"Empecé haciendo una de marcianos y acabé rodando una de romanos"
Es la gran superproducción española del año. El realizador se lo juega todo a una carta. 'Ágora', que se estrena el viernes, es una ambiciosa historia de la Antigüedad. Pero se lee como una fábula sobre el fanatismo de nuestros días
Con los años, Alejandro Amenábar (Santiago de Chile, 1972) se ha refinado en el físico. Aparece más cuidado, fibroso, y mantiene su amabilidad y su educación. Otro cambio: por fin vive solo. "Estoy en tratamiento de choque, aunque tengo la casa llena de gente". Ríe bastante, afronta la entrevista tranquilo -es sereno por naturaleza- y sólo le altera el reparto de entradas para el preestreno en Madrid el próximo martes de su quinto filme, Ágora. Su móvil echa humo. En otro salto mortal -"sí, se me están acabando los géneros", confiesa a mitad de la charla-, Amenábar ha recreado en Malta la Alejandría del siglo IV después de Cristo, de los últimos años de existencia de su famosa Biblioteca, donde se guardaba todo el saber de la época. Allí daba clase la astrónoma Hipatia, y su vida y los rollos del mítico edificio quedaron arrasados ante la llegada del cristianismo.
"No voy contra los cristianos, sino contra los que usan la fuerza"
"Cuando ves la violencia como testigo, todo es muy feo"
"El filme habla del pasado, pero es un espejo del presente"
"Me resulta increíble que aún haya chavales poniendo bombas"
Del chaval que usó la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense -la suya- para ambientar Tesis (1996) al cineasta que presentó en el último Cannes Ágora han pasado tres películas (Abre los ojos, Los otros y Mar adentro). También ha transitado del catolicismo infantil al agnosticismo y de ahí a su ateísmo actual. Mar adentro y Ágora tienen mucho que ver. Permanece su amor por Steven Spielberg y por el compositor John Williams.
Pregunta. No son buenos tiempos para poner de malos a los cristianos. Sobre todo, para la venta de la película en Estados Unidos.
Respuesta. Ya [sonríe resignado; la productora aún está negociando la distribución del filme en EE UU]. He insistido mucho en que la película no va contra los cristianos sino contra los que ayer y hoy usan la fuerza para defender sus ideas. En Cannes me sorprendió que destacaran sobre todo el mensaje antifanatismo, cuando en realidad nace de mi amor a la astronomía. Los proyectos te van llevando y al final he acabado contando la historia de Hipatia, una mártir asesinada por los fanáticos. Descubrí que cuando ves la violencia como testigo, todo es muy feo.
P. Sin embargo, en la película no hay muchos planos violentos. Prefiere tomas aéreas en las que los humanos parecen hormigas.
R. Invito a los espectadores a que tomen distancia, que no vean el lado épico de las luchas, porque ver a alguien acuchillando a otro es muy poco digno. Cuando juegas con el cambio de perspectiva piensas en lo poca cosa que somos los seres humanos.
P. ¿Se puede aplicar la crisis de valores de la época de Hipatia a la actualidad?
R. Sí. Es difícil charlar de ello, porque suenas como el Papa. Pero existe un desconcierto -que tampoco está mal-. Creo en el humanismo, en no hacer a los otros lo que no quieras que te hagan a ti. El desconcierto se nota en la vida afectiva, con relaciones más abiertas y más expuestas. A cambio, no hay imposiciones sociales.
P. Aún se mantienen muchos fanatismos.
R. Esta película habla del pasado, pero es un espejo del presente. Cierto que aún están las dos Españas, aunque creo que no tan radicalizadas. Lo que sí me resulta increíble es que aún haya chavales poniendo bombas. Este filme va dirigido a ellos.
P. ¿Cuándo conoció a Hipatia?
R. Todo empezó con la serie Cosmos, de Carl Sagan; en su primer episodio se nombraba a Hipatia. Sagan confesaba que si pudiera viajar en el tiempo, iría a la Biblioteca de Alejandría. Investigué y cuando decidimos que no podíamos describir la evolución de la astronomía en estos 2.000 años, seleccionamos a Hipatia, esa gran desconocida. Recuerdo haber mirado mucho al cielo cuando rodamos en las Seychelles el prólogo de Mar adentro; después, un verano navegando en Ibiza, disfruté de la Vía Láctea; finalmente, me sorprendió que varios de mis amigos no creyeran que haya vida inteligente fuera de la Tierra. Yo estoy convencido.
P. ¿Podría entonces haber sido un filme sobre extraterrestres?
R. Un amigo dice que empecé haciendo una película de marcianos y acabé rodando una de romanos. Ágora tiene en los planos lejanos el punto de vista de un marciano mirando por un telescopio.
P. En Ágora existen momentos que enlazan con la actualidad.
R. Sí, como la lapidación de Hipatia, porque aún siguen muriendo mujeres de esa forma. Aunque me obsesionaba con que el espectador entendiera que 1.600 años no es nada. Siempre me preocupa el público, necesito divertirme, que triunfe mi yo espectador, y además tengo un afán por comunicarme y traducir las lecciones de Sagan a un filme, como quise hacer con los poemas de Ramón Sampedro.
P. ¿Disfruta con que el cine le empuje a viajar?
R. Sí, porque soy muy sedentario. También el cine te enseña a enfocar las cosas. Con Sampedro aprendí a afrontar la muerte.
P. A Hipatia tampoco le asusta la muerte.
R. Y además ninguno traicionó sus ideales.
P. Y otra vez habla de la honestidad.
R. Al final voy a resultar un moralista [risas]. Me gusta hablar a la gente a la cara, y viceversa.
P. ¿Qué piensa de la Orden que desarrolla la Ley del Cine?
R. No estoy muy puesto. Mi sensación es que apoya más el audiovisual en televisión que en el cine. Y me parece una pena. Creo en la experiencia de la pantalla grande y de la sala a oscuras.
P. ¿Es cierto que vio todas las películas de Spielberg de un tirón antes del rodaje?
R. Sí. Aprendí que le daba igual el raccord, y que logra el dinamismo no con movimientos de cámara sino con mucha vida dentro del plano.
P. Por primera vez no ha compuesto la banda sonora. ¿Por?
R. Me he quitado el marrón [risas]. Y eso que si algo me gusta en el cine es el momento de la grabación de la música. Pero quería probar con alguien con el que confrontara mi opinión sobre la banda sonora.
P. ¿No tuvo la tentación de llamar a John Williams?
R. Sí, claro, aunque prefería a alguien europeo y joven como Dario Marianelli.
P. ¿Este filme, de 50 millones de euros, se podría haber rodado este año?
R. No. La crisis ha cambiado todo. Pero el rodaje fue muy bien.
P. De Cannes a este estreno ha recortado 15 minutos.
R. He pulido poco a poco. Sobre todo, del contexto histórico. Y me ha dolido quitar una obertura de dos minutos y medio de estrellas y música.
P. ¿Le tentó Hollywood?
R. Pues no mucho, la verdad. El truco es no tener un agente en Estados Unidos.
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