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Columna
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El coche autónomo

Me pareció una idea genial contar con autos que se conduzcan solos como solución a muchos problemas que se generan en las ciudades

En su artículo sobre el coche autónomo del domingo 18 de mayo de 2014, atrajo mi atención esta carrera del avance tecnológico que se desarrolla en nuestro planeta. Me sorprendió que los coches que durante muchos años hemos visto en los dibujos animados ya han llegado a nuestras manos. Me pareció una idea genial contar con autos que se conduzcan solos como solución a muchos problemas que se generan en las ciudades por autos conducidos por humanos. Aparte de todas las que describen en el artículo, creo que serían una solución para el transporte público, muy útiles para trasladar productos en largas distancias y, lo que me pareció más importante, la alternativa para personas discapacitadas con dificultades para conducir. Es un orgullo saber que un mexicano piensa en beneficio de muchos, espero que pronto lo tengamos en las calles como solución a muchas situaciones.

Cholula (México)

Las cosas que no se ven

Por Ana Laura Gamarci, Buenos Aires (Argentina)

Leyendo el artículo de Roncagliolo ¡Basta de depresión! (18-5-2014), pienso que todos aquellos ciudadanos que creen que votando no se logra nada en un país deberían revisarlo.

Describe exactamente lo que viví en España: poder cobrar el paro; que el Estado pague a fondo perdido cientos de cosas que “no se ven”, pero benefician al pueblo; que la justicia encierre a los corruptos; disfrutar de carreteras, orden, limpieza, seguridad… lo que se resume en calidad de vida. Soy de un país en el que votar es obligatorio y lo creo necesario. Los españoles no se imaginan todo lo que pueden perder si sólo se quejan en el bar. ¡Vayan y exprésense por donde más se vea! Son un pueblo maravilloso, no permitan que les quiten más. Vayan y voten, siempre.

Radiografía incompleta

Por Carmen Fernández Monge (Correo electrónico)

El pasado día 14 visité la capital de Grecia. La víspera leí el artícu­lo titulado ‘Atenas’, de Jordi Soler, en El País Semanal del 20-4-2014, donde el enunciado decía: “En la capital encontramos una ciudad avejentada, rebosante de basura y cubierta de humo”. Y continuaba: “… fantasma de decadencia, ciudad descuidada… la basura desbordando por las calles…”, etcétera. Durante mi estancia en Atenas no vi un rastro de basura. Incluso comparándola con mi estancia hace años, la observé mucho más atractiva. No niego que, como en España, la crisis haya arrastrado a la gente a vivir al límite y que el resto de lo que cuenta sea cierto, aunque me sorprendió la afirmación: “Y además la malaria ha regresado”. Por cierto, el turismo está floreciente, lo que puede ser de gran ayuda para ese país. Y considero que ese artículo tan catastrófico no le hace ningún bien. Nosotros también estamos atravesando grandes problemas. No me agradaría que alguien, aprovechando la huelga de basuras que hubo en Madrid, escribiese un artículo semejante.

Inquietudes de la humanidad

Por Florencio Delgado Teijeiro (México DF)

Me gustó mucho el artículo de Rosa Montero Mi pequeña vida y el fin del mundo (25-5-2014). Se plantea dos inquietudes muy interesantes: cuál será el efecto de los avances tecnológicos cada vez mayores y más rápidos, incluyendo el de la vida semiartificial, como le llama ella, y, por supuesto, cuáles serán las consecuencias del cambio climático.

Dice Rosa que esto se va a acabar si no reaccionamos y lo increíble que es que a nuestras pequeñas vidas (puedo pluralizar) les esté tocando esto.

Lamentablemente, yo no veo el rayo de esperanza, entre otras razones porque los aspectos verdaderamente catastróficos del calentamiento global no los verán Obama ni los demás líderes mundiales, puede ser que ni nuestros nietos. Por ello, es difícil que asuman el coste de la drástica disminución en el nivel de vida de sus gobernados que resultaría de la aplicación de medidas verdaderamente estrictas en la reducción del consumo energético.

Pero también hay otro factor muy inquietante a tener en cuenta. China, por ejemplo, es uno de los mayores productores de CO2 y solo la cuarta parte de su población tiene un nivel de vida tipo “primer mundo”. En otros países en desarrollo como India, la proporción es mucho menor. ¿Se les puede negar a estas naciones que luchen por llevar a su población al nivel de vida norteamericano o europeo? ¿Se le puede negar lo mismo al resto del mundo, América Latina, África? Me parece que no, en cuyo caso el nivel de emisiones de CO2 se incrementará enormemente.

De modo que me temo que, como dice Rosa, “esto se va a acabar”, aunque nosotros no asistamos al grand finale.

Defender lo básico

Por Gela Álvarez Lorenzo (Oviedo)

Llego a casa con el pan y el periódico y lo primero que hago es leer su artículo, señor Marías. Si alguien lee esta carta, perdonen mi presunción, el primero usted, estimado Javier.

Si supiera escribir, si tuviera esa capacidad de análisis y síntesis, si tuviera la cultura política e inteligencia necesaria, yo podría haber escrito su artículo del 25 de mayo, El gesto más suicida.

Camino del colegio electoral con mi marido, hablábamos de la abstención, de ese sentido y esa interpretación que los políticos no quieren o no se atreven a dar. Esa postura es tan válida como cualquier otra y debería contar como tal. “El que no vota no tiene derecho a protestar”. No estoy de acuerdo. Bien es cierto que si no votas, otros deciden por ti, pero… ¿Es de extrañar el hartazgo, el desencanto, la apatía y el pensar que todos los políticos son iguales? Intento convencer a uno de mis hijos y siempre acabamos polemizando, él enrocado en su postura y yo defendiendo la democracia; al final yo callo, en el fondo le entiendo.

Me da pena y me duele que lo más importante en estos días pareciese (al menos ha sido mi impresión) el partido entre el Madrid y el Atlético. Si toda esa pasión, esa movilización, esa entrega se empleasen en defender lo más básico y elemental, otro gallo nos cantaría.

A mí el futbol me da igual, aunque a veces es inevitable contagiarse de la emoción colectiva; ojalá nos contagiásemos también de la indignación ante las injusticias y los abusos.

He votado, sin ilusión, con dudas, con muy pocas esperanzas, pero con reflexión y con el deseo de que algún día, ¡qué ilusa!, los políticos se den cuenta de que están ahí no por la gracia divina, sino por y para nosotros, los ciudadanos.

¿A quién?

Por Dosi Bardají, (correo electrónico)

Señor Marías, soy lectora habitual de sus artículos, y también de sus libros. Simplemente quiero felicitarle por el artículo El gesto más suicida. No es que ayer fuera a votar animada por su artículo, pues ya lo tenía decidido, pero me sentí como usted, asqueada y decidiendo en el último momento a quién. Me identifico totalmente con la mayoría de sus opiniones vertidas en los artículos que escribe para El País Semanal, cosa que me anima en estos momentos que estamos viviendo a no desesperar en el empeño de que podemos salir. Aunque los resultados de ayer no me satisfacen totalmente, sí veo que algo puede empezar a cambiar. Espero que sea para bien.

La chaqueta de cada uno

Por Esteban Requena, Gójar (Granada)

Tiene claridad en las ideas Javier Marías. Las comparto con mucha frecuencia, y ya me hubiera gustado a mí escribir parte de este artículo. Hay algo, sin embargo, que escucho de muchas voces y leo en muchos artículos, y es el colofón del que nos ocupa. Me refiero a eso de “votar con enguantados dedos” o que “la opción elegida me dé asco”. Enlaza con aquello de “votar tapándose la nariz” y expresiones similares. Aquí parece que hay electores que se consideran a sí mismos limpios e impolutos, y que todo el problema de la corrupción y de las trampas compete a los demás, sobre todo a los políticos. Entran ganas de recitarles lo que decíamos de pequeños: “Bendita sea tu pureza, y eternamente lo sea…”. Que hay que regenerar el país, es cierto. Pero que cada uno se tiente la chaqueta antes de echarle la culpa a los otros.

Ni estupidez ni suicidio

Por Antonio Moral, (Córdoba)

Señor Marías, no he votado en las elecciones europeas y no me considero ni estúpido ni suicida. Después del desolador panorama político-social que usted describió, con bastante exactitud, en su artículo Gobernación, del 4 de mayo, ¿qué opción nos queda? Dice usted que la abstención no computa y que la formación ganadora, aun cuando lo sea con un 10% de todos los votos posibles, seguirá imponiendo en Bruselas las medidas que se le antojen, junto con sus correligionarios de los demás países. Y yo pregunto: ¿qué hará esa formación ganadora si, en lugar de serlo con el 10% del censo electoral, lo es con el 40%? ¿Dejará de hacer de su capa un sallo por el solo hecho de obtener un mayor nivel de representatividad? Yo creo que no, señor Marías, sino todo lo contrario: se sentirá aún más legitimada para actuar con la discrecionalidad que actualmente les caracteriza. Entiendo que esa desesperación que han mostrado en esta última cita electoral todos los partidos políticos –la casta– por atraer a las urnas a los electores, cuando las previsiones presagiaban un serio revés a la participación, es prueba evidente del interés espurio de esa casta política que nos gobierna: obtener un cheque en blanco de la ciudadanía para seguir manteniendo sus privilegios y su impunidad ante la corrupción.

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