Libros bellos ‘vs.’ Libros electrónicos
Una constelación de pequeñas editoriales ha aprovechado para mimar cada una de sus ediciones como si fueran obras de arte
Como el sustantivo libro supone tanto las obras literarias como los objetos físicos que les sirven de soporte, el libro-libro tiene la ventaja de poder ser hermoso, estar muy bien encuadernado, tener bellas ilustraciones, atesorar maravillas tipográficas o haber sido impreso en papeles finos y al mismo tiempo austeros. Un libro tradicional supone cubierta, solapas, portada, guardas y a ser posible páginas de márgenes generosos y cierta elegancia compositiva. Si a todo lo anterior le sumamos excelente literatura, el resultado es insuperable y explica el auge de exquisitas editoriales independientes.
Nadie pone en duda la futura convivencia de las ediciones electrónicas con las ediciones en papel, tal como por las calles de muchas capitales latinoamericanas circulan los últimos modelos de coches junto a vetustos automóviles de los años cincuenta. Sin embargo, mientras que en lengua española numerosas editoriales comercializan como edición digital el mero PDF de la edición impresa y encima la venden casi al mismo precio que el libro en papel, una constelación de pequeñas editoriales ha aprovechado esos descuidos para mimar cada una de sus ediciones como si fueran obras de arte.
Las editoriales que marcaron las primeras tendencias reeditando clásicos o rescatando títulos preteridos fueron Atalanta, El Acantilado, Funambulista, Libros del Asteroide y Espuela de Plata, aunque otras como Candaya, Periférica, Salamandra, Sexto Piso y Páginas de Espuma apostaron por géneros, autores o lenguas literarias a la hora de trazar sus respectivas estrategias editoriales. Ellas fueron las que crearon el espacio del actual esplendor editorial que encarnan Impedimenta, Tropo, Zut, Rey Lear, Nórdica, Thulé, Bartleby, Ardicia, Errata Naturae, Menoscuarto, Gallo Nero, Reino de Cordelia, Minúscula, Contraseña, Capitán Swing, La Isla de Siltolá, Alpha Decay, Blackie Books, El Olivo Azul y Luces de Gálibo, entre otros sellos que se caracterizan por miniar sus libros como los objetos preciosos.
Una de las razones que podrían explicar la multiplicación de estas aventuras editoriales es la abundancia de cursos de máster en edición, donde sin duda se han formado las nuevas promociones de jóvenes editores que saben que reeditando clásicos, traduciendo títulos desconocidos y apostando por autores alternativos corren menos riesgos económicos que los grandes sellos. Por otro lado, estos nuevos editores dedican lo mejor de sus recursos a publicar con primor, de forma que sus novedades resultan un deleite para la vista y un placer para el tacto.
Sin duda, el cliente habitual de libros digitales ni busca ni le interesa la belleza del libro impreso, aunque me atrevo a suponer que las prestaciones de sus artilugios electrónicos y la calidad de las ediciones digitales condicionarán su lectura en los dispositivos, pues nunca será lo mismo leer en PDF o en ePub, en tableta o en ordenador de mesa, en el teléfono móvil o en un Kindle. ¿Es bello el libro electrónico? Un e-book puede ser cómodo, práctico, sencillo, funcional e incluso enriquecido con vídeos, enlaces y diccionarios, pero jamás será hermoso y para colmo dependerá de la cobertura, el wifi, la velocidad y la memoria.
Mientras tanto, las pequeñas editoriales se reproducen por todo el mundo, y sólo en lengua española debería citar a la mexicana Almadía, la argentina Eterna Cadencia, la colombiana Tragaluz, la peruana Ceques, la ecuatoriana Paradiso o la chilena Los Libros que Leo. No me consta que publiquen e-books, mas puedo asegurar que cada uno de sus títulos es una maravilla editorial, un primor tipográfico y una golosina encuadernada.
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