Reese Witherspoon, el renacimiento de una actriz
Saltó a la fama como un estereotipo de belleza. Logró el Oscar en 2005. Pero estuvo a punto de quedar sepultada tras una racha de comedias románticas e intrascendentes. No es fácil ser actriz cuando se acarician los 40. Esta es la historia de una intérprete contra el encasillamiento en la industria del cine.
Si algo dejó la última edición de los Oscar en la memoria de Hollywood no fue la pizza que repartió Ellen DeGeneres durante la ceremonia o la popularidad de los selfies en la alfombra roja. A un año vista tampoco se habla tanto de sus ganadores (Matthew McConaughey, Cate Blanchett y Jared Leto) como de ese nuevo término acuñado hace un año: la McConnaissance. Dícese del renacimiento calculado de un actor que se creía perdido entre los estereotipos de una industria dada a encasillar a sus estrellas. Hace referencia a intérpretes que siempre estuvieron ahí, pero aspiraban a más. No querían dinero o fama. Sino diversidad en su trabajo. Reconocimiento a su talento. Respeto. Actores que, como McConaughey, de cuyo nombre nació el término, saltaron al vacío sin miedo y con un plan: su renacimiento.
De ahí que la palabra de moda de este año sea el Reese-naissance o el renacimiento de Reese Witherspoon. La actriz de 38 años nacida en Nueva Orleans (EE UU) sigue siendo un encanto, todo afabilidad y sonrisas al menos cuando está en público. Una mujer menudita y coquetona. Charlatana, abierta y rubia, muy rubia, de las que hacen alarde de serlo, pero que dejó claro hace años que las rubias no son tontas. De lo que se ha cansado Reese es de perpetuar el cliché de ser “la perfecta chica americana”. Se ha cansado de protagonizar esa avalancha de comedias románticas de las que se hizo experta y que a estas alturas ni hacen gracia ni mueven el corazón (y mucho menos a los espectadores). Siguiendo los pasos de McConaughey, se ha propuesto relanzar su carrera. Y a juzgar por su nuevo filme, Alma salvaje, que se estrena en España a principios de 2015, está a punto de conseguirlo.
“Supongo que llegué a ese punto en el que me di cuenta de que nadie iba a venir a salvarme y lo tendría que hacer yo misma. Todos pasamos por ese punto en nuestras vidas, ¿no? El momento en el que nos damos cuenta de que estamos solos en el mundo. Que no hay pareja, ni hijos, ni padres que vengan a arreglarte tus problemas. Que te toca agarrar las riendas”. Así se sincera la actriz una soleada tarde de ese otoño con sabor a primavera que son los inviernos en Los Ángeles. Va de blanco, como le suele gustar, con unos cuantos pétalos de amapola bordados en su vestido. Solo las patas de gallo que se pronuncian en sus ojos tras tanta sonrisa recuerdan los años que han pasado desde que despuntó como la Tracy Flick petimetre y manipuladora de Election (1999), o desde que se situó entre las mejor pagadas de la industria con su Elle Woods de Una rubia muy legal (2001) con la que repetiría años más tarde. El resto –en apariencia– no ha cambiado. O quizá sí. “Parte de ser actor”, continúa, “es enfrentarte a eso que te da miedo. Y las películas más duras, las que te dan más respeto, son por lo general las que sacan lo mejor de ti. Las fáciles, en las que te lo pasas genial, suelen ser una gran cagada. He hecho de ambas, así que sé de lo que hablo”. En la cuerda floja (2005), el retrato de June Carter, cantante y esposa de Johnny Cash, que le dio el Oscar, sería un ejemplo de lo primero. Y casi todas las películas que vinieron después –Como en casa, en ningún sitio, Esto es la guerra o incluso Cómo sabes sí…?, entre otras–, muestras de lo segundo.
Tráiler de la nueva película de Witherspoon, Alma Salvaje. / 20th Century FOX España
Alma salvaje es algo más que una película difícil que saca lo mejor de Witherspoon. Es su manifiesto. Un proyecto al que se tiró de cabeza desde que leyó las vivencias de Cheryl Strayed, una joven perdida entre la heroína y el sexo tras la muerte de su madre que se reencontró a sí misma caminando más de 1.700 kilómetros a solas por la costa del Pacífico. El libro le hizo saltar las lágrimas a bordo de un avión y decidió hacerlo realidad. Su agente ya había comenzado la reinvención de la actriz consiguiéndole papeles menores en cintas inusuales (Mud fue una de ellas, película donde precisamente se obró pate de la McConnaissance de Matthew). Pero incluso en posesión de un Oscar no es fácil convencer a los estudios para que inviertan en la reinvención de una estrella. Especialmente si la estrella es mujer y se aproxima peligrosamente a los 40. Reese tuvo que rascarse los bolsillos para hacer de Alma salvaje una realidad creando su propia productora, Pacific Standard, y apostando por el director que llevó a McConaughey al Oscar con Dallas Buyers Club, Jean-Marc Vallée. “Esta película es quizá lo más descabellado que he hecho nunca”, admite Witherspoon haciendo un juego de palabras con la locura salvaje que hay implícita en el título de la cinta.
Su candidatura al premio de la Academia se da por hecha. Incluso se huele en el aire la posibilidad de que gane una nueva estatuilla. “La ausencia de buenos papeles juega de su parte. No es su culpa, pero hasta puede que la beneficie”, confiesa Paul Thomas Anderson, parte del renacimiento de esta actriz al contar con ella para un pequeño secundario en la última película que ha dirigido, Inherent Vice. Como la intérprete comentó a la prensa en una de las galas de esta temporada de premios, la escasez de candidatas este años a mejor actriz no es más que “otro día en la oficina” en un Hollywood que sigue sin confiar en la capacidad de las mujeres para atraer a una audiencia plural. “Coge un filme como Cuando todo está perdido. ¡Nadie dice que es una película para hombres!”, comenta del último trabajo de Robert Redford, donde el veterano actor era el protagonista único. “Por eso no entiendo por qué los hay que se empeñan en ver en Alma salvaje una película para mujeres”, añade.
No importa que Maléfica –protagonizada por Angelina Jolie– haya sido una de las más taquilleras del año. O que la saga más popular del momento, Los juegos del hambre, esté también protagonizada por una mujer, Jennifer Lawrence. No importa cuántos éxitos tengan nombre de mujer, la industria sigue pensando en masculino, refrenda la actriz. Incluso aquellos que trabajan fuera del sistema parecen dejar a la mujer en segundo plano a juzgar por los títulos candidatos de este año a mejor película en los premios Independent Spirit: Birdman, Boyhood, Love is Strange, Selma y Whiplash, todos ellos centrados en un hombre. Un año en el que incluso las dos mujeres directoras, Jolie y Ava DuVernay, de dos proyectos que se perfilan como candidatos, Invencible y Selma, han preferido contar con un hombre como protagonista. “Estoy convencida de que la forma en la que vemos a las mujeres en el cine está cambiando”, indica Witherspoon manteniendo su optimismo. “Pero no tanto como en televisión, donde de verdad se ha dejado notar el cambio”, agrega, destacando los trabajos de actrices como Elizabeth Moss en la miniserie Top of the Lake o de Lena Dunham en Girls. Son trabajos como estos los que le gustan, esos que muestran mujeres que se salen del estereotipo de madre, esposa o amante. Mujeres multifacéticas y complejas. El tipo de papeles que quiere que su hija Ava, de 15 años, vea en los medios. “Cualquiera de ellas ha cambiado cómo se percibe la sexualidad de la mujer en la pantalla”, reconoce.
Este es uno de esos momentos donde es bueno recordar eso de cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad. Witherspoon se lanza a hablar de los recuerdos de su carrera anterior, de la cantidad de reuniones a las que ha asistido a la largo de su paso por Hollywood donde, comenta, eran los ejecutivos de los estudios y no ella los que perpetuaban su imagen de rubia, romántica y divertida. “No puede jurar. No se puede desnudar”, rememora de alguno de los diálogos escuchados en esos despachos limitando sus opciones. Siendo honesta, alguna de estas exigencias tampoco le importaron mucho a esta sureña algo puritana que conoció a su primer marido, el también actor Ryan Phillippe, cuando tenía 21 años. Muy formalita, es de las que al final de cada rodaje escriben notas dando las gracias con nombre y apellido a todos los que han trabajado con ella. Y para la que fue un mundo desnudarse por primera vez en cámara para Alma salvaje interpretando explícitas escenas de sexo nada romántico. Pero el renacimiento tiene su precio. Y Reese ha crecido. “Mis fans también han crecido. Las mujeres que me vieron en Una rubia muy legal cuando tenían 20 años ahora tienen 35 y tienen hijos. Quieren que sus artistas crezcan con ellos. Y, créeme, le tendré que explicar mucho a mi hija de estas escenas de sexo tan gráficas que he hecho. No es que quisiera hacerlo. Pero tenía que hacerlo”.
Incluso con un Oscar no es fácil convencer a los estudios de que inviertan en la reinvención de una estrella. Especialmente si es mujer y ronda los 40
Como añade la intérprete, la lucha continúa. Gracias a su productora, Witherspoon ha hecho realidad no solo Alma salvaje, sino otra de las cintas con más éxito del año, Perdida, donde retrata a una mujer asesina y sociópata. Otra adaptación literaria que ha llegado a las pantallas con el nombre de la actriz en los títulos de crédito, pero esta vez como productora. Reese asegura que no ha creado su compañía para encontrar trabajo, sino para generar esos papeles que parecen inexistentes para las actrices. Quiso protagonizar Perdida. Pero David Fincher, director de la misma, lo impidió. No todos creen en el renacimiento de esta rubia tan legal. Pero para darle al césar lo que es del césar, Witherspoon es la primera en admitir esta parte de la historia, de hacer pública esta anécdota que convierte a Rosamund Pike, la actriz que Fincher prefirió por encima de ella, en su más que probable rival en los Oscar. Reese es capaz de darle la vuelta a ese gran jarro de agua fría cantando las maravillas de contar con alguien como Fincher –“uno de los mejores directores de siempre”– en un proyecto de su recién fundada productora mientras ella se centraba en Alma salvaje.
“Yo también he tenido mis malas rachas en cámara y fuera de cámara”, admite con una risa algo nerviosa. “Sé lo importante que es pasar tiempo sola para centrar la cabeza”, añade en referencia a la caminata catártica que llevó a cabo su protagonista en la película. Las malas rachas fuera de cámara han sido incluso más comentadas que su carrera en estos últimos tiempos. Ese “¿sabes con quién estás hablando?” que le espetó a un policía cuando le dio el alto junto a su actual marido, el agente cinematográfico Jim Toth, mientras conducían supuestamente ebrios. Un momento repetido hasta la saciedad en las redes sociales y que recordó que en las distancias cortas esta rubia era mucho menos legal de lo que parecía. Una reacción que le ganó su lugar de honor en esa lista poco honrosa que elaboró Buzzfeed dedicada a los 12 famosos que han soltado eso de “¿acaso no sabes quién coño soy?”. Entre ellos, Rihanna, Sam Worthington, Alec Baldwin, Shia LaBeouf. Reese se disculpó profusamente del “vergonzoso” incidente, describiéndolo como “una llamada de atención” que la hizo cambiar de rumbo. Todavía hubo otros momentos bochornosos o de humanidad en esta estrella que parecía perfecta. Como el vídeo que colgó Cara Delevingne en Instagram donde se veía a Reese intentando pronunciar el impronunciable apellido de la cantante con unas copas de más. O ese momento del verano pasado cuando se dejó llevar por la música bailando alegremente en las costas de Capri.
Witherspoon se siente segura y nada avergonzada en esta segunda parte de su carrera. Hace años, cuando fundó su primera productora la llamó Type A porque así la llamaban en su familia. El tipo de niña que desde pequeña estaba claro que conseguía lo que se proponía. Entonces su productora no fue más que un proyecto vanidoso nacido de ese momento en el que quedaba bien tener compañía propia. El intento actual es diferente, dice. “Quiero hacer realidad las películas que me interesan. No hay más excusas”, sentencia de una cartera que de momento va camino de los 300 millones de euros en la taquilla con Perdida y del Oscar con Alma salvaje. Además tiene ya fichados otros dos proyectos, la historia infantil Pennyroyal’s Princess Boot Camp, que está desarrollando para Nicole Kidman basada en el libro Big Little Lies, y la comedia Don’t Mess with Texas, esta vez para ella y Sofía Vergara.
“Ahora tengo tres trabajos a tiempo completo añadiendo la producción a la interpretación y a ser madre. Pero ya sabes lo que dicen, trabajo llama a trabajo”, resume con un guiño. A estas alturas los hijos son tres. Ava, la mayor, y Deacon, de 11 años, son fruto de su primer matrimonio. Y a ellos se suma Tennessee James, de 2, que tuvo junto a su segundo marido. Esta vez es más fácil, explica. “Tuve a Ava cuando tenía 22 años. Ahora ella es como una segunda madre”. Ninguno de sus hijos ha expresado hasta la fecha el menor deseo en ser actor, un respiro para esta madre de Hollywood, pero no una prioridad. Para lo bueno y lo malo, le gusta lo que hace. “Es duro vivir con un artista, con un actor, porque te pierdes en la personalidad del personaje que estás interpretando”, explica.
“Ves ‘En la cuerda floja’ y piensas: ‘¡Dios, qué grande es!’. Por eso luego te preguntas qué hace en esas estúpidas comedias románticas”, dice Gwyneth Paltrow
Por lo demás, no hay queja. Al contrario. Como le ha demostrado otro de los frutos de la nueva Reese, la película La buena mentira, el cine puede ser un vehículo a la hora de abrir la puerta al mundo, incluso cuando quien la abre es una rubia como ella. “Yo tampoco sabía apenas nada de los niños perdidos de Sudán”, dice refiriéndose a esos más de 20.000 menores huérfanos o desplazados por culpa de la guerra civil en los que se centra este otro filme. “Es importante contar historias. Me gusta. Por eso hago cine”. Le siguen quedando mechas de rubia: acaba de fundar Draper James, una página web de estilo de vida que acaba de fundar. Pero como dijo un día Gwyneth Paltrow, incluso aquellas que admiras se dejan llevar por el dinero y el estatus. “Ves en ella algo como En la cuerda floja y piensas: ‘¡Dios, qué grande eres!’. Por eso luego te preguntas qué haces formando parte de estas estúpidas comedias románticas”, dijo entonces Paltrow. Quién sabe si ese fue el detonante del Reese-nacimiento.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.