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EL PULSO
Columna
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El romántico sueño de ser librero

The Open Book ofrece un plan de vacaciones muy particular: ejercer el oficio durante una o dos semanas tras recibir el asesoramiento de expertos

La librería City Lights de San Francisco.
La librería City Lights de San Francisco.Robert Alexander (Getty Images)

Un librero es alguien que trabaja 12 horas al día, lee por la noche y nunca se enriquece”, señala Baptiste-Marrey en una de sus obras. Pocos de los que se dedican al oficio pueden negar lo que sostiene el escritor francés. Los libreros se quejan de las servidumbres de una profesión poco rentable, de su tediosa parte administrativa, pero no dejan de reconocer el halo de romanticismo que rodea a un trabajo que consiste en vender un producto único, capaz de proporcionar placer, enriquecimiento e incluso altas dosis de transformación. “Muchas personas a las que les gusta leer nos dicen que su sueño es convertirse en libreros. Nosotros lo entendemos, pero ahora soñamos con tener tiempo para leer”, comentan jocosamente Gonzalo Queipo y Alfonso Tordesillas, al frente de la madrileña Tipos Infames. A ambos les parece estupenda la idea de la escocesa The Open Book, ubicada en Wigtown, el pueblo de los libros, de ofrecer un plan de vacaciones muy particular: ejercer como libreros durante una o dos semanas tras recibir el necesario asesoramiento de expertos.

Por 30 euros la noche, los interesados pueden alojarse en un apartamento situado en lo alto del local, con ordenador a su disposición, acceso a Internet y una bicicleta para recorrer los bucólicos alrededores de la localidad, según venden los organizadores del Wigtown Festival de los Libros que se celebra a finales de septiembre. Podrán hacer turismo después de cumplir con las obligaciones de abrir y cerrar la librería, atender a los clientes y elegir los libros para el escaparate y la mesa de novedades.

¿Pagar por trabajar o por cumplir un sueño? Algunos pueden llevarse las manos a la cabeza y considerar que la idea no está lejos de la explotación laboral tan al uso en estos tiempos; otros pensarán que no tiene precio la posibilidad de hacer realidad una fantasía, más cuando con ello están ayudando a una librería independiente a mantenerse a flote al tiempo que reciben un cursillo sobre el terreno en gestión de este tipo de negocios. “Entiendo que alguien quiera pagar por comprobar en qué consiste esto de vender libros; igual que puede haber gente dispuesta a hacerlo por vivir la experiencia de ser piloto de Fórmula 1, ¿por qué no?”, se pregunta Gonzalo Queipo. En Tipos Infames, de hecho, llevan años invitando, con éxito, a distintos personajes del mundo cultural a ejercer de libreros por un día. “Entre tantas formas horribles que existen de hacer turismo, esta iniciativa me parece algo lúdico y bonito que dice mucho de la sensibilidad de quienes la eligen”, dice Óscar García, uno de los responsables de Cervantes y Compañía, otra librería de Madrid que apuesta por actividades de diversa índole para atraer a su público. Presentaciones, lecturas, conciertos mientras se toma una copa entran en su carta, pero, sin embargo, García reconoce, entre risas, que él se lo pensaría mucho antes de dejar que un desconocido se ocupase del escaparate.

Frente al constante y alarmante cierre de librerías (en España, 912 echaron el cierre en 2014 frente a 226 nuevas aperturas), al sector le queda renovarse y jugar las cartas de la creatividad y la imaginación. En otro rincón del mundo, en Tokio, se acaba de abrir un Book and Bed, un hotel librería que ofrece a sus huéspedes la oportunidad de quedarse a dormir entre sus obras favoritas, en literas construidas entre las estanterías, muy cerca de personajes de ficción y también de otros letraheridos de carne y hueso. Bienvenido todo lo que sea mantener el fructífero, necesario, diálogo con los libros. Adelante todo lo que tenga que ver con cumplir un sueño.

elpaissemanal@elpais.es

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