El gran Gasol
Posee espíritu ganador. Una confianza ilimitada en sí mismo. Y sabe tomarse las cosas con calma. Son tres de las virtudes que le atribuyen a Pau Gasol los que le rodean. A mediados de agosto empieza el Mundial de baloncesto de Japón. España está entre los favoritos. Estuvimos 24 horas tras los pasos del 'crack' español en sus minivacaciones en Andorra
Aquel día fue más espectador que otra cosa. Jugó fatal. No lograba concentrarse. Allí estaba él, a sus 21 añitos, hipnotizado por esa silueta negra que ejecutaba movimientos con una elegancia nunca igualada en una cancha de baloncesto. Él jugando contra Michael. Sí, contra Michael Jordan, su máximo ídolo, el hombre al que considera el mejor deportista de todos los tiempos; el tipo que aparecía sacándole la lengua, en el aire, a punto de ejecutar un mate, en aquel póster que decoraba la casa de sus padres en Sant Boi (Barcelona).
"Cada noche, lo último que veía al apagar la luz eran los pósters de mis ídolos. Soñaba con ellos. Pero me decía a mí mismo que yo era demasiado flojo, demasiado enclenque para jugar en la NBA. Soñaba que me tocaban y que salía volando. Pero nunca imaginé que pudiera llegar a jugar contra Michael Jordan. Al final, acabé jugando contra casi todos los de mis pósters".
Michael, Larry, Magic, Shaquille. Nombres propios de leyendas del basket que acabaron poblando la vida de un chavalín que un día cruzó el charco cargado de ambición. Un tipo al que muchos auguraban que no sobreviviría más de una temporada en la aristocracia del baloncesto mundial, y que fue contestando con hechos ("Me gusta cerrar bocas; cuanto más me critican, más me enciendo; me encanta que los periodistas que van a por ti a la mínima que resbalas se tengan que comer su orgullo al día siguiente"). Jugador europeo que obtiene la mejor posición en el draft de la NBA en 2000. Mejor novato del año en 2001. Tres temporadas tirando de los Memphis Grizzlies, aupándoles a posiciones inéditas, alcanzando los play off. Y hace cinco meses, convocado por primera vez para el All Star Game, el partido de las estrellas de la NBA, el evento que reúne a los mejores del mundo en una cancha, conferencia Este contra conferencia Oeste. Fue el pasado 19 de febrero, ya una fecha histórica del basket español, el último peldaño en la imparable carrera de Pau. Acabó como máximo reboteador del partido: 12 rebotes en 14 minutos.
3.35 de la tarde, Pau apura la sobremesa en el hotel Art de Andorra. En su mesa, Pepiño, su preparador físico en España; Mike, el preparador enviado desde Memphis para comprobar si sigue en forma; Bojana, modelo serbia afincada en París, y Bufa, su compañero de correrías en Andorra, un refugio para Pau.
Tiene cara de cansado. Ayer fue la boda de Jasikevicius, el ex jugador lituano del Barcelona. Y, además, Pau celebró su cumple, 26 añitos. Quedan ya pocos días de vacaciones, la concentración con la selección española para el Mundial de Japón está al caer.
Lo primero que impresiona son sus pies, con esas gigantescas chanclas azules. Calza un 51 y medio. Luce una pequeña coletita recogida con un elástico.
A los famosos les suelen acosar para firmar autógrafos y hacerse fotos. Algunos intentan camuflarse, gorras, gafas de sol, lo que sea con tal de pasar inadvertidos. Houston, tenemos un problema: Pau no tiene manera de escaquearse. Sus 215 centímetros no ofrecen escapatoria. Y la verdad es que aguanta el chaparrón constante de peticiones con exquisita educación y respeto. Lo bueno es que, aquí en Andorra, le abordan bastante menos de lo normal. Están acostumbrados a verle desde hace seis años, siempre viene en fechas de verano, cada vez que se inaugura el campus de basket de Nike. Aquí se encuentra a gusto, con su amigo Bufa. Juan Carlos Navarro y Raúl López, sus compañeros generacionales de la selección, también se suelen dejar caer por aquí unos días.
A Jordan no pudo conocerle. El tradicional saludo entre rivales en la cancha, nada más. De hecho, una de las cosas que más chocaron a Pau al llegar a la NBA fue la falta de compañerismo. Lo distinto que era en eso a la Liga española. "El ritmo de partidos es tan frenético que no te da tiempo a nada". También flipó con los relojes caros, con las joyas que lucen con orgullo muchos jugadores. "Su cultura y educación son muy diferentes a la nuestra. Les gusta ostentar, llevar joyas brutales, coches cuanto más caros, mejor Yo tampoco soy muy normal en eso. No me gusta aparentar, ni hacer saber que tengo no sé cuantos millones en el banco".
5.35 de la tarde, el todoterreno negro con cristales tintados que Gasol conduce cruza la curva que da entrada al Polideportivo Comunal de Andorra. Entra en el estadio con andares de jugador de la NBA, lo que es. Los niños que juegan al fútbol se le van acercando por oleadas; a todos les choca la palma, camino del pabellón donde le esperan los elegidos, los que van a poder disputar unos minutos con o contra él. 51 chavales le rodean en el centro de la cancha. Parece un Jesucristo entre sus fieles. Arranca la pachanguita, y Pepiño, su preparador físico, empieza a temblar. "Hay que controlarlo porque Pau en seguida se pica", dice con su acento gallego, con su deje preocupado. Pues es verdad. Está jugando con niños de 11 años, pero compite.
"A mí me gusta ganar en todo, incluso al parchís. Soy muy competitivo. Si pierdo, me duele. Las cosas se tienen que hacer bien, cuesta lo mismo que hacerlas mal". Su hermano Marc, de 21 años, también jugador de baloncesto, lo corrobora. "No es nada buen perdedor". Todavía se acuerda de aquel día en casa de los abuelos. Marc tenía 13 años; Pau, 17. Estaban jugando a ver quien metía más triples. Ganó Marc. Pau, cabreado, tiró con todas sus fuerzas la pelota contra la pared. Reventó la tubería de los abuelos.Termina la pachanga en el polideportivo, y Nacho, con 11 años recién cumplidos, se acerca sacando pecho: "Casi le he puesto una chapa", espeta sin complejos. O sea, que casi le hace un tapón, quiere decir. ¿Ya será menos, no? "Bueno, he rozado el balón cuando iba a tirar". Dando sucesivas marchas atrás en su declaración según va encajando las preguntas, Nacho, un chaval de Majadahonda (Madrid) que calca dibujos con la silueta de Gasol y mide 1,53, acaba confesando que le intentó quitar la pelota unas cuantas veces, pero siempre le regateaba: "Es gigante, mucho más grande que en la tele".
Toca sesión de fotos con niños. Soporta con estoicismo que 518 chavales se sienten, uno por uno, junto a él para hacerse la foto. Una hora y cuarto posando con niño. Ése era uno de los grandes premios de los chavales que, desde toda España, se han venido hasta aquí, pagando 464 euros por pasar una semana entrenando. Y por volver con una foto con Pau.
Desembarcar en la NBA no fue fácil. Venía de ganarlo todo, y, con los Memphis Grizzlies, empezó perdiendo ocho partidos seguidos en dos semanas. El doble de los que perdió en toda una temporada en el triunfal Barça con el que ganó la Liga y la Copa. "Mis padres fueron un punto de apoyo muy grande. Yo me fui para allá con mucha ilusión, persiguiendo mi sueño, pero tuve que enfrentarme a un país nuevo, lejos de mis amigos. Después de un partido duro, volver a casa y tener ahí a mis padres y mis hermanos me daba mucha estabilidad". En la NBA, el primer año, nunca te llaman por tu nombre. Sólo te llaman novato.
"No me costó adaptarme. Por dentro, emocionalmente estaba tocado, pero el basket fue mi escondite, donde me evadía de los sentimientos de melancolía, disfrutaba jugando". Tuvo además que dejar atrás a la que entonces era su chica. "Fue mi primera relación. Quería intentar que se viniera conmigo, pero al final ella echó marcha atrás. Me dolió; tenía 21 años, y la eché de menos durante un tiempo. Fue difícil, pero también me hizo más fuerte, me hizo más duro".
8.10 de la tarde, cambio de polideportivo para entrenar. De ocho a nueve, Pau se tira una hora de reloj hablando por su teléfono móvil, dando vueltas en torno a un inmenso campo de fútbol rodeado de montañas, reivindicando su pequeño momento de evasión inalámbrica en una jornada plena de compromisos. A las nueve, las luces del gimnasio se encienden y empieza la paliza física. "Hay muchos jugadores de la NBA que no hacen nada durante sus vacaciones, pero hay otros, como Pau, que saben que deben aprovecharlas para mejorar", afirma Pepiño, mientras asiste al entrenamiento que hoy dirige el preparador de los Memphis Grizzlies, el afroamericano Mike Curtis.
Pepiño Casal cogió a Gasol cuando tenía 19 años, pesaba 89 kilos y medía 2,12, en el Barça de Aíto García Reneses. Hoy Pau tiene siete años más, mide 2,15 y pesa 117 kilos ("120 sería su peso ideal"). "Yo le veo más hombre, más maduro, más reflexivo", dice. "Pero si le tengo que dar caña, se la doy, y él tiene la misma actitud que cuando tenía 19 años".
Ya se ha independizado. Sus padres y su hermano pequeño, Adriá, que tiene 12 años y ya mide 1,80, viven en Memphis, pero él se ha hecho con un loft para vivir a sus anchas. "Estoy desarrollando mis aptitudes culinarias", dice. ¿Cuáles son? "Bueno, me gusta prepararme el desayuno: huevos, aguacate y zumito, y también cocino platos de pasta". ¿Salsa incluida? "Bueno, la salsa, de sobre, pero hay que estar ahí removiéndola durante cinco minutos para darle el puntillo ".
Un mecánico, un camarero y un hombre de negocios, del sector inmobiliario, son sus amigos en Memphis. Gente de lo más normal. No es fácil hacerse amigos cuando eres una estrella de la NBA, no sabes quién se acerca por amistad y quién por interés, dice. "Hay muchos agarrados que vienen a gorronear, siempre se cuela alguno. Tengo bastante buen instinto para esas cosas, pero alguna te meten". Cuando sale, se va a jugar al billar, a los dardos, al pimpón; pero ir al cine le agobia un poco, se acaba convirtiendo en una ceremonia de firma de autógrafos, prefiere alquilarse un DVD y verlo tranquilamente en casa.
El piano, hace tiempo que ya no lo toca. Sólo cuando viene en verano a España, a la casa de sus padres en Sant Boi. Estudió cinco años, de los ocho a los trece. Acabó sabiéndose una parte de El lago de los cisnes, pero ahora sólo es capaz de atacar lo más sencillo, aquellas primeras partituras de cuando tenía ocho años. "No era ningún Mozart", recuerda su hermano Marc, "pero lo que tocaba sonaba bien".
Por aquel entonces soñaba con ser científico. "Quería encontrar remedios para las grandes enfermedades". De madre médica y padre enfermero, siempre le gustaron más las ciencias. De hecho, empezó estudios universitarios de Medicina, pero tuvo que dejarlo para disgusto de Marisa, su madre. Esa vocación la ha canalizado enrolándose como embajador de Unicef, como portavoz especial para la lucha contra el sida. Su viaje en agosto de 2005 a Suráfrica es una de las experiencias que más le han marcado.
"Fue muy bonito y muy duro. Me impactó mucho ver cómo están los niños ahí, sin nada y felices. Vas allí y te da un toque fuerte. ¿Estamos locos? Niños huérfanos con sida, niñas violadas que tienen el sida Y aquí nos quejamos de tonterías, que es un error muy humano; pero te tienes que parar a pensar, y decir: qué suerte tengo. Esos niños han contraído la enfermedad indirectamente, no es que hayan cometido un error y lo estén pagando, están marcados, están predestinados a morir, y eso me duele bastante, por eso me asocié a esa causa".
10.40 de la noche. Toca salir a cenar, al Budda, el restaurante-discoteca chic de Andorra. Bufa, Mike, Pepiño, Bojana y algunos amigos más se sientan a su mesa, en un reservado del restaurante. La cena se alarga, el vino corre y los licores alimentan el espíritu. A la 1.30, Gasol entona un emocionado "A tu lado / me siento seguro", célebre clásico de OT, en sobreactuado y sentido dueto junto a su amigo Bufa.
"Nos gusta ir a pasar unos días juntos a Andorra, estamos muy cómodos", cuenta Juan Carlos, La Bomba Navarro, su gran colega, el jugador con el que ha compartido tantos momentos de gloria, desde aquella gran primera victoria conquistada en el Mundial júnior de Portugal, en 1999. Allí estaba el germen de esa nueva generación de cracks del basket español. Gasol, Navarro, Raúl López "Sí, a los tres nos gusta salir cuando estamos allí de vacaciones", cuenta Navarro. "Pau es el más cachondo. Raúl es más reservado". Dice La Bomba que Gasol ha cambiado a mejor, que sigue siendo un tío muy tranquilo a pesar de todo lo que se le ha venido encima, que su relación es la de siempre, todo el día picándose y metiéndose pullas en las concentraciones de la selección española (siempre comparten habitación). "Pau es muy grande en todos los aspectos", dice.
11.10 de la mañana. Pau baja por las escaleras del hotel junto a Bojana y empieza la ceremonia de las fotos y los autógrafos. Quiere un zumo de naranja, pero Pepiño le dice que mejor que no lo pida, lo han exprimido a primera hora de la mañana y ya habrá perdido todas sus propiedades. Una coca-cola y una tortilla francesa, ese va a ser su desayuno hoy antes de salir para el polideportivo, donde entregará los premios a los niños que han acudido al campus de basket Nike 2006.
La conocida marca de zapatillas es tan sólo una de las cinco empresas a las que hoy por hoy presta su imagen. Además de Nike, están Electronic Arts (videojuegos), Ssangyoung (coches), Costa Blanca (Turismo Alicante) y Time Force (relojes). Hay otras dos marcas al caer, según confirma Enrique Rodríguez, de la agencia que le lleva estos asuntos, Metaimage: una gran superficie y una entidad financiera. Pero Pau, además, ya es una marca por sí mismo. Desde hace un mes tiene incluso un logo: su nombre, coronado por un balón partido por la mitad. "Eso crea valor", dice Rodríguez; "donde esté el logo, está Pau". Su dimensión como icono publicitario no hace otra cosa que completar (en Metaimage no quieren dar cifras) sus ya de por sí cuantiosos ingresos como jugador: renovó con los Grizzlies hace un año y firmó un contrato por importe de 86 millones de dólares en seis años.
Además de logo, a sus 26 años, ya cuenta con una biografía: Gasol por Pau Gasol. El partido de mi vida, escrita por Jesús Sánchez y Fernando Carreño. Jesús Sánchez le conoce desde que era júnior: "Lo mejor que se puede decir de él es que sigue siendo Pau".
12.15 del mediodía. Gasol sigue con entusiasmo el concurso de mates de los niños, bromea con los monitores. Es un mito entre estos últimos desde aquel año en que se gasto 6.000 euros en alquilar un autobús para llevar a los 25 monitores del campus a cenar a un restaurante del Llac d'Engolasters, en las montañas. Mike, el preparador físico de los Grizzlies, se machaca un poco en el gimnasio. La noche de ayer fue más larga de lo esperado, no está acostumbrado, y hoy tiene que quemar toxinas. "En estos momentos, en sus vacaciones, Pau puede salir una noche y no pasa nada, es un hombre joven y sano", dice Curtis, con la frente perlada de gotitas de sudor. "Durante la temporada sería imposible, no tendría tiempo de recuperarse si saliera de fiesta. No obstante, en los clubes sólo podemos advertirles, porque son adultos, no podemos obligarles a nada". Curtis trabaja en estos días los abdominales, la baja espalada y los glúteos de Pau. Ésa es la parte que hay que reforzar para que pueda mantener bien la posición frente a los musculosos y pesados pívots de la NBA.
1.25 de la tarde. Sesión de fotos. Pau se coloca una camiseta rosa y todos le empiezan a disparar bromas. "Te estoy apeteciendo, ¿eh?, ahora sí que te estoy apeteciendo", bromea con un amigo, sacando los labios en plan travestón, meneando la cadera, brazos en jarra. "¡Qué pasa, neeeeng! ¡Que te están llamando, neeeng! ¡Te informo que te están llamando, neeeng!". Es el tono de su teléfono móvil, que suena en plena entrevista. Su madre. "Hola, ¿qué tal, mamá?".
Generación NBA
Por Robert Álvarez
La mitad de los internacionales españoles que competirán en el Mundial de Japón ya están en la órbita de una Liga que idealizaron viendo por televisión a Michael Jordan y compañía.
El 30 de agosto de 1990, Jordi Villacampa estaba que echaba chispas. No había ganado aún ninguno de los seis títulos con los que coronó su carrera, pero ya entonces encarnaba la esencia de la NBA, una Liga de otra galaxia hasta para los mejores jugadores del baloncesto español. Competir con aquellos "extraterrestres" sonaba a poco menos que una broma. El que por entonces era el mejor jugador español de todos los tiempos, Fernando Martín, lo había intentado, pero sólo pudo disputar 146 minutos con los Portland Trail Blazers durante la temporada 1986-1987.
Villacampa acabó jugando el amistoso y pudo fotografiarse junto a Jordan. Villacampa es ahora el presidente del DKV Joventut y se ve en la necesidad de desplegar toda su experiencia e influencia en los despachos para evitar que un jugador de su equipo, Rudy Fernández, se marche a la NBA. Aquella Liga de otra galaxia ya empieza a ser un destino natural para los mejores jugadores españoles del momento.
La mejor prueba de la veta que ha encontrado la NBA en Europa y en España está en la selección española del Mundial que se disputa en Japón del 19 de agosto al 3 de septiembre. Más de la mitad de sus componentes están fichados o controlados por la mejor Liga del mundo. El éxito de su líder, Pau Gasol, tiene mucho que ver en el creciente interés de los equipos de la NBA.
A Gasol, el pívot español ya consolidado en la NBA, que disputó el último All Star y en torno al que se construye todo un equipo como los Grizzlies de Memphis, le ha seguido el base José Manuel Calderón, que ha superado su primer año como novato con los Raptors de Toronto, el mismo equipo que ha fichado a un jugador ya consolidado como Jorge Garbajosa. El base tinerfeño Sergio Rodríguez, de 20 años, ya se ha comprometido para disputar las dos próximas temporadas con el Portland Trail Blazers siguiendo la estela de Raúl López, cuya etapa en la NBA, con los Utah Jazz, fue truncada por una lesión. También desean dar el salto jugadores como Rudy o Fran Vázquez, o Juan Carlos Navarro, que en 2002 fue escogido en el draft por los Washington Wizards, entonces dirigidos en los despachos precisamente por Michael Jordan.
Todos ellos pertenecen a las primeras generaciones de chavales españoles que pudieron ver partidos de la NBA en directo a través de la televisión. Ellos forman ahora el núcleo de la selección que va a intentar subir por primera vez al podio en un Mundial y superar el cuarto puesto de 1982 en Cali, la mejor clasificación lograda por España en este torneo.
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