Creador hasta la muerte
Robert Rauschenberg fue el gran creador de la segunda mitad del siglo. Lo conocí en Nueva York en los setenta, pero fue en la década posterior cuando, ya como directora del Centro Nacional de Exposiciones, tuve aún más relación con él, igual que con Jasper Johns y Cy Twombly. Los tres amigos. Los grandes artistas de los años cincuenta. Rauschenberg era un gran inventor de imágenes. Trabajó con todos los materiales y técnicas, desde la fotografía hasta el estampado. Nunca se agotó. Estuvo creando hasta su muerte.
Hay artistas que son magníficos, pero que tienen un fondo limitado, una línea. Él era un supercreador. Abarcó todo: la pintura, la escultura, la fotografía, el grabado, la estampación, la performance... La danza también era muy importante para él. Se formó entre 1945 y 1949 en el mítico Black Mountain Collage, de Carolina del Norte, donde tuvo como profesor al maestro de la Bauhaus Josef Albers. También coincidió allí con el músico John Cage y con el coreógrafo Merce Cunningham.
Tenía una personalidad arrolladora. Cuando entraba en una habitación, llenaba el espacio. Su fisicidad arrebataba. Si Jackson Pollock era introvertido, Rauschenberg era todo lo contrario, además de un gran amante de la vida. Le gustaba mucho viajar. Pero, sobre todo, Rauschenberg fue el gran creador de la segunda mitad del siglo XX. Como Marcel Duchamp lo fue en la primera mitad.
Carmen Giménez es conservadora de arte del siglo XX en el Museo Guggenheim de Nueva York.
