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La guerra abierta entre Al Fatah y Hamás sume la franja de Gaza en el caos

La población civil sufre las consecuencias de los enfrentamientos entre las facciones palestinas

La situación se degrada sin freno en Gaza después de que el presidente palestino, Mahmud Abbas, anunciara su disposición a convocar elecciones anticipadas. Las milicias de Hamás y Al Fatah combaten en las calles y los civiles pagan el precio: una estudiante murió ayer y varios niños y ancianos fueron heridos en numerosos tiroteos en la franja. Aunque ambas milicias firmaron anoche un alto el fuego, el caos fue ayer total: ataques contra la Guardia Presidencial, disparos al convoy del ministro de Exteriores islamista, proyectiles de mortero contra la oficina de Abbas, revelan un panorama abocado al desastre.

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La acción-reacción, ya no importa quién ha tirado la primera piedra, amenaza con derivar en un enfrentamiento abierto y masivo entre las facciones palestinas en cualquier ciudad de Gaza, en cualquier momento. Ya no se trata de ataques aislados que obtienen respuesta días después. La contestación ahora es inmediata.

"Si los frenamos, será malo. Si no los frenamos, será peor", aseguraba a este diario a comienzos de diciembre uno de los líderes de Hamás en la franja. Todavía no había anunciado Abbas el llamamiento a elecciones presidenciales y legislativas, y la organización islamista mostraba contención ante las continuas provocaciones de los enmascarados de Al Fatah desde el mes de marzo.

Seguramente porque estando al frente del Ejecutivo -sometido a un severo bloqueo financiero internacional- era de su interés que el conflicto no se desbocara. Pero tras el anuncio presidencial de la convocatoria de los comicios, calificada de "golpe de estado militar" por Hamás, todo apunta a que los fundamentalistas han decidido no quedarse de brazos cruzados.

Los milicianos islamistas atacaron antes del amanecer la base de la Guardia Presidencial de Abbas, un cuerpo policial entrenado y financiado por Estados Unidos, en el barrio de Rimal. Murió un oficial. Poco después, la caravana en la que viajaba el ministro de Exteriores, el islamista Mahmud Zahar, fue tiroteada en pleno centro de la ciudad de Gaza. El dirigente logró salir ileso del ataque, similar al sufrido por el primer ministro, Ismail Haniya, el jueves en Rafah, junto a la frontera egipcia.

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El contraataque fue inmediato. Milicianos de Hamás atacaron en las cercanías de la residencia de Mahmud Abbas. El tiroteo se prolongó durante una hora y una joven de 19 años murió por una bala perdida. Acto seguido, militantes de Al Fatah asaltaron los Ministerios de Agricultura y Transportes. También los Departamentos de Exteriores, Obras Públicas y Economía fueron evacuados.

Los islamistas volvieron a la carga por la tarde con el lanzamiento de proyectiles de mortero sobre el edificio en la ciudad de Gaza de la oficina del presidente. Abbas se hallaba en Cisjordania, Además, los milicianos de Hamás dispararon sobre una manifestación de sus rivales en el campo de refugiados de Yabalia. Los heridos se acercan a la veintena, entre ellos un periodista del diario francés Libération y varios niños y ancianos. Anoche, el policía y miembro de Al Fatah Adnan Rahmi fue asesinado tras ser secuestrado por un grupo de milicianos en la ciudad de Gaza

El odio en la dividida sociedad palestina es profundo. Hunde sus raíces en la violenta represión que sufrieron los dirigentes políticos y militares de Hamás en la segunda mitad de la década de los noventa. En esos años rechazaron frontalmente los Acuerdos de Oslo, que permitieron la constitución de la Autoridad Nacional Palestina, boicotearon las elecciones y lanzaron una oleada de 60 atentados suicidas en Israel. Hoy, la situación ha dado un vuelco. Al Fatah animó a los fundamentalistas a presentarse a los comicios; Hamás aceptó el envite, venció abrumadoramente en las legislativas de enero, y desde entonces el partido de Abbas se ha dedicado a hacerle la vida imposible al Gobierno de Haniya.

Nadie da marcha atrás. Los líderes de uno y otro bando niegan la implicación en la contienda de sus grupos armados, a los que financian y entrenan con armamento renovado. Y tampoco cesan de animar a sus fieles a tomar las calles, sabedores de los riesgos que conlleva. Con todo, la situación es todavía susceptible de empeorar.

Ambos partidos acusan, con nombres y apellidos, a sus contrincantes de organizar intentos de asesinato. El ministro de Exteriores, Mahmud Zahar, es tan odiado por los partidarios de Al Fatah como Mohamed Dahlan, de nuevo a cargo de la detestada Seguridad Preventiva, por los simpatizantes de Hamás. Así las cosas, el enésimo llamamiento de Haniya para aliviar la tensión no parece que vaya a surtir efecto en breve. "La batalla del pueblo palestino", dijo ayer el jefe del Ejecutivo, "no puede ser una batalla interna, debe ser una lucha contra la ocupación israelí".

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