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Reportaje:

A salvo de la ira talibán

Un filme relata la hazaña de nueve trabajadores por conservar los fondos de la filmoteca de Kabul

Ferran Bono

Cuando los talibanes entraron en Kabul colgaron en una céntrica esquina al último presidente comunista, Mohammed Najibulá. Corría el año 1996. No muy lejos se hallaba Afgham Films, la filmoteca afgana que funcionaba también como productora. Desde allí, el veterano cámara Sayed Abdul Mujood observó a una muchedumbre avanzando en la misma dirección. Salió a la calle y siguió la corriente con su cámara de cine. Llegó al lugar de la ejecución y empezó a filmar todo lo que veía.

"Iba con un chaleco de piel, pantalón y bien afeitado. Estaba rodando y oía cómo los talibanes hablaban conmigo. Yo me hacía el sordo. No sabían quién era. Uno dijo que venía de Pakistán; otro que era de la CNN. Los talibanes me rodearon y no dejaban de preguntarme. La cosa se puso muy difícil. Me escapé y me fui corriendo a Afgham Films. Si se enteran de que también era afgano, me cuelgan al lado de Najibulá".

Esas imágenes han permanecido inéditas 10 años. Ahora forman parte del documental Los ojos de Ariana, que relata cómo nueve trabajadores de la Filmoteca salvaron el patrimonio audiovisual de la historia de Afganistán.

Estos nueve, entre ellos Sayed Abdul, mantuvieron oculto el archivo cinco años, arriesgando sus vidas. "Nos amenazaron con que, si encontraban alguna película, nos quemarían con ellas", recuerda. Los talibanes mandaron destruir todo el archivo cuando llegaron al poder. La mayoría de los 140 trabajadores de la plantilla de Afgham Films tuvo que huir.

Los nueve que se quedaron prendieron fuego ante los ojos de los islamistas radicales filmes de ficción y no ficción checos, soviéticos, indios... sobre todo extranjeros. Amontonaban las latas en hogueras y destripaban las bovinas. Al mismo tiempo, guardaban los filmes documentales afganos. Películas rodadas a lo largo de los años que testimoniaban la vida y costumbres del pobre país asiático. Para ello, idearon dobles fondos en las paredes de la filmoteca. Llenaron los huecos, tabicándolos, repintándolos o empapelándolos. "Además, justo cuando alguien abría las puertas, éstas tapaban la pared hueca", señala Sayed Abdul, sentado en la sede de la productora Croma de Valencia, cuyo documental, rodado entre 2004 y la pasada primavera, ha sido preseleccionado en el festival de Sundance. El cineasta afgano Mirwais Rekab se levanta, abre la puerta de la productora e ilustra las palabras de su compañero. El cámara le observa, asiente y concluye su relato: "Lo hice para salvar una parte de la historia de Afganistán. Y porque es trabajo de años y años".

Él fue clave en el origen de Los ojos de Ariana, título alusivo a la labor de Afgham y al antiguo nombre del país, Ariana, la tierra de los arios. Ayudó a otro cámara, el realizador valenciano Ricardo Macián, cuando éste trabajaba cubriendo la guerra en Afganistán.

Antiguo enviado especial para Canal 9, Macián ha dirigido el documental, que se presentará en la Filmoteca valenciana el 2 de noviembre, por interés y por amistad con la gente de Kabul. "Fui varias veces a Afganistán con periodistas y por mi cuenta. Conocí la historia de la Filmoteca, a una gente fantástica, pese a las penurias que sufren, y me decidí a hacer la película para cine", apunta el realizador. Recibió una pequeña ayuda económica del Institut Valencià de Cinematografia y la compra de derechos por Canal 9. La pretensión es estrenarlo en salas comerciales.

El hilo conductor de Los ojos de Ariana es Sarwarthan, un viejo cuentacuentos analfabeto que conserva y transmite oralmente la cultura de su pueblo. Además del rescate del archivo de Afgham, el filme incluye imágenes del cortometraje Cinema Kabul, de Mirwais Rekab, una de las pocas filmadas dentro de Afganistán después de la aclamada Osama, de Siddiq Barman, director de Afgham antes de exiliarse en 1996. Rekab narra la historia de un niño que proyecta películas por Kabul valiéndose de un carrito y de un antiguo proyector. Los talibanes y la guerra destruyeron todos los cines. Ahora se han reconstruido algunos.

"Las cosas han mejorado, sí; bueno, un poco. La vida sigue siendo muy difícil y peligrosa en Kabul", añade Sayed Abdul.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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