¡Viva la Europa de la Ilustración!
Observen ese gesto de huelecacas, de indignación, de asco; esa expresión de dignidad ofendida, de cólera reprimida, de jactancia desordenada; esa mueca de superioridad paciente, de condescendencia política, de contención diplomática ¿Qué puede haberle hecho el político de la derecha al de la izquierda para provocar ese mohín de repulsa infinita? Nada, no le ha hecho nada, créanme. Quiere decirse que o está trucada la foto o estaba trucada la realidad. Quien de verdad tenía razones para el disgusto era el presidente de Rumanía, cuyos ciudadanos habían sido tratados por Sarkozy como ganado vacuno. No todos, claro, sólo los gitanos, porque el odio, como las balas, necesita una diana a la que agujerear. Ahí estaba la diana: los gitanos. Por fin un chivo expiatorio, una etnia sobre la que proyectar nuestras insuficiencias, nuestros miedos, nuestros malestares. Ya volvían las encuestas a asegurar que Sarkozy medía 1,80.
O están trucadas las fotos, en general, o está trucada la realidad, porque ni el pequeño gran hombre mide 1,80 ni tiene razón alguna para cabrearse. ¿Cómo es posible entonces que el ofensor se hiciera el ofendido o que los dirigentes europeos tacharan de radical a la comisaria de Justicia de la UE por lo que dijo en vez de censurar a Sarkozy por lo que hizo? Es posible porque está todo patas arriba, todo al revés. Al día siguiente de que se publicara esta foto, la representante del PP en Cataluña salió a cazar rumanos por la periferia, en compañía de una secuaz de Sarkozy, sin que ocurriera nada. ¡Viva la Europa de la Ilustración!