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Si no eres creíble, nadie confiará en ti

¿Se ha planteado alguna vez si los demás se fían de usted? Las personas que trasmiten seguridad y confianza tienen más éxito personal y profesional

Ilustración de João Fazenda

En los tiempos que corren, ser creíble es un tesoro. La pérdida de valores, la ambición negativa y el poder nos han llevado a que perdamos la fe en algo tan importante como la confianza en las personas. Y es que la credibilidad no se regala, se gana.

 Las personas creíbles consiguen conquistar el respeto de los demás. Significa que la gente puede confiar en usted, y que lo que dice, es lo que usted es. Se relaciona directamente con ideas tan importantes como la honestidad, la prudencia, el compromiso y el conocimiento. ¿De qué personas suele desconfiar? ¿Quiénes son los que le generan rechazo cuando les escucha? Normalmente aquellos que una vez le fallaron, los charlatanes, los que no respetan los puntos de vista de los demás, quienes critican a los que no están presentes, los que hablan sin saber y los que faltan a su palabra y a sus compromisos.

La credibilidad es como la virginidad. Una vez que se pierde, ya no se recupera” (Mark Twain)

Encandilar a alguien con frases bonitas es fácil. Hay personas muy educadas, corteses, que se expresan con corrección, que se manejan en público como pez en el agua y que su carisma les hace ser muy atractivas. Pero si se rasca un poco carecen de palabra. En el momento en el que se sienta traicionado, le costará mucho volver a confiar en esa persona. Y lo peor es que la experiencia puede llevarle a desconfiar de quien no lo merece.

¿Alguna vez se ha planteado si los demás confían en usted? Hay personas que transmiten seguridad y confianza. Y estos valores se relacionan con el éxito personal y profesional. La credibilidad se da en cualquier campo. Nos gustan los médicos que nos transmiten que nos van a ayudar; los fontaneros que cuando ven la avería en casa nos dicen que no nos preo­cupemos de nada y que lo van a arreglar, o el amigo que te da un argumento distinto al tuyo y te convence y deja tranquilo. Con ellos nos sentimos en buenas manos. Credibilidad, hablar en público, habilidades sociales y carisma van de la mano. Y se pueden entrenar.

Para saber más

LIBROS

‘La importancia de llamarse Ernesto’

Óscar Wilde

‘Tus gestos te delatan’

Fran Carrillo (Editorial Espasa)

EMISIÓN RADIOFÓNICA

‘La guerra de los mundos’

Orson Wells

Consiguió crear el pánico en las calles de Nueva
York y Nueva Jersey. Los oyentes creyeron que se
trataba de una historia real sobre extraterrestres.

Para empezar a trabajar su credibilidad, empiece por modificar sus valores. Si solo se dedica a disfrazarse de carisma y buena comunicación y no contempla la honestidad, su fachada no sostendrá la imagen de persona fidedigna eternamente. Necesita ser puro por dentro para ser creíble por fuera.

Tenga palabra. Significa cumplir con lo dicho. Es un privilegio contar con personas que respetan el compromiso de lo que dicen.

Sea honesto. ¿Le han dado mal el cambio, le han devuelto de más? Devuélvalo. ¿Se ha encontrado una cartera que no es suya? Entréguela con todo lo que contenía dentro. Ser un listo ha terminado convirtiéndose en un valor. Se trata de ganarle al otro a sabiendas que es injusto.

Sea una persona de bien, con buenas intenciones. Nadie se quiere relacionar con personas con dobleces.

Asuma sus errores. Las personas de éxito se equivocan. Para ellos el error es una forma de aprendizaje, lo reconocen, piden disculpas y reparan el daño. Y lo vuelven a intentar. No existen las personas perfectas, por lo tanto, la perfección no es creíble.

Compórtese de forma justa. Reconozca el mérito y el trabajo de cada uno, valore el esfuerzo por encima de los resultados.

Las emociones también juegan un papel en la imagen que transmitimos a los demás respecto a la credibilidad. El equilibrio emocional es fundamental. No nos da seguridad una persona que se deja llevar por arranques de ira, que se muestra agresivo y que trata de tener poder por la vía autoritaria. Las personas creíbles no necesitan tirar de fuerza, volumen alto o expresiones amenazantes.

La capacidad para motivar y generar emociones positivas es otro punto fuerte. Nos atraen más las personas que buscan y aportan soluciones que las que se recrean en la pena, el victimismo y en rumiar los problemas.

Las personas que se muestran seguras, que conocen sus fortalezas y que las utilizan para solventar soluciones, nos parecen fiables. Confianza y humildad es el binomio perfecto.

Comuníquese de forma fácil y correcta. Expresarse con un vocabulario amplio, sencillo y con frases ordenadas, facilita el entendimiento. Y cuando el oyente se queda con la sensación de haber comprendido el mensaje, le otorga credibilidad. Si utiliza un vocabulario técnico y poco comprensible para el público que le escucha, la gente desconectará y saldrá de la reunión sin haber entendido nada.

Ordene su mensaje. Los procesos de recepción de la información, entendimiento y asimilación también dependen de saber llevar un hilo conductor que esté organizado.

El conocimiento es clave. Necesita saber de lo que habla, documentarse, tener argumentos, manejar los tiempos, coger experiencia, tener cultura, incluso recitar. Sí, recitar. A las personas con memoria, las que son capaces de hablar sin papeles delante, que dan datos históricos y frases célebres, que citan a autores y hechos relevantes, les damos confianza. Se asocia memoria con sabiduría, y nos fiamos de las personas sabias.

Por el contrario, la charlatanería, los cabezotas que se empecinan en una idea sin modo de argumentarla, nos parecen personas sin recursos. Y qué decir del cotilleo y rumorología, hace que perdamos la confianza en las personas que lo practican. Los chismosos son muy poco atractivos e imprudentes. Con ellos solo se relacionan los que se comportan de la misma manera, y aun así, ni entre ellos se consideran personas de confianza.

El aspecto físico y la presencia. Si está empezando a ejercer su profesión y no le ha dado tiempo a ganarse una buena reputación, necesita adaptar su forma de vestir a las expectativas del cliente. Nadie desea que le repare el coche un mecánico vestido con traje de chaqueta y corbata.

Equivocadamente o no, las personas tendemos a sacar conclusiones inmediatas basadas en lo que vemos cuando conocemos a alguien. Su forma de moverse en público, dar la mano o su imagen dan información. Por supuesto que es información viciada por prejuicios y por la experiencia de cada uno. Pero es así. Cuando conoce a alguien por primera vez, sacamos conclusiones sobre su inteligencia, estatus, nivel socioeconómico, orientación sexual, estado civil, edad, ideas religiosas, etcétera.

En una palabra: para parecer un hombre honrado, lo que hace falta es serlo” (Nicolas Boileau)

Cuide su imagen, su higiene, su pelo, el aspecto de sus manos y la forma de vestir. La prudencia está en el equilibrio. Todos los excesos, tanto en el aspecto femenino como en el masculino, llevan a que su interlocutor centre más su atención en lo que ve que en el mensaje que le transmite.

Cada uno en su vida privada debe arreglarse como desee, pero si quiere tener credibilidad en su profesión, modere su forma de presentarse y adáptela, en la medida que su escala de valores y forma de ser se lo permitan, a las necesidades de su profesión. A medida que adquiera experiencia en ella y su buen hacer le posicionen, podrá relajarse con la apariencia.

El nivel de reputación es inversamente proporcional a la importancia de su presencia física. ¿Por qué? Porque cuanto mejor le hayan hablado de un profesional, menos le importará la imagen que tenga. La credibilidad es tan frágil como la confianza. Se tarda mucho tiempo en ganar, pero es muy fácil perderla. Ser fiable no se basa solo en el carisma, sino en la coherencia con la que nos comportamos.

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