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Entrevista:JUAN CARLOS DEL OLMO

Un ecologista en la trinchera

A los 15 años anillaba rapaces, luego fue un ecologista activista de manual y recorrió la naturaleza de polo a polo. Hoy, como secretario general de WWF-Adena, sigue luchando contra un Mediterráneo saturado de cemento, la escasez de agua o el resurgir de la energía nuclear.

Creció anillando aves y trepando rocas para llegar a los nidos de rapaces. Se encadenó en el parque de Monfragüe para protestar contra la reforestación salvaje que sustituía alcornoques por eucaliptos, y siendo casi un adolescente ocupó la hermosa finca de Cabañeros, hoy parque nacional, para evitar que se convirtiera en un campo de tiro de la OTAN. Participó en los primeros censos del lobo y lince ibérico, y todavía hoy no puede soportar el destrozo de las cosas hermosas del planeta. Lo que se dice una radiografía inequívoca de ecologista militante, aunque él prefiere decir "activista del medio ambiente". Juan Carlos del Olmo se acerca a los 40 años y a su primera década al frente de la asociación WWF-Adena con el espíritu combativo de un hombre que ha hecho de la naturaleza su vida y del activismo para defenderla una herramienta.

"No sólo hay que dejar de construir, se tiene que empezar a tirar. Hay que parar el carro y salvar lo que queda"

Tiene el aspecto de un boxeador al que todavía no han tocado la cara, y fama de ser un magnífico fajador, un luchador tenaz que pelea sin desaliento cuando se trata de defender un objetivo; pero los que le conocen bien destacan su talante conciliador y su alergia manifiesta a los conflictos inútiles. Sus armas de lucha son hoy los estudios de expertos científicos, la comunicación y una tozuda insistencia con la Administración a la hora de denunciar atropellos en la naturaleza.

Del Olmo decidió, en su momento, "pasar de universidad" y enrolarse en el mundo de las productoras de televisión y documentales de naturaleza, contagiado, como tantos jóvenes de su generación, por la pasión y entusiasmo de Félix Rodríguez de la Fuente. El resultado fue su intervención en dos series de TVE, De polo a polo y La España salvaje -en la que colaboró el príncipe Felipe-, y un conocimiento de primera mano de los ecosistemas de medio mundo, de las selvas tropicales a los hielos polares, de los pantanales y anacondas latinoamericanos a los inuits del polo Norte. Una vivencia que le marcó para siempre.

Ese amor desde pequeñito a la naturaleza ¿le viene de una familia ecologista?

No, en absoluto. Soy hijo de militar, pero crecí en un ambiente relajado; lo contrario del estereotipo de lo que puede ser un ambiente militar. Mi padre era estupendo y muy comprensivo con estas cosas.

¿Cómo llevaba lo de tener un hijo ecologista que se encadenaba a los tractores y se enfrentaba a las fuerzas del orden?

Siempre fue muy tolerante, lo llevaba bien; con cierta preocupación, porque en aquella época era difícil de comprender que, en vez de poner mis fuerzas en el estudio, las pusiera en irme los sábados, a las cinco de la madrugada, a anillar aves al campo…

Pero la ocupación de Cabañeros iba contra los intereses del ejército, que quería convertir la finca en un parque de tiro de la OTAN…

¡Ja, ja!, con mi padre tenía algunas diferencias… Aquello era un poco revolucionario para un país que venía de un mundo rural donde todo lo que fuera cemento significaba progreso, y que un hijo te diga que eso no es tan bueno y que había que hacer otras cosas creaba grandes debates familiares; alguna bronca tendría. De Cabañeros se decía que no tenía valor alguno. Es lo que siempre se hace: se le quita el valor a las cosas y luego se puede hacer cualquier actuación… Así que lo primero que hicimos fue situarla en su importancia biológica y científica. Y como la finca era privada, un grupo de personas nos colamos en ella, un monte cerrado que te destrozaba, y fuimos censando las aves, nido por nido, hasta descubrir que allí estaba la segunda colonia de buitre negro más grande del mundo. Eso hizo que Cabañeros se conociera internacionalmente. Luego hubo una movilización generalizada de los ecologistas y vecinos de la zona; ocupamos la finca, y cuando se decía que el ejército iba a entrar hicimos una tontería, pero que dio mucho juego en la prensa. La finca estaba ocupada sólo en parte, pero para que pareciera que lo estaba en su totalidad, otros activistas, en realidad éramos dos personas, íbamos corriendo por las noches de un sitio a otro, tirando bengalas marinas desde distintos puntos para aparentar que había 20 grupos.

Desde este activismo ecologista ¿cómo fue su evolución hasta llegar a WWF-Adena, una organización con implantación en 100 países y millones de socios, pero que no tiene fama de radical precisamente?

Mi pasión era anidar grandes rapaces, así que desde muy joven empecé a censarlas, y anidar los pollos de un águila imperial o bajar un nido de águila real en un acantilado de Cuenca o Aragón era algo apasionante. Me hice un anillador experto, y eso me llevó a desplazarme por toda España durante un montón de años, a moverme por barrancos y cañadas. Y fue estupendo porque ahora no necesito viajar, tengo toda la información en la cabeza; la he mamado en el campo con los guardas, los vecinos, los cazadores. Porque luego, a finales de los setenta, con 17 o 18 años, hice los primeros censos de lince y lobo en España y me metí en el mundo de las fincas, de la caza mayor, aprendí el lenguaje de los cazadores… Pero todo eso se me quedaba muy corto al ver que una naturaleza fantástica se estaba destruyendo y me obligó a entrar en acción. Yo trabajaba ya en la red de linces de Adena, y entonces había un movimiento ecologista muy combativo, aunque muy atomizado, y fui pasando por todas las organizaciones. Luego empecé a trabajar en el mundo del documental de la naturaleza, que considero una herramienta más en la defensa medioambiental, un mecanismo para llegar a la gente. Y entonces surgió la oportunidad de dirigir WWF-Adena, ser su secretario general en un momento un poco complicado para la organización.

Entonces era una organización bastante elitista y usted se propuso cambiarla. Diez años después ¿lo ha conseguido?

Ahora, cuando miro hacia atrás, me da un poco de vértigo, porque he tenido que gestionar y dirigir equipos y no tenía mucha experiencia; pero he aprendido a moverme en un contexto internacional, que es algo que le falta al ecologismo español. Ha sido una experiencia muy enriquecedora. En cuanto al cambio, espero haberlo conseguido… WWF-Adena está ahora más en la calle, y maneja dos niveles, la denuncia de los problemas medioambientales y el desarrollo de los proyectos. Tiene una red de voluntarios muy grande que la apoya en toda España y hemos reforzado el trabajo en los medios de comunicación. Pero también creo que tiene un nicho, como las golondrinas o los vencejos: todos vuelan al tiempo, pero cada uno tiene su altura…

¿Y cuál es su nicho actual? En 1996 tenía 13.000 socios y un presupuesto de 170 millones de pesetas.

Ahora estamos casi en 20.000 socios de pago y un presupuesto de cerca de cinco millones de euros. Y hemos intentado diversificar las fuentes, apostar por los socios y donantes particulares, pero también trabajar con grandes donantes. Y luego están las empresas, las fundaciones y las cajas que financian programas concretos.

Da la impresión de que las ONG ecologistas van muy por detrás de las de ayuda al desarrollo o emergencias, cuya conciencia ha calado muy fuerte en la sociedad española.

Es cierto: en Holanda, WWF tiene 800.000 socios; en Italia, 400.000, y en Gran Bretaña, muchísimos más. En España, entre todas las organizaciones de medio ambiente no llegamos a 120.000 sobre una población de 44 millones. Es ridículo. Pero las ONG de desarrollo han contado con la ayuda de la Administración, y las asociaciones de medio ambiente son muy incómodas, hasta las más moderadas, porque cada vez que hablan afectan a intereses muy concretos, y no ha habido intención alguna de apoyarlas. ¿Por qué las asociaciones ecologistas no acceden al IRPF? ¿Por qué el medio ambiente no se entiende como un fin social en la casilla del IRPF? Pero valoro mucho la excelente relación que existe ahora entre las organizaciones ecologistas, sobre todo las cuatro o cinco más grandes (Greenpeace, SEO-Birdlife, Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra y WWF-Adena), que nos hemos propuesto coordinar estrategias y tener una misma voz en temas importantes. Tenemos poca gente y recursos, así que es muy necesario crear alianzas.Ya veo por qué tiene fama de conciliador y buen negociador…

Una característica esencial de la organización es crear alianzas a todos los niveles: con los ecologistas, con los Gobiernos que quieran sumarse, con las empresas dispuestas a avanzar por el camino correcto, con las organizaciones de desarrollo… Es fundamental, respetando la forma de ser de cada uno, porque somos una mosca ante lo que está ocurriendo. Hemos perdido mucho tiempo en tonterías, debates y discusiones estúpidas entre los que tenemos unos objetivos comunes. Y digo lo mismo con las empresas.

Ahora hay muchas empresas que quieren lavarse la cara con una etiqueta ecologista en sus campañas de publicidad…

Es verdad que hay empresas que quieren hacer sólo un lavado de imagen, pero existen diferentes niveles. Se puede trabajar con el mundo de la empresa y llegar a acuerdos. Por ejemplo, nosotros estamos trabajando con el sector de la madera. Tenemos una campaña muy fuerte contra la tala ilegal de bosques, apoyamos a los productores de madera de África para que trabajen de forma sostenible, trabajamos con los ayuntamientos y empresas en España para que compren la madera responsablemente -certificada internacionalmente-. Pero también necesitamos trabajar con los compradores; hay que ayudarles a identificar la buena y la mala, y las empresas pueden apoyarnos. Eso es influir en la política. Y lo hacemos igual en cambio climático con las grandes empresas del sector eléctrico, porque una de las cosas que tenemos que hacer es influir en el mercado.

Ya que habla del sector eléctrico… Dado el agotamiento de los combustibles fósiles parece que hay un gran interés en resucitar la energía nuclear. Joaquín Almunia ha pedido en la UE que se inicie un gran debate, sin tapujos, sobre la energía nuclear, en el que participen Gobiernos, nucleares, ecologistas y ciudadanos. ¿Qué piensa?

Pensamos que al albur de la situación energética hay intereses muy fuertes para reabrir el debate de la energía nuclear, en resucitarla. Pero hablar de una fuente como la nuclear, que no es sostenible, que se agota -porque las previsiones de uranio se calculan en 30 o 40 años-, que es sucia e insegura, por mucho que digan, y que va a dejar a cientos o miles de generaciones futuras un legado envenenado, hay que pensárselo mucho, sobre todo cuando parece que hay otras energías más limpias. Pero hay muchos intereses en evitar que las energías renovables sean la sustitución.

Es que los consumidores de los países ricos quieren energía abundante y barata, y parece que las renovables, hoy día, están lejos de poder suministrarla.

En este momento, la energía nuclear supone el 13% de toda la que se produce en el mundo, y se calcula que el 20% de la energía que consumimos la despilfarramos. Sólo con políticas de ahorro energético y eficiencia se podría eliminar ese porcentaje de las centrales nucleares actuales. Pero en un país como el nuestro, con un aumento desaforado de consumo energético, lo primero que hay que hacer es aplicar políticas de ahorro energético, cambiar el modelo en el que vivimos y apostar fuerte por ello. Hay que desincentivar el uso del vehículo, y después, la posible inversión que pueda hacerse en nucleares ponerla al servicio de las energías renovables. Veremos qué pasa si los 2.000 millones de euros que cuesta montar una central nuclear los dedicamos a investigar energías renovables, porque la nuclear es una energía totalmente subvencionada, y eso se oculta.

Ustedes critican que una etapa de sequía como la que ahora vive España no se aproveche para reconducir la política hidrológica. Con medio millón de pozos ilegales, construcciones salvajes en el Mediterráneo, cientos de campos de golf proyectados…, ¿cree que todavía se puede reconducir?

Está claro que en un país como el nuestro, mediterráneo y con unas previsiones de cambio climático que hablan de precipitaciones más cortas y temperaturas más altas, vamos a tener que enfrentarnos, en 20 o 40 años, con un escenario muchísimo peor que el actual, porque los tributarios de los arroyos van a tener mucha menos agua o van a desaparecer. En España hay un fracaso total de la política del agua, que ha sido hidráulica desde el siglo pasado, basada en la oferta y en las grandes obras de ingeniería. Es el país del mundo con más porcentaje de presas por habitante, y todavía el Plan Hidrológico Nacional contemplaba más de 120 nuevos grandes embalses, cuando es una política fracasada en todo el mundo. Nosotros estamos promoviendo con los ayuntamientos una cosa muy tonta, un aparatito, un perlizador, que se coloca en el grifo; sólo cuesta dos euros y ahorra el 50% del agua.

Pero eso es el chocolate del loro… El consumo doméstico es mínimo comparado con la enorme cantidad de agua que se pierde en las conducciones o en cultivos inadecuados.

Pero es significativo porque implica la importancia que da la sociedad al agua. Es igual que cuando sobrevuelas de noche España y ves todas las luces a tope porque se considera un signo de progreso, cuando es un problema de nuevos ricos que identifican progreso y bienestar con consumo y derroche. El ahorro del agua en las ciudades no es la madre del cordero, pero también es importante cuando te enfrentas a un escenario en el que cada gota va a ser vital. Es cierto que no puede ser que el Canal de Isabel II [suministrador de agua a Madrid] reconozca que está perdiendo el 20% de agua en las canalizaciones. Una gran parte del agua se va por las conducciones viejas; pero el gran problema está en la agricultura, donde se consume el 80% del agua y se pierde del 30% al 40% en el camino. Tenemos una agricultura pensada para competir con la agricultura europea y captar subvenciones, y en muchos casos con cultivos como algodón, fresa, maíz o remolacha, que necesitan una enorme cantidad de agua. Hay que definir un nuevo modelo de desarrollo agrario, y no puede pasar por seguir aumentando el regadío, que resulta muy rentable, económicamente y en votos. Tendrá que ser un modelo acorde con el país y los tiempos que vivimos y las predicciones del cambio climático.

Más que planificar el desarrollo agrario, que también, parece que habría que planificar el territorio. Y podemos hablar de la construcción desmedida en el Mediterráneo y de lo que eso supone, no sólo para el agua.

Es cierto, hay un problema de planificación del territorio, de definir hacia dónde tiene que ir el desarrollo. En el caso del litoral tenemos un problema: que las competencias en materia de vivienda y urbanismo están totalmente transferidas, y eso en unos casos es bueno, porque te acerca a la realidad del territorio, pero en otros es muy malo. Yo creo que donde hay mecanismos para hacer que se cumpla la ley, como es la ley de costas -que no se cumple-, hay que aplicarla a rajatabla. El problema es que situaciones de corrupción como la de Marbella están muy extendidas. Y no pasa sólo en las costas. El cóctel de la relación entre poder y constructoras es letal para el medio ambiente. Estamos viendo prácticas increíbles, municipios donde llegan las constructoras y ofrecen 500 millones de pesetas por un olivar, y si lo recalifican, 1.000 millones… Están creando grupos de presión que a veces se convierten en partidos políticos y acaban desempeñando un papel en el gobierno municipal. Es un nivel grande de perversión que rompe el modelo de desarrollo. Los ayuntamientos dicen que tienen que vender suelo y urbanizar para poder financiarse; pero es un problema viciado porque, cuanto más urbanizan, más servicios tienen que dar y más se endeudan.

Ustedes han pedido para el litoral mediterráneo una ecotasa turística, una moratoria en la construcción de viviendas y puertos deportivos, y el cese de la regeneración descontrolada de las playas. ¿No es como pedir la luna?

Ya lo veremos… Cuando hace 10 años hablábamos de la necesidad de reducir las emisiones de CO2 por el cambio climático nos tachaban de alarmistas; incluso se negaba el cambio climático, y hoy nadie lo pone en duda. La moratoria es factible, en lugares como Lanzarote y otras islas se ha planteado porque la gente ha dicho ¡basta! El nivel de saturación de la población con la barbarie de la construcción cada vez es más alto. Nosotros creemos que lo que hay que hacer ya es parar, parar el carro, salvar lo que queda. No sólo hay que dejar de construir, sino que, ahora que está muy de moda, hay que empezar a deconstruir, empezar a tirar. Hay que restablecer espacios naturales y costeros, hay que recuperarlos. Igual que en el caso del agua hay que empezar a liberar ríos y quitar embalses y presas inútiles, hay que empezar a liberar litoral. No creo que sea algo tan utópico. Lo que hay que lograr es que la opinión pública se exprese mucho más fuerte, porque ahora sólo se escucha el poder del dinero, que es la única razón que impera.

¿Qué está pasando con los puertos para que también pidan una moratoria?

Cuando hablamos de destruir el litoral no son sólo las 600.000 viviendas que quieren hacer entre Valencia, Murcia y Almería, con la carretera de Vera como gran vía de penetración, destruyendo hábitats únicos e intocados porque la autopista va a llegar a lugares vírgenes de Murcia y Almería. Los puertos deportivos son un reclamo -igual que los campos de golf- para los complejos urbanísticos, y hay un montón proyectado con un gran impacto ambiental. Se está destruyendo la dinámica litoral y las playas, porque se extrae arena de los fondos marinos -muchos protegidos por la Unión Europea-, en donde está la posidonia y se crían los peces, para regenerar las playas alteradas por la construcción de puertos. Es una locura.

¿Y qué sucede con el puerto de Sevilla y el dragado del Guadalquivir?

En el tema de los puertos hemos presentado varias quejas en Bruselas, y una de ellas está relacionada con el hecho de que se desplaza la infraestructura del puerto, a veces a zonas naturales muy importantes, y el terreno público queda liberado y se recalifica para construir. El Guadalquivir se viene dragando desde hace muchos años para el acceso de barcos, pero ahora se quieren dragar 90 kilómetros y hasta nueve metros de profundidad del río que es la arteria femoral de la marisma de Doñana, el entorno que provee de agua a todo su ecosistema y las playas del golfo, y eso significa su muerte. Y se pretende justificar con la excusa de que van a llegar nuevos barcos, cuando los puertos de Cádiz, Málaga y Algeciras no tienen el volumen de negocio que necesitan.

Hace unos meses, los dirigentes ecologistas salieron encantados de su encuentro con el presidente Zapatero, quien se comprometió a abrirles las puertas de distintos ministerios. ¿Ha cumplido?

En unos casos sí y en otros menos…

Ya, por eso acaban de dar un suspenso global al Gobierno en medio ambiente…

En realidad, Zapatero es el primer presidente que ha mostrado sensibilidad por el medio ambiente; pero después de valorar lo hecho por el Gobierno tras dos años de legislatura, el resultado es decepcionante. No basta con que el Ministerio de Medio Ambiente haya impulsado importantes avances en cambio climático, agua, o en el rigor de las declaraciones de impacto ambiental, que eran un coladero. Y también que haya mejorado mucho el acceso a la información. El problema es que el medio ambiente parece quedar fuera de las políticas del resto de los ministerios, y sobre todo de los que son claves para el desarrollo sostenible de un país, como Industria, Fomento y Agricultura. Y en este último hay tímidos cambios, pero hace falta una revolución hacia la sostenibilidad, porque el modelo agrícola no vale y el modelo pesquero es insostenible; así, con todas las letras. Y como la situación en medio ambiente es, en algunos aspectos, crítica, estamos convencidos de que el Gobierno en su conjunto puede y debe hacer mucho más.

Un modelo pesquero insostenible. Están a punto de desaparecer especies irreemplazables, como la anchoa del Cantábrico o el atún rojo del Mediterráneo.

La anchoa se ha pescado hasta agotarla, y con el atún rojo ocurre algo parecido. El principal problema del ministerio es que no considera las pesquerías como fauna salvaje; se gestionan como un recurso, sin atender a los equilibrios de los ecosistemas. Y ocurre que nos estamos comiendo los grandes predadores del mar, los peces espada, los atunes, los que están arriba de la cadena trófica; lo que en la tierra serían los tigres y leones, las especies más rentables. Y están desapareciendo a una velocidad bestial. En el caso del atún rojo, la perla de los atunes, se están haciendo granjas no de piscicultura, sino de engorde. Siempre se ha pescado en las almadrabas con un sistema sostenible de más de 2.000 años de antigüedad, pero ahora se capturan los escasos alevines en una zona de cría, se meten en jaulas de engorde en el mar y los alimentan con otros peces hasta que alcanzan los 500 kilos. Entonces los matan y los envían, casi todos, a Japón.

Me han contado que a veces no aguanta tanto despacho, que le sale el chico montaraz que lleva dentro… ¿Se escapa a la cercana Casa de Campo?

Imposible, aquí cuando entras no hay salida, esto es una trituradora… Pero me considero un activista y me corroen las entrañas ver lo que está pasando, me compensa mucho hacer esto. A veces recargo las pilas los fines de semana y me voy a ver verde con mi hija de cuatro años, que es una fanática del campo. Claro que con un padre tan pesado me da miedo que me salga constructora…

Del Olmo, en el humedal madrileño donde se han observado hasta 43 especies de aves acuáticas.
Del Olmo, en el humedal madrileño donde se han observado hasta 43 especies de aves acuáticas.ANA NANCE

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