La belleza está en los ojos de quien la contempla
Un experimento con gemelos muestra que los gustos faciales no tienen nada que ver con la genética
Se dice que Google ha acabado con las discusiones de taberna, pero esto no es exacto. ¿Es más guapo Pablo Iglesias o Pedro Sánchez? ¿Jude Law o Benedict Cumberbatch? ¿Keira Knightley o Emma Watson? Aquí empezamos a patinar, ¿no es cierto?, porque eso no se puede zanjar buscando en Google. Sobre la fealdad puede haber cierto consenso, pero la belleza es a menudo una cualidad volátil y equívoca como la brisa de octubre. Un experimento confirma ahora que la belleza está en los ojos de quien la contempla. Y los detalles son bien interesantes.
Por ejemplo, las diferencias de gusto sobre la belleza de los demás no tienen nada que ver con la genética, sino que son el resultado de las experiencias pasadas de cada individuo, que son tan irrepetibles como cualquier otro producto de la historia. Esto es más curioso de lo que parece, porque la habilidad para reconocer caras también difiere mucho entre personas, y en este caso sí que se debe a la genética.
Dicho lo cual, es preciso aclarar un matiz importante. La belleza incluye aspectos tan generales –como el gusto por la simetría, o por los rasgos de la juventud y la salud— que sí vienen influidos por los genes. Son las diferencias más sutiles las que no lo están, como al elegir entre dos caras guapas. Aquí no se trata de elegir entre Paul Newman y Quasimodo, sino de algo más parecido a los ejemplos del primer párrafo. No seamos groseros, que así no hay forma de mantener una buena discusión durante toda la tarde-noche.
Los psicólogos Laura Germine, del Hospital General de Massachusetts y la Universidad de Harvard, y Jeremy Wilmer, del Wellesley College, ambos en Massachusetts, han alcanzado estas conclusiones analizando las preferencias faciales de más de 35.000 voluntarios a través de su web www.TestMyBrain.org, donde cualquier lector puede participar en una variedad de proyectos si lo desea. Utilizaron ese análisis masivo para diseñar una prueba muy eficaz, y después la usaron sobre 547 parejas de gemelos y 214 parejas de mellizos del mismo sexo. Todos ellos evaluaron la belleza de 200 caras. Presentan los resultados en la revista Current Biology.
La comparación entre gemelos (todos los genes idénticos) y mellizos (que solo comparten la mitad de los genes, como cualquier par de hermanos) es un método bien rodado y muy eficaz para determinar el grado de heredabilidad de cualquier rasgo, físico o psicológico. Un hecho notable establecido por la psicología experimental en las últimas décadas es que casi cualquier característica psicológica que se pueda medir –agresividad o apaciguamiento, carácter experimentador o conservador, habilidad matemática o musical, inteligencia general o especial— muestra un peso genético cercano al 50%.
Las diferencias de gusto sobre la belleza de los demás no tienen nada que ver con la genética, sino que son el resultado de las experiencias pasadas de cada individuo
La evaluación de la belleza es, por tanto, la primera cualidad psicológica que se escapa de ese esquema. No depende de los genes, sino de la experiencia individual. “Los tipos de entornos que son importantes para este rasgo”, explica Germine, “no son los que comparten dos personas que han crecido en la misma familia, sino que son mucho más sutiles e individuales, incluyendo posiblemete cosas como las experiencias únicas y altamente personales con los amigos y los colegas, así como las redes sociales y los medios de comunicación”.
Por tanto, he aquí otra pregunta para la discusión tabernaria de esta tarde: ¿qué son los cánones de belleza, y de qué forma varían con el tiempo o la cultura? No lo busques en Google.
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