"Es el paisaje el que empuja al argumento del cuento"
La escritora Annie Proulx (Norwich, Connecticut, 1935) ha tenido que esperar a que llegara la redención del cine de Hollywood para globalizar su más que demostrado prestigio y calidad literarios; ella empezó a escribir ficción pasada la cincuentena, y con apenas una decena de libros a su haber, el Pulitzer y el Nacional Book Award (ganados por su novela Atando cabos), y este único relato llevado al cine, se ha convertido en un revulsivo de las convenciones, de la moral americana y los devastadores prejuicios del sistema. El amor entre dos vaqueros en medio de un paisaje poderoso y agreste, las incomprensiones de la sociedad y sus propios fantasmas terminan por llevar a un trágico desenlace de tintes clásicos en su épica de intimidades rotas.
"Cuando conocí a Ang Lee tenía miedo; no pensé que sería capaz de verter el cuento en una película" "Conozco a gays en pueblos pequeños de Wyoming que viven bien en pareja, pero hay otros a los que no les va nada bien"
Directa, elegantemente irónica, con una palabra tan afilada y concisa como su verbo escrito, Proulx ha dado en la diana del amor propio del norteamericano medio, ha puesto una pica en Flandes y ha legado a la literatura contemporánea un ejemplar relato del amor, su ausencia y su carga de dolor. El cuento Brokeback Mountain, que ahora recupera Siglo XXI Editores, fue publicado originalmente en la prestigiosa The New Yorker. La película basada en el relato se estrena el próximo viernes en España con el título En terreno vedado y opta a siete candidaturas a los Globos de Oro, premios que se darán a conocer esta madrugada en Los Ángeles.
Pregunta. Da la sensación de que no hay muchas esperanzas en Wyoming, el lugar en el que se instaló en los años noventa. Su paisaje es el de una América desprotegida ante los vientos y ante su propia gente, donde el futuro es incertidumbre.
Respuesta. Ahora hay alguna esperanza, cuando las generaciones cambian. Veo que la gente joven cambia las cosas y así pueden suavizarse. Hay que esperar a que toda esa gente conservadora esté ya en otro sitio.
P. Desmonta usted de una vez aquello del oeste clásico y casi heroico; en su horizonte sólo hay perdedores. Con esa materia prima dudo que John Ford pudiera haber hecho uno de sus clásicos sobre el lejano Oeste.
R. ¡Lo habría tenido muy difícil, le habría costado mucho trabajo! Un poco sí tengo esa intención de desmontar el tópico, y la clave está en una frase de un personaje del libro que dice: "Por aquí con la realidad se puede hacer bien poco".
P. "Cuando cruzaron el pequeño Laramie, la señora Tinsley se puso en pie y arrojó a la chiquilla llorona a las aguas"
[frase del cuento Quienes viven en el infierno se conforman con un trago de agua]: ¿alguien le contó esto alguna vez? A mí no me dejó dormir esa imagen.
R. Pues fue real. Es una historia del siglo XIX. Aquella mujer arrojó su hija a la corriente y ya no supo más de ella, nadie supo decirme nada más de esta historia, y ahí está la semilla de ese cuento, luego lo incluí en el relato. Algunas personas me han dicho: "¿Cómo ha sido capaz de imaginar una brutalidad así?". Entonces les tengo que contar que es cierto.
P. En un principio estuvo usted reacia a dar su permiso para que se hiciera el guión de la película, y que pasaron siete largos años hasta que un director se decidió. ¿Está contenta con el producto cinematográfico? ¿Ganará premios?
R. Claro, estoy satisfecha y pienso sinceramente que ganará algunos premios, pero Hollywood es impredecible en esto. Sólo cedí los derechos porque los guionistas
[Larry McMurtry y Diana Ossana] eran buenos amigos míos.
P. ¿Está hoy por hoy la sociedad norteamericana en condiciones de que símbolos, como el de sus varones recios, se vayan a vivir en pareja, o que al menos lo intenten?
R. Sí y no. Yo conozco a gays en pueblos pequeños de Wyoming que viven bien en pareja, no tienen problemas, pero hay otros casos que, incluso en el mismo pueblo, no les va nada bien. Hay varias razones, por una parte, son de allí, pueden ser simpáticos o, si se quiere, participan en la comunidad local con "espléndidas decoraciones navideñas"... entonces son aceptados. Tengo otro ejemplo. Me estoy haciendo una casa allí en el campo y no me entendía con el constructor. Ahora tengo unos constructores nuevos, en su equipo son gays, y todo va de maravilla.
P. Por una vez los guionistas se merecen el Oscar. Creo que no la traicionan a usted y que respetan escrupulosamente los diálogos, el ambiente, el concepto del paisaje, lo que es el paisaje para usted, que no es precisamente, o no solamente, un marco bonito.
R. Para cualquier cosa que escribo, un relato o una novela, empiezo por el paisaje: es el paisaje el que empuja al argumento. Y todo lo que hay en ese cuento se enmarca en un paisaje.
P. ¿Brokeback Mountain es un símbolo de algo? ¿Es una montaña que se ha quebrado por dentro?
R. Francamente, yo escogí el título porque sonaba bien, me gustaba. Ahora, la montaña en sí es mucho más en esa historia. Claro que es un símbolo, participa del drama.
P. Hay otros cuentos intensos en el libro, como Quienes viven en el infierno... o Nadando en el barro; La historia de Job parece ya un guión de una película. ¿Tiene algún relato preferido en esta colección?
R. En el mismo orden, los dos primeros que ha mencionado.
P. Hay una frase que Ang Lee ha repetido en varias entrevistas: "El dolor que produce la ausencia del otro"; para Lee, éste es el tema central del cuento. ¿Está de acuerdo?
R. Cuando conocí a Ang Lee por primera vez tenía miedo, no pensé que sería capaz de verter el cuento en un filme. Ese día pasamos un largo rato hablando de naderías y superficialidades hasta que me dijo que su padre había muerto recientemente y vi que eso le había dejado un agujero tremendo en su vida; Lee utilizó su dolor personal en el filme.
P. ¿Cuántas veces ha visto la película?
R. Unas cuatro veces, aunque las tres primeras eran versiones no definitivas, con escenas que luego han desaparecido.
P. Tengo que preguntarle sobre su presidente y la guerra de Irak.
R. ¡No es mi presidente! ¡Es una pesadilla!
P. Se conocen pocos intelectuales, artistas o escritores estadounidenses que lo apoyen...
R. Pues yo tampoco.
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