En la cara oscura del sol naciente
Kazuo Hara, documentalista japonés de culto, es homenajeado en España
Kazuo Hara rodó sus cuatro únicos documentales entre 1972 y 1994. Desde entonces el cineasta japonés (nacido en 1945) se dedica a la enseñanza o a viajar por el mundo con sus películas bajo el brazo. Allá donde va le persigue una traductora (no habla ni inglés) y la etiqueta de cineasta incómodo, incisivo, revolucionario, amargo o -simplemente- brutal. Una frase de Susan Sontag sobre su película The emperor's naked Army marches on (El ejército desnudo del emperador aún camina, 1987) le ha servido de salvoconducto para cruzar las férreas fronteras culturales de Occidente. "Es el documental de documentales", dijo la escritora estadounidense cuando vio este filme sobre Kenzo Okuzaki, un excombatiente de la Guerra del Pacífico que Hara conoció gracias a Shohei Imamura y del que no se separó durante los cinco años de su cruzada contra los crímenes de guerra japoneses.
En realidad, a Hara le deberían bastar los 458 minutos que suman sus cuatro películas para poder hablar con autoridad por el mundo de cómo se filma no solo ese "documental de documentales", sino también la intimidad más salvaje sin caer en lo impúdico (Extreme private Eros: love song, 1974), la mentira como el escurridizo espacio de la ficción (A dedicated life, 1994) o la miseria sin el velo de la piedad (Goodbye C, 1972).
Hara ha estado en el Festival de Las Palmas y en La Casa Encendida de Madrid, donde ha ofrecido una clase magistral y donde este mes se proyectan sus filmes. Con sus gafas a lo Lennon (se considera un hombre heredero de su tiempo, los setenta, "una época única que demasiado pronto se quedó en nada", dice) lamenta que Japón sea un gran desconocido barnizado con pobres tópicos. "Lo que más me ha llamado la atención de las noticias que ha provocado Fukushima es esa visión del comportamiento ejemplar de Japón ante la tragedia, como si fuera una superioridad innata. No puede ser más falso. El pueblo japonés ni es reprimido, ni resignado, ni tiene autocontrol. Sangramos, aunque exista un sentido del poder colectivo que manipule los grandes gestos de nuestra población".
Kazuo Hara, profesor de documental en Tokio, tiene un consejo y una lista de reproches: "Lo único que importa para hacer una buena película es plantearse las preguntas adecuadas. Pero las preguntas de hoy son: ¿Quién soy yo? ¿Qué hago yo aquí? ¿Por qué he nacido? Los directores se colocan en el centro del discurso, no quiere ir más allá de sí mismos. Cuando yo rodé la historia de mi ex mujer [Extreme private Eros: love song], me utilicé a mí mismo para hablar de algo que era mucho más importante yo: la familia, el feminismo, el sexo. Pero hoy solo se hacen autodocumentales en los que la cámara les sirve exclusivamente de espejo".
Las películas de Hara han sido terriblemente polémicas en Japón. Durante los dos años que siguió a su mujer, ella -radical feminista- tuvo una etapa homosexual, engendró al descendiente de un militar afroamericano, trabajó en un club de alterne y montó una guardería para los hijos de sus compañeras.
Su carrera se clausuró con su filme sobre el escritor Mitsuharu Inoue, a quien en pleno rodaje le fue diagnosticado un cáncer terminal de hígado. Lo que empieza como el retrato más o menos amable de un escritor de poderosa personalidad acaba siendo un ensayo en paralelo sobre la muerte y los límites de la ficción. "¿Sabe? En todas mis películas está muy presente la reflexión sobre ficción y realidad, pero cuando yo empecé a rodar a Inoue no podía ni imaginar que él mentía sin parar. Todo fue ocurriendo ante mí. Hace 17 años dejé de rodar y hace 10 dejé de buscar. Y no creo que vuelva a hacerlo nunca. No es que no quiera, es que ya no encuentro historias así. La sociedad ha perdido energía. Y el individuo con ella".
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