Un reino de fresa
El mercado infantil mueve mil millones de euros al año. Las niñas son las ‘princesas’ de esa jugosa tarta. Un mundo abrumadoramente rosa en el que los productos se sexualizan, planteando dudas sobre los estereotipos, la educación y la igualdad de género.
Quizá Joaquín Sabina se equivocara cuando cantaba aquello de que las niñas ya no quieren ser princesas. Las madres de hoy contemplan entre horrorizadas y dichosas cómo sus hijas mantienen luchas encarnizadas por hacerse con la tiara más brillante que la corone reina de la fiesta. El mercado infantil, que mueve unos mil millones de euros al año en España, según la Asociación Española de Productos para la Infancia (Asepri), se ha convertido en un boom de mercadotecnia principesca con productos cada vez más diferenciados sexualmente.
A juzgar por el uniforme que lleva puesto, acaba de salir del colegio. Suelta la mano de su madre y corre para adherirse al cristal del escaparate. Su cara muestra una expresión alucinada ante las decenas de accesorios de color rosa que la esperan. Al entrar en el local, su madre exhala fascinada: “Ojalá hubiera existido esto en nuestros tiempos”. El negocio pertenece a la cadena Princelandia, una de las empresas dedicadas específicamente al ocio de las niñas. Se lanzó en 2012 y solo en España ya existen 26 centros. Además, están presentes en Lisboa y preparan aperturas en México, Miami y Dublín.
“Este mensaje cala profundamente en los futuros estados de autoestima en la adolescencia y edad adulta”, alerta una educadora social
En este “spa educacional para niñas”, como se define la marca, las menores se hacen la manicura y la pedicura, pueden maquillarse y desfilar sobre una pasarela de terciopelo rosa, con un tutú rosa, en un cuarto de paredes rosas lleno de cosas rosas. El precio es a partir de 15 euros por dos horas. “No les obligamos a hacer nada; si no quieren desfilar, no lo hacen, esto es solo un juego”, explica Pilar Ruiz. Dirige este local desde hace dos años y defiende los principios de la franquicia: “Todo nuestro universo está diseñado para destacar el concepto infantil femenino de las niñas. Su felicidad es el objetivo, a la vez que se inculcan valores y hábitos saludables: mantener las manos y uñas limpias, la higiene personal, el cuidado del cabello y la importancia de una buena y variada alimentación”.
Las voces que cuestionan si es o no adecuado sumergir a las niñas en un mundo que prima la apariencia física no han tardado en alzarse. Sara Vierna, educadora social especializada en política de igualdad de la Universidad de Valencia, ha realizado una investigación centrada en esta empresa: Neo-princesas de tocador. La autora advierte de la importancia del juego en los más pequeños y del mensaje que envían estos rituales de belleza: “El físico es tan importante que tu día especial, por ejemplo tu cumpleaños, lo celebras dedicándolo a él. Este mensaje, aunque no es intencionado, cala profundamente de cara al futuro, puede influir en la autoestima en la adolescencia y la edad adulta, y acentuar diversos trastornos psíquicos”.
La psicóloga infantil Silvia Álava suaviza estas conclusiones: “No pasa nada por jugar a ser princesas, lo que no se puede es potenciar esta idea hasta el punto de trasladarla a la vida normal”. La experta señala que lo fundamental es diferenciar la ficción de la realidad y marcar límites, pero recuerda que en edades muy tempranas la distinción se complica, ya que los niños no saben qué es juego y qué realidad. “Lo importante es educar la moral, sin olvidar que el entorno tiene una influencia brutal en su personalidad. Por eso los padres deben plantearse qué modelo quieren que sigan sus hijos”, explica Álava.
“La cultura popular nunca sale de la nada. Es un claro reflejo de los tiempos. Así pues, ¿a qué viene tanta monería? ¿Y por qué ahora?”, escribió Jim Windolf, editor de moda masculina de The New York Times, en un artículo publicado por EL PAÍS. “Con una recesión en las postrimerías del 11-S y dos guerras interminables, los estadounidenses están produciendo una cultura popular que parece estar diciendo: ‘Por favor, quiérenos”. Esa cultura invade hoy el mercado europeo. Las campañas de consumo han encontrado en los niños un nicho inagotable. El último ejemplo de la locura infantil han sido las princesas Anna y Elsa de la película Frozen, de la gran fábrica de iconos infantiles Disney. La oscarizada película batió todos los récords en 2014: el filme de animación más taquillero de la historia, el juguete más vendido en Amazon, el álbum más descargado en iTunes… Los padres se lanzan a la compra de productos con mensajes aparentemente inofensivos, pero recuerda la psicóloga Silvia Álava que “hay que estar vigilantes”. Algunos de ellos sorprenden por machistas: “No olvides que tan solo tu belleza es más que suficiente (…). Admirada tú serás si callada siempre estás, sujeta bien tu lengua y triunfarás”, le canta Úrsula a Ariel en La Sirenita para conseguir que esta le ceda su voz.
En Princelandia, la imagen de las dos hermanas Disney estampa decenas de mochilas, láminas, joyeros, relojes… Los estereotipos que habían empezado a superarse con la homogeneización del mercado, con propuestas iguales para ambos géneros, retornan debido a la especialización de los productos por género. En Princelandia, los niños también pueden asistir al spa, pero tienen juguetes y actividades específicos para ellos, “aunque muchos también quieren pintarse las uñas o convertirse en príncipes”, reconoce Ruiz. “A veces son los adultos los que tienen reparos”. A su lado, dos niñas se preparan para el momento más ansiado de la tarde, el desfile. Están extenuadas por los nervios. Rebuscando entre guantes de fiesta y boas han encontrado dos espadas hinchables y comienzan a jugar. Ruiz se ríe: “Las princesas, a veces, también quieren ser piratas”.
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