_
_
_
_
ÍDOLOS DE LA CUEVA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Como los mayas

Manuel Rodríguez Rivero

Las morfologías de la historia y, más cotidianamente, el abuso del pasado para diagnosticar el presente y pronosticar el futuro proliferan en cuanto la gente se pone nerviosa. La tentación de considerar las civilizaciones como organismos vivos que nacen, crecen, llegan a su madurez biológica, y, luego, enferman y mueren, alcanza su máximo atractivo cuando sentimos que trastabillamos sobre el que creíamos sólido suelo de nuestras certezas. Spengler fue un consumado maestro en el arte de convertir la Historia -con mayúscula- en mágica bola de cristal desde la que, primero, determinar los males del mundo y, luego, vaticinar lo que iba a pasar. Pero desde la historia todo vaticinio termina revelándose sospechosamente ideológico. Como explicaba Adorno escribiendo precisamente acerca del autor de La decadencia de Occidente (1918-1922), "en la forma del pronóstico está ya el control sobre los seres humanos para anular su capacidad de acción", de modo que los pretendidos profetas acaban siendo más bien "laboriosos agentes" del curso que atribuyen al "espíritu del mundo". Otra cosa es que se salgan con la suya.

Cuando la ansiedad es grande se recurre al pensamiento mágico. Mucho mejor si se disfraza de lección del pasado

Desde el escándalo de la Enron Corporation -paradigma de la corrupción y el fraude empresarial en gran escala- las malas noticias globales que afectan al bolsillo de la gente no han cesado de sucederse al ritmo vertiginoso que marcan cada día más perentoriamente los mercados de valores, la destrucción del empleo y la pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos. Como nadie sabe exactamente cómo vamos a salir del atolladero en que nos han metido los mismos que pretenden sacarnos de él (una llamativa muestra de irracionalidad de la que el mismísimo Patronio hubiera extraído instructivo exemplo para ilustración del conde Lucanor), crece la angustia. Y, cuando la ansiedad es grande, se recurre al pensamiento mágico. Mucho mejor si se disfraza de lección del pasado.

Leo en la prensa inglesa -allí están particularmente nerviosos- un entretenido artículo acerca de las semejanzas de nuestra coyuntura histórica ("nuestra" equivale a la de la parte desarrollada del mundo) con la que vivieron los mayas antes de que se hundieran como civilización, "cuando estaban en lo más alto de su poder". La explosión demográfica, el desastre ecológico provocado por el cambio climático, la intensa sobreexplotación de los recursos de su ecosistema, los gastos de guerra, la incompetencia de sus clases dirigentes para combatir la escasez de alimentos, y las revueltas de la población estarían en la base de la (aún) misteriosa desaparición de aquel gran imperio americano, cuyo esplendor se vislumbra todavía en Chichén Itzá o Tikal.

Lo curioso de jugar a las semejanzas históricas es que cada cual enfatiza lo que le interesa, y que, al final, la responsabilidad individual y colectiva puede quedar diluida en algo tan viscoso como el "destino" ineludible. Por eso mismo, lo que no deberíamos olvidar es que "nuestra" crisis tiene responsables. Y que los principales se encuentran en los centros de máximo poder. Ayer mismo George Monbiot, uno de los columnistas estrella de The Guardian, se preguntaba cómo esos "estúpidos charlatanes" (por traducirlo suavemente; la expresión que utiliza es gibbering numbskulls) han podido controlar Washington -nuestra Roma- durante tantos años. Y apuntaba una de las causas en la intensidad con que determinados medios y líderes parecen haber convencido a una parte de la opinión estadounidense de que la inteligencia no sólo es sospechosa, sino, además, una desventaja política. McCain, y no digamos su running mate, representan cabalmente ese antiintelectualismo "de la América real" que en los últimos años ha tildado de "elitistas" a cuantos se atrevían a criticar las directrices de los neocons. Los resultados del 4 de noviembre no van a suponer el arreglo del desastre, pero, si al menos McCain y Palin no ganaran, tal vez pudiéramos distanciarnos un poco del supuesto hado de los mayas.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_