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John-John, el mito continúa

Hace ya siete años, el 16 de julio de 1999, que su avioneta se estrelló en el Atlántico. Tenía 38 años. Pero su muerte no hizo más que agrandar la leyenda del único hijo varón del presidente Kennedy. Atractivo, brillante, misterioso, un nuevo libro escrito por un íntimo amigo resucita el mito

En su funeral, las palabras de Bob Dylan iluminaron su muerte con frases que parecían escritas para él: "Ojalá construyas una escalera hacia las estrellas y puedas subirte a cada escalón, ojalá puedas ser eternamente joven". La canción era Forever young (eternamente joven), un himno de los setenta que los amigos de John F. Kennedy, hijo, escogieron cantar durante la misa que precedió a su entierro precoz. Y ése es el título que William Noonan ha escogido para publicar un libro cuyo subtítulo explica su relación con el hijo del presidente más glamouroso de EE UU: Mi amistad con John F. Kennedy, Jr.

Para la prensa sensacionalista era John-John, un apodo que le dio el fotógrafo oficial de la Casa Blanca durante la sesión de fotos que inmortalizó al entonces niño de dos años bajo la mesa del presidente en 1963, pocos meses antes de que éste fuera asesinado. Pero para gente como Noonan, John-John era simplemente John, su amigo, un hombre cuya existencia estuvo marcada por la muerte de su padre y cuya vida quedó truncada con sólo 38 años en el océano Atlántico el 16 de julio de 1999. Su avioneta, en la que viajaba también su esposa, Carolyne Bessettes, y la hermana de ésta, Lauren, se estrellaba en la oscuridad de la noche junto a las costas de la isla Martha's Vineyard, centro de recreo de la clase alta estadounidense. Si aquello no hubiera ocurrido, el 25 de noviembre habría celebrado su 46º cumpleaños.

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Son muchos los libros que se han escrito sobre él, que se suman a los que generó el asesinato de su padre y su legado político; la muerte de su tío Bob Kennedy; la estela de glamour y misterio de su madre, Jackie Kennedy (después convertida en Jackie O.), y el trágico destino que ha marcado en general a todos los que han llevado ese apellido. La dinastía más famosa de Estados Unidos es sólo comparable a las grandes familias reales europeas y ha sido durante décadas la principal obsesión de los estadounidenses. Pero esa fascinación se ha ido diluyendo con el paso del tiempo, y los titulares y los modelos a emular que antes incluían el nombre de los Kennedy, ahora han sido sustituidos por personajes mucho más vulgares, al menos en apariencia, como Paris Hilton o Justin Timberlake.

No obstante, el interés por ellos no se ha perdido del todo, y el libro de Noonan es una prueba de ello, como lo es el próximo estreno de la película Bobby, en la que el director Emilio Estévez ha indagado en el asesinato de Bobby Kennedy, hermano del presidente John Kennedy y candidato demócrata a la Casa Blanca antes de fallecer, víctima de un disparo, en 1968.

Respecto a la vida de John-John -quien llegó a ser proclamado por la revista de cotilleos People "el hombre vivo más sexy del mundo"-, la literatura ha sido, cuando menos, sorprendente. El libro Los hijos de Camelot, de Laurence Leamer, vendió bien ahondando en detalles escabrosos. Las memorias What remains: a memoir of fate, friendship and love, de Carole Radziwill, amiga de la pareja fallecida, se convirtieron en superventas. Y hubo quien quiso capitalizar su muerte publicando algo tan indescriptible como El otro hombre, escrito por el modelo Michael Bergin, protagonista de una campaña de calzoncillos de Calvin Klein, que clamó haber tenido un affaire con Carolyne Bessettes, que podría haberla salvado de la muerte, etcétera.

Según Noonan, que exige su lugar en la historia como "el confidente de John desde la adolescencia", han sido todos esos libros, llenos de mitos imaginarios sobre su amigo, los que le han llevado a escribir Forever young. Pero, pese a lo voyeurístico de su contenido, su libro es más una reclamación del título oficial de "mejor amigo" de John que una biografía seria y documentada. Noonan no destaca precisamente por sus cualidades como escritor, lo que le resta bastante interés a una vida que en otras manos podría haber suscitado cierta curiosidad.

No obstante, en diarios como The New York Post se ha recogido el descontento que ha generado en la familia Kennedy -en concreto, en Caroline Kennedy, la única hermana de John-, porque, entre otras cosas, Forever young habla de las relaciones que el hijo del presidente mantuvo con la actriz Daryl Hannah y con la cantante Madonna.

"Es una dinamo sexual", le dijo John a Noonan tras hacerle escuchar un mensaje lujurioso que Madonna dejó en su contestador. Eran finales de los ochenta y John estaba saliendo oficialmente con Christina Haag, de la que fue novio durante cuatro años, pero sus infidelidades eran continuas. "Creo que John entendía de verdad a las mujeres, quizá porque creció bajo la influencia de su madre, Jackie, y su hermana, Caroline. Pero sus posibilidades como 'hombre más sexy del mundo' eran infinitas. […] Se acostaba con todas las macizas que encontraba y se estaba acercando peligrosamente a que su novia le descubriera", escribe Noonan en un libro en el que traza un paralelismo entre él y su amigo porque ambos perdieron, siendo niños, a sus respectivos padres.

El autor, quien también trabajó como trader de John, conoció al pequeño de los Kennedy en 1974 en Hyannisport (Massachusetts), donde el clan tenía su mítica residencia de verano (24.000 metros cuadrados de propiedad con varias casas para los diferentes miembros de la familia). Les presentó Timothy Perry Shriver (primo de John y hermano de Maria Shriver, la actual esposa de Arnold Schwarzenegger) cuando sólo tenían 13 años, y juntos compartieron una amistad duradera que se abortó la fatal noche del accidente.

Según la prensa, John y Carolyne Kennedy se dirigían hacia su casa de Hyannisport porque al día siguiente su primo Rory Kennedy se casaba allí. Pero según Noonan, "John iba a visitarme a mí. Íbamos a celebrar mi aniversario de bodas. Nunca se ha contado con verdadero detalle lo que ocurrió ese día. Como tampoco se ha contado la verdad sobre él", clama en un libro lleno de descripciones sobre el único hijo del presidente Kennedy: "La amistad con él incluía teatro y diversión. No podía estar sentado correctamente. Fumaba porros. Amaba el blues. Podía comer más que ninguna otra persona que yo haya conocido, tenía una actitud caballeresca hacia el peligro y debilidad por la gente testaruda y las mujeres bonitas".

La lucha de John contra lo que significaba ser el hijo de su padre, con quien nunca pudo desarrollar una relación, es una constante en su vida, como lo es la influencia de su madre, Jackie Kennedy, a quien el autor describe como el paradigma de la perfección (lo que le lleva a tratar a su propia madre con bastante desprecio comparativo en diversas páginas del libro). Aun así, también deja caer algún cotilleo: "John me dijo que después de la muerte de JFK, Jackie se dedicó a beber, pero lo acabó dejando porque se dio cuenta de que se estaba convirtiendo en un problema".

Desde niño, John-John participó en obras teatrales, y esa pasión la prolongó hasta sus años universitarios. "A los 13 era capaz de imitar a cualquier persona y matar de risa", recuerda Noonan. Aun así acabó estudiando historia y después leyes, sobre todo por la presión de su madre. Fue suspendido dos veces antes de conseguir el título de abogado, y aunque trabajó en varias firmas importantes, no se realizó profesionalmente hasta que puso en marcha la revista George, un punto de encuentro entre política, periodismo y celebridades. "La colisión entre el poder, el sexo y la cultura siempre le fascinó", cuenta Noonan.

El autor asegura que Jackie Kennedy siempre trató de que John creciera como un niño normal, sin demasiadas atenciones, aunque ella ejerció mucha influencia en su vida y siempre tuvo una relación muy cercana con su hijo. Pero no fue exactamente casualidad que John fundara George en 1995, un año después de la muerte de su madre. Ron Galella, el paparazzo que se hizo famoso por perseguir obsesivamente a Jackie Kennedy desde finales de los sesenta hasta mediados de los ochenta, asegura: "Ella quería convertirle en un político, pero John no era un tipo demasiado inteligente y tampoco le interesaba entrar en el Gobierno. Lo suyo era la actuación. Su madre debería haberle dejado estudiar teatro. Ahora estaría vivo, probablemente casado con Daryl Hannah y feliz. Pero Jackie abortó esa relación y la verdadera vocación de su hijo".

Galella, en cuya tarjeta de presentación dice "fotografía con un acercamiento paparazzo", no sólo fue uno de los primeros paparazzi de Nueva York, sino que además hizo muy buenas fotos de celebridades de otros tiempos, como Liz Taylor o Marlon Brando -quien le partió la mandibula al intentar evitarle-. Siguió a John desde pequeño, y en varias ocasiones su objetivo le captó disfrazado para sus papeles de teatro. "Conmigo se portó muy bien. Cuando fundó George le pedí si podía fotografiarle en eventos públicos -en 1982 había acordado legalmente con su madre que jamás volvería a fotografiar a un Kennedy bajo amenaza de siete años de cárcel-, y muy amablemente me dijo que sí. Era un tipo campechano, agradable", comentó a este diario.

Según Noonan, John se acostumbró rápido a los paparazzi y a ser el centro de atención. Creció en el exclusivo barrio Upper East Side de Nueva York, en el mítico apartamento de Jackie O., en el 1040 de la Quinta Avenida, y viajó incansablemente por todo el mundo desde su adolescencia. "Los sitios exóticos eran su vía de escape. Encontró cura [por el dolor de no tener padre] en la naturaleza, en caminar por las montañas, en dormir bajo las estrellas. Pero en realidad no hay vía de escape para eso. Y en el caso de John, mucho menos. Una vez me dijo que mientras visitaba una cabaña en África vio en la pared una foto de su padre".

Aun así, Noonan asegura que John era extravertido y siempre estuvo abierto a todo tipo de amigos y personas. Y al parecer, era un buen amigo. "Viajó para estar conmigo la noche antes de mi operación de cáncer porque no podía aguantar la idea de que yo estuviera solo en el hospital esperando lo peor", cuenta Noonan, quien aparece en varias fotografías de familia junto a John. Muchas están tomadas en la residencia de los Kennedy en Hyannisport, donde el autor recuerda haber visto de lejos al pequeño John correr con su triciclo al encuentro de su padre, quien solía llegar a casa en helicóptero. Entonces aún no eran amigos, aunque quienes sí se conocían eran sus respectivos progenitores, ya que el padre de Noonan trabajó en la Administración del presidente Kennedy como director de la US Small Business Administration. Sin embargo, el autor se enorgullece de haberse ganado la amistad con John sin que éste supiera la conexión entre sus familias, y cuando comenzaron a frecuentarse, en el verano de 1974, Noonan era el menos privilegiado de un grupo completamente ajeno a los problemas de los demás mortales. Tardes de esquí acuático, paseos en yate, buceo, pesca, cenas con langosta servida por un séquito de personal doméstico…

La adolescencia de John y sus amigos cercanos transcurrió en un mundo al margen del universo donde Jackie Kennedy Onassis siempre estaba dispuesta a tratar con devoción a quienes, como Noonan, entraban en él. Por aquel entonces, John aún no era objeto de deseo por parte de la prensa rosa, pero su hermana, Caroline, tres años mayor que él, ya había empezado a dar titulares. Curiosamente, tras el 18º cumpleaños de John -que acabó en la portada de los tabloides con una foto del joven en el suelo, junto a su amigo Noonan, de bronca con los paparazzi en Nueva York-, la atención hacia Caroline se difuminó y se concentró en John. La fiera defensa de la privacidad que caracterizó a Jackie O. fue heredada por Caroline, quien, tras casarse con el diseñador Edwin Schlossberg en 1980, consiguió mantenerse férreamente alejada del ojo público y aún hoy es uno de los nombres que aparecen con menos frecuencia en los papeles.

Sin embargo, la vida de John-John -"un nombre que él odiaba", cuenta Noonan- fue glosada y desglosada milimétricamente hasta el día de su trágica muerte. No obstante, su residencia de Hyannisport, llena de habitaciones cargadas de objetos antiguos, libros y arte, se convirtió en su refugio. "El comedor, donde solía cenar el presidente, y después, en su ausencia, Jackie junto a sus dos hijos […], fue el lugar donde John desarrolló, como un actor, su pasión por el debate y la conversación". Allí se reunió Noonan con John cada verano durante casi 25 años.

Pero tras contraer matrimonio en 1996 se sucedieron los rumores sobre los problemas de adicción a las drogas de su mujer, Carolyne, que nunca soportó el peso del apellido Kennedy. Noonan asegura que ella le alejó de él y de sus otros amigos, aunque no le culpa por ello. "Su vida empezó a cambiar, pero no se trataba de evolución. Yo sé que él no era feliz con el lote que le había tocado", escribe.

El libro se cierra con el funeral de John, tras el que Noonan se fue a celebrar el tercer cumpleaños de su propio hijo. "¿No fue así como John celebró su tercer cumpleaños, recién salido de un funeral [el de su padre]?", pregunta el autor. La muerte precoz le convirtió, al igual que ocurrió con su progenitor, en un mito como el de la canción de Dylan, eternamente joven.

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