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Siria y Arabia Saudí se movilizan para evitar otra guerra en Líbano

Las filtraciones del fallo del tribunal de la ONU sobre la presunta responsabilidad de Hezbolá en el asesinato del primer ministro Rafik Hariri disparan la tensión

Una muestra de unidad árabe sin precedentes en Oriente Próximo se materializó ayer en Beirut. Se trataba de evitar una nueva crisis interna en Líbano, donde las filtraciones sobre el dictamen del tribunal internacional de la ONU que investiga el asesinato, en febrero de 2005, del primer ministro Rafik Hariri amenazan con dinamitar una estabilidad cosida con alfileres. La magnitud del desafío propició el frente común de dos compañeros de viaje poco habituales: Siria, aliado de Hezbolá, el gran partido-milicia chií que respalda Irán, y Arabia Saudí, país guardián de las esencias suníes y socio del primer ministro libanés, que cuenta con el apoyo estadounidense.

El presidente sirio, Bashar el Assad, y el rey saudí, Abdalá Bin Abdelaziz, viajaron ayer juntos hasta Beirut para tratar de calmar los encendidos ánimos libaneses. La visita, de apenas seis horas de duración, fue calificada de "excelente" por las autoridades libanesas que temen, como el resto de la región, el brote de nuevos enfrentamientos armados en el dividido Líbano.

El rey saudí y el presidente sirio viajan a Beirut para llamar a la calma
El partido-milicia chií no acatará la sentencia de Naciones Unidas

"Los líderes recalcaron la importancia de la estabilidad, el compromiso de no recurrir a la violencia y de situar al país por encima de los intereses sectarios", indicó en un comunicado la oficina del presidente libanés, Michel Suleiman, al término de esta visita preventiva. Además del encuentro con Suleiman, el monarca saudí visitó la residencia del primer ministro, Saad Hariri, hijo de Rafik, donde se entrevistó con miembros de su partido, mientras El Assad se reunía con miembros de Hezbolá en el Gobierno.

El tribunal internacional puesto en marcha por Naciones Unidas, que investiga la muerte del primer ministro Hariri en 2005, no se ha pronunciado aún sobre la autoría del asesinato. Pero supuestas filtraciones y una avalancha de rumores han bastado para desatar un nerviosismo político, que los analistas temen pueda desembocar en una nueva crisis intersectaria y en un ciclo de violencia como el que en 2008 dejó las calles libanesas regadas de cadáveres. Los rumores responsabilizan a Hezbolá de la muerte del primer ministro suní, y exculpan a Damasco, hasta hace poco principal sospechoso en el crimen que provocó la retirada siria de Líbano después de casi 30 años de tutela político-militar.

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La televisión israelí identificó el pasado jueves por la noche con nombre y apellidos a uno de los supuestos culpables. Según los israelíes se trataría de un primo y cuñado de Imad Mugniyeh, jefe militar de Hezbolá, asesinado hace dos años y medio en un atentado con coche bomba en Damasco, del que Israel se congratuló sin confirmar ni desmentir la autoría.

Hassan Nasrala, líder máximo de Hezbolá, prepara el terreno desde hace semanas ante un posible dictamen judicial. Nasrala dedicó su última aparición televisiva, hace poco más de una semana, a cuestionar la legitimidad del tribunal internacional con sede en La Haya, que considera parte de un compló israelí, y a advertir de que no piensa acatar las decisiones que emanen de esta institución. "Fui informado personalmente por el primer ministro Saad Hariri antes de su viaje a Washington

de que el tribunal acusará a algunos miembros sin disciplina", declaró Nasrala. Y añadió: "Mientras la investigación no contemple la posibilidad de una implicación israelí, la consideraremos tendenciosa".

Saad Hariri pidió el pasado sábado calma, tras las declaraciones de Nasrala. "Hay algunos que temen e incluso esperan que el caso del asesinato desate una crisis libanesa o una lucha entre confesiones religiosas", dijo Hariri durante una conferencia a los miembros de su partido. "Se están produciendo intentos de organizar campañas para sembrar confusión y miedo entre los libaneses. Nosotros llamamos a la calma".

La implicación de miembros de Hezbolá en la muerte de Rafik Hariri supondría para Líbano, además, un dilema político con difícil solución. El partido chií, dotado con una milicia que se estima más poderosa que el Ejército nacional, es un componente esencial del Gobierno de unidad libanés que lidera Saad Hariri, firme defensor de los trabajos del tribunal internacional. Temen los observadores que la ruptura del Ejecutivo venga acompañada de nuevos choques entre suníes y chiíes y de una posible extensión por contagio del conflicto nacional a toda la región.

El rey Abdalá, a la izquierda, y Bashar el Assad estrechan sus manos ante la mirada de Michel Suleimán.
El rey Abdalá, a la izquierda, y Bashar el Assad estrechan sus manos ante la mirada de Michel Suleimán.REUTERS

Acercamiento entre vecinos

La visita del presidente sirio ayer a Beirut fue la primera desde que el primer ministro Rafik Hariri fuera asesinado el 14 de febrero de 2005 junto a otras 22 personas. Fue entonces cuando todas las miradas acusatorias se dirigieron a Damasco, que a pesar de negar cualquier implicación en el crimen, se vio obligado a retirar sus tropas y a poner fin a un dominio del país vecino que databa desde la guerra civil libanesa (1975-1990). El enfriamiento de relaciones sirio-libanesas ha dado paso en los últimos meses a un acercamiento entre los vecinos y antiguos aliados.

Saad Hariri ha dulcificado su lenguaje -ya no se refiere al régimen sirio como los asesinos de su padre, habla en cambio de "relaciones de hermandad"-, al tiempo que ha ido adoptando medidas de acercamiento. El pistoletazo de salida se produjo hace dos años, cuando Siria y Líbano firmaron un acuerdo de restablecimiento de relaciones diplomáticas y de demarcación de fronteras. A pesar de la renovada cordialidad bilateral, la visita de El Assad ha despertado temores y reticencias, como reflejaba ayer la prensa libanesa. "Siria ha conseguido un nuevo mandato sobre Líbano", sostenía Hilal Khashan, de la Universidad Americana en Beirut en el diario The Daily Star. Y añadía: "Las próximas semanas demostrarán que Siria está volviendo a Líbano".

División y crisis políticas en Líbano

- Febrero de 2005. El magnate y primer ministro Rafik Hariri muere en un atentado con un coche bomba en Beirut. Las sospechas recaen sobre los servicios secretos sirios. El asesinato produce una ola de protestas antisirias.

- Abril-Septiembre de 2005. Siria anuncia la retirada de sus tropas de Líbano, como exigía la ONU. Una coalición antisiria encabezada por el hijo de Hariri, Saad Hariri, toma el control del Parlamento. En septiembre, cuatro generales prosirios son detenidos en relación con el asesinato.

- Julio de 2006. Israel lanza una ofensiva militar en Líbano en respuesta al secuestro de dos soldados por Hezbolá. La guerra dura 34 días y causa la muerte de más de mil libaneses y de 159 militares israelíes. La ONU envía una fuerza de paz de 15.000 efectivos.

- Noviembre de 2006. Hezbolá sale del Gobierno antes de la aprobación del plan de la ONU para la creación de un tribunal que investigue el asesinato de Hariri. Las protestas y la violencia se suceden durante meses.

- Mayo de 2008. Al menos 80 personas mueren en enfrentamientos entre las fuerzas del Gobierno y de Hezbolá. Se teme una nueva guerra civil.

- Abril de 2009. Detienen a Zuhair al-Siddiq, ex oficial del servicio secreto sirio, acusado de estar implicado en el asesinato de Hariri.

- Noviembre de 2009. Hezbolá acepta entrar en el Gobierno de unidad nacional encabezado por Hariri. El acuerdo llega cinco meses después de las elecciones legislativas, tras largas negociaciones y el visto bueno de Siria e Irán, que respaldan a Hezbolá, y de EE UU y Arabia Saudí, aliados de la coalición de Hariri.

- Diciembre de 2009. El primer ministro, Saad Hariri, hijo del jefe del Gobierno asesinado en 2005, visita Damasco para buscar una normalización de las relaciones bilaterales.

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