Historia de una obsesión
Una rápida ojeada a la Place Vendôme. En el número 23, Cartier; el hotel Ritz, en el 15, y tres portales más allá, Chanel Joaillerie. Daremos unos cuantos bandazos antes de localizar el 4, el de la joyería de Lorenz Bäumer; la lógica aritmética ha pasado a un segundo plano, epatada por los elegantes toldos que anuncian la entrada a estos altares del lujo supremo. Una metáfora de lo que ha de venir: en los edificios que rodean la copia de la columna trajana prima la calidad sobre la cantidad, seguramente para contrarrestar los escalofríos que provocan las obscenas cifras que se manejan. La joyería de Bäumer, en el primer piso, sigue a rajatabla este axioma. La angosta recepción, unido al hecho de que no se encuentre a pie de calle y haya que acceder por un hall diminuto, le restaría solemnidad si no fuese por las formidables vistas de la plaza que se divisan desde los balcones.
"Quería algo que no llamara la atención, pero con caché. Estoy obsesionado con los espejos", dice Bäumer
2009 fue el año de este hijo de diplomáticos y Caballero de las Artes y las Letras. Louis Vuitton le fichó para diseñar su primera colección de joyas, y con Guerlain conoció el éxito a gran escala, el ideal (según Bäumer) de todo diseñador. "Lorenz, hiciste algo excepcional ¡Me sorprende que no esté expuesto en el Museo de Arte Moderno!". El objeto al que con tanto entusiasmo se refiere Olivier Echaudemaison, director artístico de la firma, es Rouge G, la barra de labios cuya carcasa aúna la femenina delicadeza de las cajas del siglo XVIII con la belleza contundente de una escultura de Brancussi. "Ya, claro", contesta Bäumer en tono de sorna, visiblemente abrumado por el énfasis de su amigo y valedor (en realidad, varias de sus piezas se exhiben en museos). "En joyería diseñas para muy pocas personas, porque trabajas con materiales muy caros, pero Guerlain hizo posible el sueño". En agradecimiento, él moldeó el de Echaudemaison. "El gloss es un accesorio. Cualquier mujer puede ponérselo, no necesita un espejo en el que mirarse. Pero es su forma y el gesto lo que le dan la connotación sexual a la barra de labios. Quería algo que no llamara la atención, pero con caché. Estoy obsesionado con los espejos", explica. Desde luego, el envase diseñado por Bäumer otorga a su propietaria un aire de distinción. El clic tan característico de los pintalabios despliega -oh, sorpresa- un espejo panorámico. Fin a décadas en las que el seductor ademán se reservaba para la intimidad.
Pese a que, solo en España y en 2010, Rouge G ha vendido 26.000 unidades (expresado en euros supera el millón en facturación), el grado de notoriedad que alcanzará Noir G, la máscara de pestañas que recoge el testigo, y que lanzan a mediados de enero, es un misterio, porque Bäumer ha dado una vuelta de tuerca a su creación añadiéndole un ingenioso aliciente. "Le dije a Olivier que no me importaba adaptar el diseño -los ingenieros habían hecho un trabajo espléndido con Rouge G- siempre que aportáramos algo realmente innovador. Que sea recargable respondía, por un lado, a la demanda del mercado, pero también nos permitía empezar una tendencia siendo lo más respetuosos posibles con el medio ambiente. Te quedas con la parte bonita y desechas la funcional". Hasta las más dadivosas se alegrarán de no tener que desprenderse del preciado objeto, que podrán usar como si estuviera nuevo por el precio de una máscara tradicional (Noir G costará 48 euros; la recarga, 26). Por el momento, solo estará disponible en un único color: el negro. "¿De verdad necesitamos 40 tonos de sombras de ojos e invadir nuestro espacio vital indiscriminadamente con decenas de cosméticos que no usamos? ¿Tiene sentido arrastrar montones de objeto ahora que tendemos a un estilo de vida más esencial? [Los maquillajes recargables] indican la dirección a la que se dirigen las pautas de producción, distribución y consumo en la era postindustrial, además de apuntar hacia una nueva experiencia en belleza", asegura Cruz Calvo. En 2010, la propietaria de la tienda Beauty Cube introducía en nuestro país Kjaer Weis, la marca de la maquilladora homónima de origen danés. "Las cajas recuerdan a las de joyería y traen una gamuza para sacar brillo a los envases. El envoltorio de las recargas es de papel reciclado. Hablamos de un maquillaje eco con una altísima apreciación del diseño. Básicos sofisticados, como la ropa de Céline".
El anhelo de Echaudemaison por llegar al corazón de las jóvenes generaciones viene de lejos, y la asociación con los grandes creadores del momento ha sido la tónica en Guerlain. Lorenz Bäumer no es un caso aislado; antes que él fueron protegidos de Echaudemaison Hervé van der Straeten (creó la barra de labios Kisskiss y las polveras Parure) y, más recientemente, India Mahdavi (diseñó las sombras de ojos Écrin 6 Couleurs). "Mi visión es a largo plazo, no como ocurre en otras casas con otros maquilladores. Cuando llegué a Guerlain, hace 11 años, era una bella durmiente, clásica y aburrida. Quizá no dure en mi puesto 30 años, como Dominique Moncourtois en Chanel, pero no podría trabajar para otra firma y aún me queda mucho trabajo por hacer".
Pecado aromático
Quienes no tuvieron la oportunidad de visitar la pop-up store (tienda efímera) que Guerlain inauguró en mayo en los Campos Elíseos están de enhorabuena: Les Ateliers ha recibido el indulto y alargará su tiempo de vida.
En esta nueva etapa -está previsto cambiar la decoración cada temporada- no abandonan el sentido del humor: el espacio principal lo preside Madmoiselle Smile, una escultura de casi dos metros que controla, cabeza abajo, el tocador, y para la que la arquitecta Patricia Grosdemange ha contado con la colaboración de un colectivo de artistas emergentes.
Un lugar de honor lo ocupan los llamados Viajes Olfativos. Como viene siendo costumbre en la casa desde hace tres años, esta colección de fragancias añadirá otra ciudad a sus referencias. En 2012 será Shanghái la que se sume a la lista de capitales homenajeadas, al igual que antes lo fueron Moscú, Nueva York, Tokio y Londres.
Pese al giro, el concepto sigue siendo el mismo: proporcionar una atmósfera más distendida que la que se respira en la boutique original, con el firme objetivo de atraer a esos compradores que sienten la tradición como una pesada carga.
Les Ateliers Guerlain. 68, Champs Elysées. París. www.guerlain.com
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