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Reportaje:MÚSICA

El abismo de los Rolling

Diego A. Manrique

El pasado verano, los Rolling Stones se reunieron en sus oficinas de Londres. Corrió la voz y acudieron periodistas y paparazzi. Se olía la posibilidad de que el grupo acordara volver a la carretera durante 2012, para conmemorar sus cincuenta años de existencia. A estas alturas del partido, esta sí que podría ser la última gira. No hubo ningún anuncio en ese sentido. Posiblemente, aquella fue otra convocatoria más para la junta directiva de una empresa multinacional, siempre enfrentada a papeleos y cuestiones rutinarias. Y quizá se decidió quién tenía que empezar a ocuparse de la promoción de la edición ampliada de Some girls.

Históricamente, los Rolling Stones no se preocupaban mucho por su catálogo. Son propietarios de todos sus álbumes desde Sticky fingers (1971) y ese material se reedita regularmente, en bloque, cuando el grupo cambia de distribuidora. Pero, a diferencia del resto de la Premier League del rock, los Stones no enriquecían ese canon a base de rescatar piezas inéditas, maquetas o entretenimientos de estudio. Cuestión de pudor, según los fieles, o de falta de aprecio por lo que hacen, según sus enemigos.

"Todos en los Rolling Stones quieren ser como Charlie Watts. Es enrollado, tiene buen gusto y comprende la moderación"
"¿Otra gira mundial? Algunos opinan que deberíamos. Yo no estoy seguro. La vida se extingue sin fuegos artificiales"

Esa regla se aplicaba hasta el año pasado. Publicaron un Exile on Main Street ampliado con diez canciones y contemplaron encantados cómo ese pedazo de historia -los Stones en la Costa Azul se colocaba en el número uno de las listas británicas (en las estadounidenses alcanzaron el dos). Para unos señores que derivan sus ingresos y su autoestima de las megagiras, esas fueron muy buenas noticias. Y pretenden repetir la jugada con Some girls, supuestamente el disco más vendido de su turbulenta historia.

El papel de defenderlo recae en Charlie Watts. Mick Jagger tenía la excusa perfecta: está vendiendo Super heavy, ese proyecto estelar formado con Damian Marley, Joss Stone, Dave Stewart y A. R. Rahman. Por otro lado, Keith Richards ha concedido demasiadas entrevistas el pasado año, con su delirante autobiografía, Vida. Y Ron Wood sale en los medios por sus cuadros o sus tropiezos (se arruina, se escapa con una jovencita, broncas en la calle). Así que todas las miradas apuntaron a Charlie Watts.

En cualquier otro grupo, recurrir al baterista podría considerarse como una solución de emergencia. En los Stones, sin embargo, Charlie Watts ocupa un puesto privilegiado. ¡Más que el corazón rítmico de la banda! Lo recoge el biógrafo Stephen Davis, en su tomo Rolling Stones: Los viejos dioses nunca mueren: "Hay una vieja frase entre los que han conocido a los Stones bastante tiempo. Es la de que Mick quiere ser Keith, y todos quieren ser Charlie. ¿Por qué Charlie? Porque es genuinamente enrollado, tiene un buen gusto innato y comprende la moderación. Charlie mantiene su familia unida, y nunca ha ido de estrella como el resto".

A diferencia de sus compinches, Charlie Watts todavía recuerda fichar en una oficina: "Era una agencia de publicidad pero nada tan glamouroso como Mad men". Así que ahora no se queja y cumple resignadamente con las obligaciones mediáticas: "Sé que no ha sido justo dejar que Mick o Keith se ocupen solos de la prensa, pero yo no tengo grandes historias que contar". Uno sospecha que le emociona más hablar de sus bandas de jazz, con las que graba discos y actúa: "Hace unos meses estuvimos tres noches en Barcelona, en Luz de Gas. Gran público".

Pero hoy toca Some girls. Un elepé grabado por una banda asediada, de futuro incierto. En febrero de 1977, la Policía Montada del Canadá detuvo a Keith Richards en Toronto y le cayó encima el peso de la ley. Se le acusó de traficar con drogas, aunque las cantidades en su poder no le retrataban como un narco (eran 22 gramos de heroína y 5 de cocaína). En esa coyuntura, parecía que finalmente los poderes establecidos habían pillado a Richards y que nada le libraría de ir a prisión. Hasta sus compañeros estaban hartos de su deterioro, de sus constantes malas noticias. Con la honrosa excepción del bajista Bill Wyman, se largaron a toda prisa y le abandonaron mientras se formaba el pelotón de fusilamiento.

Hoy, Charlie Watts jura y perjura que nunca pensaron en seguir sin Richards: "Hubiera sido imposible, los Rolling Stones son un todo". Cierto, pero hay casos de sólidos miembros de los Stones que se marcharon o fueron despedidos: Wyman, Brian Jones y Mick Taylor. Pero Watts se escurre: "Aunque Taylor era el mejor guitarrista para el repertorio que tocábamos en los primeros años setenta, un verdadero virtuoso, no hubiera servido para reemplazar a Keith en Some girls".

En libertad bajo fianza, Richards se juntó con el resto del grupo en París, donde se desarrollaron intensas sesiones de grabaciones: casi todo el otoño de 1977 y, tras la pausa navideña, los dos primeros meses de 1978. El razonamiento parecía ser: si los canadienses encierran a Keith, por lo menos que tengamos mucho material enlatado.

Charlie Watts no recuerda una tensión especial: "Descubrimos una sala grande en los estudios Pathé Marconi, que estaban en una zona apartada, cerca del Bois de Boulogne. Nuestro ingeniero, Chris Kinsey, sacaba allí un buen sonido y el alquiler era barato. Encontramos el equilibrio que habíamos perdido". Reconoce que quizá fue el último gran festín creativo de los Rolling Stones, antes de que grabar se convirtiera en una agonía, choque de cornamentas entre Mick y Keith.

Ayudó añadir elementos frescos a la mezcla, como Sugar Blue, un armonicista de Harlem al que, según la leyenda, los Stones descubrieron tocando en el metro. Pero, ¿alguien de los Stones usaba el metro? "Yo no, desde luego", reconoce Charlie. "Las sesiones duraban dos días, así que cuando terminabas solo querías que alguien te recogiera y te metiera en la cama".

Típicamente, Keith Richards se quedaba dormido en cualquier rincón de Pathé Marconi. Ha contado la impresión de despertarse y comprobar que en el estudio, aprovechando un descanso de los Stones, estaba grabando la Banda de la Policía Municipal de París, con sus uniformes de gala. Tuvo suficiente presencia de ánimo para levantarse, murmurar un saludo y esfumarse. En contra de lo que afirmaba para tranquilizar a sus abogados de Toronto, Keith seguía consumiendo drogas duras.

En la discografía de los Stones, Some girls es considerada una obra de Mick, con escasas (pero impactantes) aportaciones de Richards. Hay ecos de dos tendencias contrapuestas que prosperaban por entonces: el punk rock y la disco music. Dado el conservadurismo estético de Keith, cabe imaginar que esas corrientes desembocaron allí por la curiosidad de Jagger, un connoisseur de las últimas tendencias.

Watts puntualiza: "Mick iba mucho por [la discoteca neoyorquina] Studio 54 pero también los demás escuchábamos la música del momento. A mí me gustaban los Sex Pistols y The Clash". Sí reconoce que la provocación venía de Jagger. "Se le ocurrió poner en la portada imágenes de Lucille Ball, Judy Garland, Raquel Welch y alguna más. Pero enseguida nos amenazaron los herederos de Marilyn Monroe y no sé quién más. Hubo que cambiarlo todo". También se indignaron activistas negros como Jesse Jackson, ante un verso que hablaba de la mítica voracidad sexual de las chicas de color.

Hoy, Charlie se ríe de esas tormentas: "En Estados Unidos siempre hay alguien que se siente ofendido y que quiere sacarte un dinero". Prefiere recordar lo mucho que disfrutó: "Yo soy un baterista limitado; mi máximo placer es ponerme a prueba. Miss you tiene una base disco pero no cualquier músico puede mantener ese pulso". También gozó con Just my imagination, una joya de los Temptations rollingstonizada: "Todos estábamos enamorados de las producciones de Motown, aunque también sabíamos que no se podían imitar. Hasta la propia Motown perdió el know how, cuando abandonó su estudio de Detroit para instalarse en Los Ángeles".

Aquella estancia en París fue altamente productiva: cosecharon entre cuarenta y cincuenta temas. Diez de ellos aparecieron en el Some girls original y otros fueron repescados para discos posteriores. La reedición actual resucita doce canciones que evidencian que aquellos Rolling Stones no rompieron amarras con sus palos básicos: hay baladas country, números de blues y un éxito de 1959 (Tallahassee lassie, de Freddy Cannon). Más Claudine, una pieza muy pirateada que revive un escándalo de la jet set estadounidense: Claudine Longet, cantante francesa e íntima de los Kennedy, mató a su amante, el esquiador olímpico Vladimir Spider Sabich. En 1978, los Stones no se arriesgaron a una demanda y Claudine fue al armario. Watts piensa que tiene al menos un interés histórico: "Fue el principio de esos casos tan publicitados en que unos buenos abogados sacan libre a su cliente, con todas las evidencias en su contra. Ella fue condenada a una multa y unos días de cárcel. Lo que me gustaría saber es cómo la chica dulce de aquella película de Peter Sellers [El guateque, 1968] terminó ciega de cocaína, disparando contra su novio".

Una impertinencia final. Con 70 años cumplidos ¿realmente se imagina embarcándose en otra gira mundial de los Rolling Stones? "Mucha gente dice que deberíamos acabar batiendo récords, llenando estadios en los cinco continentes. No estoy seguro de eso. La vida se extingue sin fuegos artificiales". Una larga pausa. "Pero estaré allí si me llaman mis compañeros. Se lo debo".

La versión expandida de 'Some girls' se publica mañana, en Universal, en varias versiones. También se edita el concierto 'The Rolling Stones: some girls live in Texas 78'.

Fotografía de los Rolling Stones al completo en 1978, año en el que el grupo publicó su disco más vendido: 'Some girls'.
Fotografía de los Rolling Stones al completo en 1978, año en el que el grupo publicó su disco más vendido: 'Some girls'.HELMUT NEWTON

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