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Un mafioso de otros tiempos

Guillermo Altares

En el caserío donde se escondía Bernardo Provenzano, la policía encontró dos objetos pertenecientes a otros tiempos: una lupara (una escopeta de caza con dos cañones, muchas veces recortados) y una máquina de escribir para redactar los pizzini, los papeles con los que el jefe de la Mafia se comunicaba con el mundo exterior y que, dicen los expertos, ha sido uno de los factores que le han permitido permanecer tantos años fugado.

Durante décadas, antes de la llegada de las pequeñas ametralladoras Uzzi, de los fusiles de asalto, de las pistolas automáticas, la lupara ha sido el arma de la Mafia en Sicilia, el instrumento con el que los padrinos imponían el terror, el silencio y ejecutaban las venganzas.

La lupara de Provenzano fue hallada en una de las habitaciones que utilizaba como escondrijo y se encontraba en perfecto estado y preparada para ser utilizada. La policía científica estaba analizándola ayer. Sobre una vieja mesa de madera, se encontraba otro objeto sacado del pasado: una máquina de escribir Brother Ax-410, que utilizaba para sus mensajes codificados.

Como el jefe de la banda que Martin Scorsese describe en Uno de los nuestros, el boss siciliano no utiliza el teléfono, por no hablar de cualquier otro medio de comunicación contemporáneo. Su conexión con el mundo exterior eran los pizzini, unos papeles en los que escribía, siempre en clave, sus órdenes. Una tupida red de colaboradores se ocupaba de hacer que llegasen a su destinatario: a veces tardaban unas horas, a veces recorrían durante semanas distancias mínimas. La policía cree que también circulaban mensajes falsos para tratar despistar a los investigadores.

"Gracias a Dios"

En el caserío de la Montagna dei Cavalli, las fuerzas de seguridad han encontrado numerosos pizzini, que han sido trasladados a Palermo para ser analizados a fondo. Provenzano incluso llevaba varias de estas notas encima, en los bolsillos de los pantalones, cuando fue detenido. Al final de los pizzini, siempre escribía: "Gracias a Dios", y le confiaba su protección. Ése es otro signo de que Provenzano, llamado Binnu u Tratturi (Benito el Tractor) por su perseverancia y su brutalidad cuando escalaba posiciones en la Cosa Nostra, es un mafioso de otros tiempos.

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Numerosos objetos religiosos han sido encontrados en su escondrijo: varias biblias, manoseadas y anotadas (una de ellas estaba abierta en el Evangelio de Lucas, capítulo 6, versículos 44-46), un retrato del padre Pío sobre la cama, imágenes de santos y un rosario de madera. La profunda religiosidad del capo ha irritado a la Iglesia católica de Sicilia. El cardenal de Palermo, Salvatore Pappalardo, recordó anoche en la RAI, la televisión pública, que Provenzano "será juzgado primero por la sociedad pero luego por Dios".

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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