se puede discrepar de estas obviedades. Sin embargo, disiento de aquellos que, bien acomodados, dicen que resolver los “grandes problemas de la ciencia en España” depende de los cambios administrativos. La ciencia, cuando se ha consolidado y desarrollado en este país, lo ha hecho en los intersticios de la administración pública; con el impulso de los científicos. La ciencia ha avanzado cuando había instituciones aparentemente frágiles desde la perspectiva administrativa (por ejemplo, la Secretaria General del Plan Nacional de I+D, la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva ANEP, etcétera.) y ha sufrido –voy a recordarlo- cuando alguien se ha sentado en el Consejo de Ministros en nombre de la misma (entre 2000 y 2004 con el Ministerio de Ciencia y Tecnología y, entre 2008 y 2011, con el Ministerio de Ciencia e Innovación). ¿Alguien diría que los años gloriosos de la política científica se corresponden con las “aventuras ministeriales”?

Todos (al menos los estudiosos de las políticas públicas) sabemos que nada alimenta más la burocratización que las crisis económicas y los escándalos vinculados a la corrupción política. El efecto es simple: aumenta el control, la burocracia y la centralización de la gestión. Así pues, más vale que nos acostumbremos a convivir o a “conllevarnos” con la burocracia y la gestión (los menos pesada posible, claro), hasta que el entorno se sanee.

La burocracia se transforma

Alguien ha escrito de la recién creada Agencia que es “el mismo perro …”. Quizá describa crudamente la reorganización administrativa que hay detrás, pero lo cierto es que en políticas públicas hay una ley fundamental: la burocracia (que si se crea) no se destruye, solo se transforma. Lo más importante, para mí el símil canino denota la típica actitud nacional que se resume en la fábula de las liebres: “¿son galgos o podencos?”.

Volver a fracasar con la oportunidad que la puesta en marcha de la Agencia ofrece sería muy dañino para la credibilidad de la ciencia ante los políticos y los ciudadanos y para el sistema de I+D"

Se puede, y debe, criticar al gobierno por aprobar tarde la creación de la agencia. La Ley de Agencias (Ley 28/2006) la puso en marcha el PSOE y prometió aplicar a este modelo de la financiación de la I+D. Hay que darse la enhorabuena de que la Agencia Estatal de Investigación ya esté aprobada, pero la Ley de Agencias como norma no da para más. Se podría haber creado como fundación pública, o transformar la existente FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología), para cumplir la misión. Se podría haber seguido así el modelo alemán de la DFG o el portugués de FCT, existente desde 1997, pero dado que nuestra cultura administrativa está más cerca de la francesa, el modelo aprobado está más cerca de la ANR francesa; ¡qué le vamos a hacer!.

Volver a fracasar con la oportunidad que la puesta en marcha de la Agencia ofrece sería muy dañino para la credibilidad de la ciencia ante los políticos y los ciudadanos y para el sistema de I+D. Creo que lo más importante es pensar qué se puede hacer con estos mimbres.

El R.D. de creación de la Agencia permite a los actores (y espero que no a los partidos políticos o a la parte de la comunidad científica que viene disfrutando de la alternancia política en el las instituciones científicas) empezar a trabajar y asumir el riesgo de pilotar la puesta en marcha de la misma y conseguir que cumpla las expectativas. La crítica sobre que la AEI se debe constituir a coste cero está vacía; no han aumentado los costes administrativos con su creación, pero nada impide que en el Parlamento, la nueva Ley de Presupuestos de 2017 le aumente los fondos disponibles o que, para demostrar el apoyo que todos los partidos otorgan a la I+D en la campaña electoral, se dote a la AEI de un crédito extraordinario bajo la Ley de Presupuestos de 2016.

Permítaseme que dé algunas opiniones y consejos, para que intentemos sacar adelante el proyecto de la mano de quienes lo deben pilotar: La comunidad científica.

1. No a la politización de la Agencia Estatal de la Investigación en la campaña electoral. Por favor, ahórrense promesas de cierre a cambio de nuevas promesas de un mundo mejor. El único compromiso que hay que pedir a los partidos políticos es no interferir, no politizar y que se comprometan a guardar y proteger la independencia y autonomía de la Agencia (algo que no está predeterminado en la norma y que hay que consolidar en la práctica). También espero que los partidos no caigan en el error de las cuotas; solo hay que ver los problemas que eso ha dado en sitios como RTVE.

Disiento de aquellos que, bien acomodados, dicen que resolver los “grandes problemas de la ciencia en España” depende de los cambios administrativos"

2. Para la comunidad científica enfadada (con razón). No se trata de volver a la romper un tablero del juego, que ya puede empezar a jugarse. Estamos en la casilla cero; antes no había partida que jugar. El desafío para la comunidad científica está encima de la mesa. El Comité Científico y Técnico (12 miembros), el Presidente electo entre ellos, y el futuro director de la Agencia son las piezas claves que pueden hacer que las cosas funcionen (dentro de las reglas de las AGE) para mejorar el sistema y la financiación competitiva de la I+D. La elección y designación de científicos de trayectoria intachable y de personas de gran visión y competencia organizativa es decisiva. El European Research Council (ERC) es parte de la burocracia de la Comisión Europea, sin embargo las reglas y los procedimientos, y las estructuras internas, los establece el Consejo Científico del ERC. Podemos incluso recordar que la legendaria ANEP no ha sido más que una subdirección general de un ministerio y, sin embargo, fue capaz de dotar de credibilidad y garantías al proceso de evaluación por pares de los proyectos de investigación, despertar confianza y hacerse una reputación.

3. Hay que cumplir los plazos. En los sesenta días previstos por la norma, arrancar la institución y que, en la primera Reunión del Consejo Rector, se proceda al nombramiento y designación consensuado o pactado con los actores clave del sistema español de I+D del Consejo Científico y Técnico; que este se constituya inmediatamente, elija a su Presidente y se pongan a trabajar y que procedan a identificar al mejor director de la Agencia posible. Conviene reducir el periodo de interinidad de la Dirección actual de la agencia para que la previsible complejidad que la aritmética electoral puede crear en la formación de un nuevo gobierno, no consolide como definitiva una situación provisional que perpetúe las prácticas administrativas y organizativas que han estado vigentes en estos años, y que la constitución de la AEI debe transformar. En este momento fundacional es preciso que el énfasis esté en lo científico (los fines) más que el administrativo (los medios).

No caigamos en querer alcanzar la Luna, porque el país, en la situación que está y con los actores que tiene, no va a llegar. No perdamos el tiempo en debatir sobre si son “galgos o podencos” porque corremos el riesgo (otra vez) de fracasar. Trabajemos en mejorar lo que es mejorable, sin llamar a la revolución (no porque no hubiera sido deseable una); hay mucho margen de mejora, a la vista de la mala calidad de nuestras instituciones y la, manifiestamente mejorable, competencia y profesionalidad de algunos de los actores del sistema.

Luis Sanz Menéndez es profesor de investigación del CSIC y Presidente del Comité de Política Científica y Tecnológica de OCDE, aunque estas opiniones no comprometen, ni son responsabilidad, ni del CSIC, ni de la OCDE.

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