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Reportaje:Una aventura transatlántica

Santillana, un libro de medio siglo

El grupo editorial fundado por Jesús de Polanco y Francisco Pérez González cumple 50 años - Su actividad erigió un puente cultural entre España e Iberoamérica

Javier Rodríguez Marcos

En el principio fue la maleta. Cuando en junio de 2007, semanas antes de morir, Jesús de Polanco recibió en la Embajada de Chile la Gran Cruz de la Orden al Mérito, recordó cómo en 1963 había volado a Santiago "con una maleta llena de libros". Por entonces acababa de abrir en Argentina una pequeña filial de la editorial que, tres años antes, había fundado en España. En recuerdo de sus orígenes cántabros y de los de su socio, la había llamado Santillana.

El socio era Francisco Pérez González, Pancho, otro hombre con maleta: maletas y cajas. A principios de los años cincuenta, instalaba cada mañana de verano su puesto de novedades bibliográficas en el vestíbulo del palacio santanderino de La Magdalena, sede de la Universidad Internacional Ménendez Pelayo. Pérez González murió en octubre pasado, pero, un año antes, la UIMP alcanzó a cerrar el círculo nombrándolo doctor honoris causa. Él, por su parte, alcanzó a ver que, ese mismo año, la empresa que contribuyó a poner en marcha había vendido 117 millones de libros en todo el mundo.

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Los dos hombres con maleta se conocieron -lo contó el segundo cuando falleció el primero- en una comida a la que siguió una conversación de siete horas: "Mientras paseábamos". Uno de los frutos de aquel paseo fue la fundación en diciembre de 1960 de Santillana, que en 2000 se integró en el Grupo PRISA, editor de EL PAÍS. La editorial celebra hoy medio siglo de vida en la Casa de América de Madrid durante un acto presidido por los príncipes de Asturias y en el que, presentados por Iñaki Gabilondo, participarán el escritor Javier Marías; José Manuel Blecua, director de la Real Academia Española; Paulo Renato de Souza, ex ministro de Educación de Brasil, y Emiliano Martínez, actual presidente del Grupo Santillana.

Martínez era un joven profesor de pedagogía experimental cuando empezó a redactar manuales de alfabetización de adultos para el sello que, con el tiempo, dio lugar al conglomerado editorial que ahora preside. Por entonces, 1965, la empresa tenía en nómina a menos de 30 personas, aproximadamente las que ahora trabajan en su sede de Bolivia. "Polanco decía que había que tener siempre la maleta hecha", recuerda Emiliano Martínez. Desde su despacho se ve, acaso por azar, la avenida de América. La vista y la memoria, sin embargo, van más allá, hasta los años sesenta y setenta.

Para el directivo de Santillana, la temprana vocación americana del grupo, como antes la influencia francesa, sirvió además para oxigenar el modo de publicar en España, sometida al franquismo y al monocultivo de la Enciclopedia Álvarez. Un día le preguntaron si quería conocer Buenos Aires y allá se fue. "Entonces se viajaba como mínimo dos semanas", cuenta. "El fax fue una revolución. No digamos la videoconferencia". En Argentina, un polo editorial de primer orden, descubrió que se podía editar de una manera más didáctica, "más abierta".

En América abría la oficina de Nueva York (1968) y continuaba una implantación internacional que hoy se extiende a 22 países. En España, mientras tanto, se preparaba la pista de aterrizaje de la EGB y el BUP (1970), el libro del profesor y las fichas del alumno. Otro aterrizaje, el de la Transición, no se hizo sin tensiones: "Recién muerto Franco, uno de nuestros libros fue objeto de debate en el Consejo de Ministros. Era una geografía de Cataluña".

Más de una generación de españoles había echado los dientes con sus libros de texto cuando Santillana, que ya tenía en el sello Altea una línea de literatura juvenil, se abrió a la edición general. A la compra de la mítica editorial Aguilar -fundada en 1923 y campeona de los clásicos y las obras completas- se sumó en 1976 la incorporación de Taurus, fundada una veintena de años atrás por el propio Francisco Pérez González.

Taurus se había convertido en una referencia entre los sellos de ensayo desde que su dirección editorial estuviera al mando de Jesús Aguirre. A este "clérigo volteriano" que, merced a su matrimonio con Cayetana Fitz-James Stuart, se convirtió en el decimoctavo duque de Alba, está dedicado Aguirre, el magnífico (Alfaguara), el nuevo libro de Manuel Vicent. En él se retrata con chispa el ambiente de una editorial por la que se paseaba un perro dálmata y que aprovechó el cristianismo progresista de algunos de sus autores -de Teilhard de Chardin a un tal Joseph Ratzinger, entonces renovador- para introducir en España a materialistas como Adorno y Benjamin.

"Cioran llegó a decirme que el catálogo de Taurus era mejor que el de Gallimard", recuerda Fernando Savater, que en 1970, con 23 años, publicó allí su primer libro. "Le propuse a Aguirre una antología de Cioran, precisamente", explica. "La rechazó e improvisé sobre la marcha con uno que no tenía escrito y que terminó siendo Nihilismo y acción. ¿Lo de Gallimard? No sé si mejor, sí más internacional. Aquí llegó la Escuela de Fráncfort antes que a Francia". Aguirre ofició la boda de Savater -"¿sería válida?", se pregunta con sorna- y libros suyos como La infancia recuperada y Mira por dónde, sus memorias, pasarían a compartir catálogo con Hannah Arendt, Nabokov, Todorov, Tony Judt, Emilio Lledó, Santos Juliá y Juan Pablo Fusi.

Otro de los hitos de las ediciones generales de Santillana llegaría con la compra en 1980 de Alfaguara. Fundada en 1964 por Jorge y Camilo José Cela, la editorial de nombre árabe -"la fuente que mana y corre"- tuvo a su particular aguirre en Jaime Salinas. El cosmopolita hijo de Pedro Salinas se rodeó de un consejo editorial del que, entre otros, formaban parte, Juan Benet, Juan García Hortelano, Luis Goytisolo y un veinteañero Javier Marías: "Delante de una paella nos dedicábamos a zascandilear y a poner de los nervios a Jaime, que hacía de profesor enfadado. Cuando decía 'al trabajo' empezábamos a debatir. Teníamos libertad absoluta: nunca pensamos si un libro se vendería o no".

De aquellas paellas salieron nombres como Thomas Bernhard o Robert Walser, a los que se sumó más tarde J. M. Coetzee. Veinte años antes de ganar el Premio Nobel, el escritor sudafricano desembarcó en España cuando se hizo cargo de la editorial el novelista José María Guelbenzu, que, simultáneamente, dirigía Taurus. "Coetzee es el nombre con el que me quedaría de mi etapa allí. La idea era elegir a un autor de un área lingüística y apostar por él publicando varios libros", dice Guelbenzu. "De Taurus, la Historia de la vida privada, de Georges Duby".

Como Benet y Marías, Guelbenzu es hoy un autor de Alfaguara, lo mismo que Juan Cruz. El periodista de EL PAÍS pasó a dirigir la editorial en 1992. En aquel año emblemático, y crítico-"hay quien dijo que iba a cerrarla"-, Cruz puso en marcha la llamada "Alfaguara global".

Como la propia Santillana, la editorial de ficción se convirtió no en un sello español con delegaciones en América, sino en un sello tan americano como español. "Consolidamos", explica Juan Cruz, "una imagen doble: global y local a la vez. Los argentinos saben que en Alfaguara tienen una editorial argentina. El mejor ejemplo de esa política es que la directora actual del sello en España es alguien que dirigió el sello en Colombia".

Esa directora es Pilar Reyes, que recuerda que, salvo García Márquez, todos los escritores del boom han publicado en Alfaguara: de Vargas Llosa a Carlos Fuentes pasando por Cortázar, Mutis o José Donoso. Lo mismo que autores posteriores como Fernando Vallejo, Sergio Ramírez o Laura Restrepo. A todos ellos, por el lado español, se suman nombres como Arturo Pérez-Reverte, Manuel Rivas, Rosa Montero, Luis Mateo Díez, José María Merino o Bernardo Atxaga.

"Cada país hace sus propios planes editoriales y tiene una presencia viva en su vida cultural", dice. "Es lo que hizo Santillana con los libros de texto". Para Reyes, el próximo paso es "conseguir una correlación entre lo que se publica en cada país y lo que circula por los demás". Aunque Alfaguara, Taurus, Aguilar o los libros de bolsillo de Punto de Lectura son transatlánticos, la literatura latinoamericana sigue mirándose en el espejo de España: "Sería bueno que la esfera del idioma tuviera nuevos centros".

Hay trabajo, pues, para los próximo 50 años. Para celebrar los 50 pasados, Santillana publica una edición especial diseñada por Manuel Estrada de El viaje del elefante, la novela de José Saramago. "Siempre acabamos llegando a donde nos esperan". Ese es, como recuerda Pilar del Río, su viuda y traductora, el epígrafe que el Nobel portugués puso al frente de esa novela: "Tal vez por eso él publicaba en Alfaguara, en Santillana".

Jesús de Polanco y Francisco Pérez González, fotografiados en Santillana del Mar.
Jesús de Polanco y Francisco Pérez González, fotografiados en Santillana del Mar.
Javier Marías, Mario Vargas Llosa y Arturo Pérez-Reverte en 2008, en el encuentro <i>Lecciones y maestros,</i> en Santillana del Mar.
Javier Marías, Mario Vargas Llosa y Arturo Pérez-Reverte en 2008, en el encuentro Lecciones y maestros, en Santillana del Mar.PABLO HOJAS

Cinco décadas por capítulos

- Diciembre de 1960. Jesús de Polanco funda la editorial Santillana con Francisco Pérez González, Pancho.

- 1965. Santillana tiene 30 personas en nómina, las mismas que ahora trabajan en su sede de Bolivia. Tres años más tarde, abrió una oficina en Nueva York.

- 1976. La editorial Taurus se incorpora al Grupo Santillana. De su catálogo forman parte hoy autores como Max Weber, E. M. Cioran, Hannah Arendt, Joseph Stiglitz, Anthony Giddens, Fernando Savater o Santos Juliá.

- 1980. Alfaguara se incorpora al Grupo Santillana. Fundada en 1964 por Jorge y Camilo José Cela, la editorial, de nombre árabe -"la fuente que mana y corre"-, tuvo a Jaime Salinas y José María Guelbenzu entre sus directores. Hoy forman parte de su catálogo autores como Roald Dahl, Mario Benedetti, William Faulkner, José Saramago, Mario Vargas Llosa, Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte, Ray Loriga o Michael Ende.

- Autores de Nobel. Mientras publicaban en Alfaguara, algunos autores recibieron el Premio Nobel de Literatura. José Saramago, (1998) Günter Grass (1999) y Mario Vargas Llosa (2010).

- 1998. Se crea el Premio Alfaguara de Novela. Los escritores Eliseo Alberto y Sergio Ramírez lo lograron en la primera edición. Desde entonces, han obtenido el galardón las obras Son de mar, de Manuel Vicent; Últimas noticias del paraíso, de Clara Sánchez; La piel del cielo, de Elena Poniatowska; El vuelo de la reina, de Tomás Eloy Martínez; Diablo Guardián, de Xavier Velasco; Delirio, de Laura Restrepo; El turno del escriba, de Graciela Montes y Ema Wolf; Abril rojo, de Santiago Roncagliolo; Mira si yo te querré, de Luis Leante; Chiquita, de Antonio Orlando Rodríguez; El viajero del siglo, de Andrés Neuman, y El arte de la resurrección, del chileno Hernán Rivera Letelier. - 2001. La decisiva presencia en Brasil se consolidó con la compra hace 10 años de la editora Moderna, fundada en 1968 y especializada en libros de texto, sistemas y servicios de educación.

- 2009. Se crea el Premio Isabel Polanco de Ensayo. El galardón recae en la primera edición en Rafael Rojas por Las repúblicas de aire. Utopía y desencanto en la revolución de Hispanoamérica. Humberto López Morales recibió en su segunda edición el galardón en diciembre pasado, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). Resultó premiado por el libro La andadura del español en el mundo.

- Colaboración con la RAE. Bajo el sello del Grupo Santillana se cuentan algunas de las obras lexicográficas elaboradas por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española como el Diccionario panhispánico de dudas, el Dicionario del español actual o el Diccionario de americanismos.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.
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