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Asuntos de familia

La metástasis del narco hizo de un vendedor de sandalias alcalde del crimen

Jan Martínez Ahrens
José Luis Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda.
José Luis Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda.Alejandrino Gonzalez (AP)

Salomón Pineda Bermúdez y Leonor Villa Ortuño llegaron a vivir días felices. El matrimonio mexicano se dedicó a la venta de droga y a tener hijos. Julio Guadalupe, Alberto, Mario, Salomón y María de los Ángeles. Así se llamaron sus vástagos. Los primeros en despuntar fueron Alberto y Mario.

Ambos empezaron con el menudeo de droga en Guerrero, pero pronto pasaron a mayores. Dando el salto a Colombia, mostraron su habilidad para la importación. Nada masivo. Pero un incidente les llevó a aguas profundas. Alberto, por una deuda, fue secuestrado en Colombia. Su hermano pidió ayuda al todopoderoso cártel de Sinaloa. La mediación surtió efecto e hizo que los grandes capos se fijasen en ellos. Les ofrecieron ampliar la organización en Guerrero, un territorio en disputa con Los Zetas y la mesiánica Familia Michoacana. Alberto y Mario aceptaron y quedaron a las órdenes del legendario Arturo Beltrán Leyva, el Jefe de Jefes. Su desempeño fue brillante. Ampliaron las rutas de entrada, y formaron una brutal cohorte de sicarios, Los Pelones. Eran tiempos prósperos. La familia participaba en el crimen. El dinero corría a raudales y la hermanita lo guardaba en cajas de cartón. Pero las tinieblas andaban cerca.

Alberto y Mario, ebrios de poder, se alejaron del Jefe de Jefes. El 11 de septiembre de 2009, Alberto fue calcinado vivo. Dos días después, Mario recibió 17 balazos. Entretanto, Julio Guadalupe fue liquidado por la Familia Michoacana, y los progenitores, con Salomón, cayeron apresados por narcotráfico. Sólo María de los Ángeles, casada con un vendedor de sandalias, quedó libre.

Todo parecía perdido. Pero el tiempo devolvió algunas cosas a su sitio. Murió a tiros el Jefe de Jefes, y Los Pelones emergieron reconvertidos en Guerreros Unidos. Salomón salió de la cárcel y se integró en el nuevo cártel. Y la hermana vio ascender con el dinero del crimen a su marido hasta la alcaldía de Iguala. Así estaban las cosas cuando la tarde del 26 de septiembre de 2014 un centenar de estudiantes de magisterio entraron en la ciudad. Pero esa es otra historia. O no.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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