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Columna
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Inoperancia

Colombia, un país cercado por muchos conflictos y muy especialmente por uno que no cesa

Carta de la semana: Inoperancia

Un placer volver a leer a Manuel Rivas en El País Semanal. El texto destacado en la página 41 del reportaje Colombia, la identidad del dolor (7-12-2014), resume el tono con el que disecciona la realidad colombiana: “Son los muertos los que más trabajan por la paz en Colombia. Es la única guerra donde la memoria es optimista; y la realidad, pesimista”. Un país cercado por muchos conflictos y muy especialmente por uno que no cesa y sobre el que no terminan de encontrar una salida Estado y guerrilla. Mientras, en otros muchos países con otros conflictos, la población sufre las consecuencias ante la inoperancia de los Gobiernos.

Fernando Martín. Correo electrónico

Machismo en el fútbol

Interesante el reportaje dedicado al fútbol femenino en España (7-12-2014). Es este un país de grandes contrastes y el fútbol femenino es prueba de ello. En un país donde el fútbol masculino mueve lo que mueve y arrastra lo que arrastra, su versión femenina prácticamente está desaparecida. Aunque no se quiera reconocer por ser políticamente incorrecto, aún hoy persiste el viejo latiguillo de que “el fútbol es de hombres”.

Creo, al igual que sus protagonistas, que se trata de un problema de machismo y de igualdad, mucho más acentuados en un deporte en el que a la mujer se la ve y se la trata despectivamente. Comparativamente hablando, ni que decir tiene que el baloncesto, el balonmano o el waterpolo femeninos han ganado en los últimos años un prestigio, una consideración y un reconocimiento del que el fútbol está aún a años luz. Y así, mientras elogiamos a deportistas de la talla de Amaya Valdemoro, Macarena Aguilar o Jennifer Pareja y las calificamos de “guerreras de oro”, a Verónica Boquete le cuesta todavía hacerse un hueco en el imaginario colectivo del deporte en este país. Y no digamos nada si la comparamos con Mireia Belmonte.

El problema del arraigo del fútbol femenino en este país es de educación y de mentalidad retrógradas desde la base, y coincido con la entrenadora del Rayo cuando afirma que las cosas no cambian cuando las mismas personas llevan 25 años en sus cargos. Es de agradecer que muchos clubes de Primera apuesten por la sección femenina en fútbol. No así el Real Madrid, que solo ve números y dólares, y de ahí que solo cuente con una sección más aparte del fútbol. Y, por supuesto, nada de femenino.

Diego M. Jiménez.

Membrilla (Ciudad Real)

Muertos de risa

Cuando creía que ya nada me puede sorprender, me encuentro con la fotografía del artículo de Juan José Millás dentro de El País Semanal del domingo 7 de diciembre de 2014.

Con la que está cayendo en el mundo, con sobresaltos de guerras constantes, catástrofes naturales y epidemiológicas; donde el ciudadano de a pie vive en un permanente estado de inquietud y angustia, inmerso en una constante incertidumbre al haber perdido el satisfactorio nivel de vida alcanzado tras muchos años. Con la caída de la calidad de los servicios sociales básicos, sanidad, educación…; el empeoramiento laboral (mayores de 50 años que han perdido su trabajo y parecen condenados a estar excluidos del mercado laboral de por vida; por no hablar de los jóvenes, una inmensa mayoría, que todavía no han tenido el primero); los cambios a peor tanto en las relaciones personales como familiares…

Con todo este empeoramiento, me quedo perplejo observando el contraste de esos altos cargos, como la presidenta del FMI y el presidente de la UE, partiéndose de risa junto a una azafata, que posiblemente sea una trabajadora de sueldo no muy elevado. Los tres con una cara de satisfacción y felicidad ante la expresión de sorpresa del koala que, con gesto de terror, no entiende esta fiesta de risas y chistes mientras los ciudadanos padecen las penurias de los recortes de las interminables crisis. No es de extrañar que la dureza de la vida en el medio ­natural del continente australiano le parezca al koala la mejor salida de esa situación en la que él no ha elegido estar y desee salir huyendo.

José L. Serrano. Madrid

Pasión por los relojes

Además de interesantes, los dos trabajos sobre relojes de El País Semanal del 7 de diciembre (páginas 88 a 91) invitan a algunas reflexiones. Yo no creo sinceramente que ni los smartwatches ni ningún otro adminículo parecido vayan a poner en problemas a la industria suiza, como alguien sostuvo no inocentemente. Quien ama los relojes mecánicos (que yo digo que tienen vida propia, porque su corazoncito “muere” con su dueño toda vez que este, al irse al otro barrio, deja de darle cuerda o de impulsar el automático), mantiene una relación diríase que muy distante con los de cuarzo (por más bellos y precisos que sean) y con los de los móviles, y supongo que también lo hará con los smartwatches.

El cuarzo le trajo severas dificultades a la industria suiza de esto hace ya muchos años, fundamentalmente por el bajo coste, pero, pasado el temblor, el reloj mecánico resurgió con todas sus fuerzas, aun cuando fueron varias las manufacturas que quedaron en el camino. Hoy por hoy son más o menos alrededor de diez las marcas que tienen manufactura propia. El resto, incluso de cotizadas marcas, incorporan a sus relojes movimientos que no son propios, aunque estos valgan como si lo fuera. Esto debe corregirse, porque es lo mismo que ir a comprar un coche de una marca y luego descubrir que funciona con un motor de otra. Como los relojes no se abren casi nunca, se tarda mucho en descubrir el engaño, pero entiendo que hoy por hoy la transparencia de las firmas y el abaratamiento consiguiente de los relojes mecánicos cerrarán toda posibilidad de que la industria suiza pase por problemas derivados de la incursión en el mercado de aparatos con tecnologías apartadas de lo que es un reloj genuino, esto es, un reloj mecánico.

Desde muy niño sentí pasión por este accesorio y su misterio, y continúa hoy, cuando tengo

70 años.

Rubén Ángel Macchi. Buenos Aires (Argentina)

No del todo inútil

De nuevo Javier Marías aborda el tema de la piratería cultural (17-11-2014) y, como le sigo habitualmente, quiero decirle que sus artículos no son del todo inútiles. Sé que soy una parte insignificante de los lectores de EL PAÍS, pero a mí me han calado hondo.

Soy una buena lectora desde mi infancia y siempre compré libros, a pesar de que mi nivel económico era bastante bajo; sin embargo, prefería gastarme mi paga en literatura en vez de salir de fiesta. El año de mi jubilación me regalaron un libro electrónico y ¡oh, descubrimiento! Podía tener cualquier tomo que me interesara en el mismo momento de conocerlo. Mi poder adquisitivo había mejorado considerablemente, pero, sin plantearme nada, estuve descargando obras durante algún tiempo.

Al leer las opiniones del articulista, con las que estoy de acuerdo, el sentimiento de robo no me abandona, porque yo también he disfrutado con las obras de muchos autores y artistas, las cuales me han ayudado a superar momentos de desengaño, desamor, desilusiones… Siempre han sido mi refugio, incluso en los buenos momentos.

Nunca podía albergar rencor hacia tantos escritores, músicos… que contribuyen a que veamos la belleza en medio de un mundo tan gris. Por eso, gracias a todos ellos por ­proporcionarme tantos momentos positivos y ayudarme con ellos a seguir viviendo y superándome cada día.

Ángeles Puente. Correo electrónico

Igualdad, ¿a costa de quién?

Una fuerte bronquitis hizo que el jueves 4 de diciembre tuviese que acudir al hospital Clínico Universitario de Valencia, y que en las casi cinco horas que llevó el proceso de espera y atención me diese tiempo a leer el especial Mujeres que editó El País Semanal el pasado domingo 30 de noviembre.

Leo con asombro una columna dedicada a la productora televisiva Cris Morena, a la que se le pregunta cómo cree que sus series contribuyen a la igualdad… siendo ella justamente la productora argentina encargada de marcar con sus series todo un ciclo (desde los años noventa hasta la actualidad) de productos televisivos, cuyos personajillos son siempre niños malcriados que asisten a colegios privados impecablemente uniformados y que viven en mansiones con servicio doméstico. Todas sus tramas se desarrollan siempre dentro de un mundo privilegiado, cuya realidad dista de ser la de la mayoría de la población argentina y latinoamericana.

Pasando páginas, leo un artículo en el que un director de banca alega que si hay pocas mujeres en puestos de mando es porque “el techo” nos lo ponemos nosotras, y que (luego de mencionar que hay que estar en forma física, mental, mantener a la familia y mantener la ambición en la empresa… vamos, superwomens) hay que sacrificar… y que lo tenemos fácil… ya que “en España hay un servicio barato, con cultura e idiomas parecidos”… y que “esto es un paso para la familia”. Hablando de igualdad, mis preguntas son: 1) La liberación de ciertas mujeres, ¿sería a costa de la “esclavización” de otras entonces?; lo digo por ese servicio tan barato con cultura e idiomas parecidos que tenemos a disposición. 2) ¿Qué porcentaje de mujeres españolas podemos permitirnos este servicio tan “barato” que se haga cargo de nuestra casa e hijos durante toda la semana? 3) Ahora entiendo por qué Cris Morena es un ejemplo.

Laura Mutto. Correo electrónico

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