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Reportaje:GRANDES REPORTAJES

La subversiva Pipilotti

Su nombre es un homenaje a Pipi Calzaslargas. Rompedora de clichés y prejuicios, la incansable reina del videoarte presenta una exposición en el Musac de León, publica un disco y estrena una plaza pública en su país, Suiza.

Andrés Fernández Rubio

Su nombre es un homenaje a Pipi Calzaslargas. Rompedora de clichés y prejuicios, la incansable reina del videoarte presenta una exposición en el Musac de León, publica un disco y estrena una plaza pública en su país, Suiza.

La guardería a la que lleva a su hijo es un bosque. Llueva o nieve, los niños se educan en medio de la naturaleza
"Para mí, una mujer desnuda simboliza al ser humano, lo mismo que el hombre dibujado por Leonardo da Vinci"

Cuando marchó a estudiar artes aplicadas a Viena a los 20 años, Elisabeth Charlotte Rist ya se presentaba a sus compañeros como Pipilotti. Lotti era el apelativo familiar, y Pipi (referencia al personaje infantil con poderes mágicos creado por la escritora sueca Astrid Lindgren) era como la llamaban los amigos. Ahora, la palabra Pipilotti aparece en su pasaporte. "La protagonista de la serie de televisión de los años sesenta era una heroína para mí", dice la videoartista en su estudio de Zúrich. "Era una persona independiente, sin padres, que casi siempre estaba sola, que regaba las flores cuando llovía y que se comportaba de una manera irracional y libre".

El crítico Mikka Hannula ha descrito a Pipilotti Rist como "una tierna hooligan, una rebelde con cámara". Al igual que Pipi Calzaslargas, ella también parece haber sido criada por los piratas: ha pirateado sin contemplaciones los libros de arte y la cultura pop (los críticos relacionan su estética con la MTV, aunque su primer vídeo es anterior a la cadena de televisión y ella considera que su obra es más deudora de "una larga tradición de películas musicales"). Y como Pipi Calzaslargas, Rist lucha contra la rigidez normativa y contra ciertos tabúes: su vídeo Blutclip (Clip de sangre, 1993) fue calificado por la crítica de arte Peggy Phelan como "una exuberante oda a la menstruación".

Pocos pueden emularla como videocreadora: su confluencia de sonidos, colores e ilusiones espaciales (lo que podría denominarse genéricamente cinema expandido); la variedad de sus influencias, de Vera Chytilova a Pasolini, de Warhol a Yoko Ono o Nam June Paik; su espíritu crítico y burlón, sexy y relajado, y su discurso sutilmente feminista (que propone una visión de la mujer alejada de fanatismos) la convierten en una de las artistas más sugerentes desde que surgió a mediados de los ochenta. Vicente Todolí, director de la Tate Modern de Londres, le dedicó en Oporto una exposición en 1999, el mismo año en el que también se exhibió su obra en el Museo de Arte Moderno de la Villa de París. Una época en la que Pipilotti Rist dio lo mejor de sí misma. En 2001 llegó al Reina Sofía de Madrid en una de las muestras más visitadas de la temporada. Su carrera fue saliendo del entorno de habla alemana de los comienzos (Viena, Bregenz, Basilea, Colonia) para dirigirse a las grandes ciudades (París, Londres y Nueva York). Era una de las artistas favoritas de Harald Szeemann, el gran comisario de arte suizo recién fallecido.

Hoy va vestida de rojo oscuro, con unas medias verdes sobre otras medias rojas. El rojo es uno de sus colores fetiche, el elegido para cubrir la plaza pública que se acaba de inaugurar en St. Gallen, Suiza, con 4.103 metros cuadrados de poliuretano, el mismo material que se utiliza en las pistas deportivas. El proyecto de Rist está firmado en colaboración con el arquitecto de origen español Carlos Martínez. En la plaza, que para ella es como "una escultura de sangre de monstruo", hay sillas, bancos, mesas, una fuente y hasta un coche también cubierto con el mismo material rojo.

Desde que se abrió, los niños y mucha más gente acuden a este espacio, la Raiffeisenplatz, que hasta entonces apenas si se utilizaba. El ojo de Pipilotti Rist para conectar no falla. Una nueva y diferente incursión artística de una creadora atrevida y fulgurante, cuyos signos distintivos suelen ser la música (en cuya composición participa), los elementos escultóricos y del performance art, y la poesía. El resultado: una liberadora capacidad para crear sensaciones de inmersión psíquica a través de las secuencias rítmicas, los colores virados hacia tonos de gran intensidad, los juegos con la escala y los planos detalle. Con motivo de la exposición en León, el sello discográfico español Subterfuge ha publicado un disco con 20 pistas de Pipilotti Rist usadas para sus videocreaciones, entre ellas la desoladora versión del tema de Chris Isaak Wicked game, que utilizó en uno de sus trabajos más logrados, Sorbe el océano (1996).

De ojos muy claros y muy delgada, su belleza y el hecho de que ella misma suela protagonizar sus videocreaciones, a veces desnuda; su afán de control del proceso (lo que define, autoparódica, como "diligencia protestante") y la pulsión camaleónica de su imagen la convierten en el arte contemporáneo en una versión de lo que en el pop significaría alguien como Madonna (en un libro editado por Phaidon se incluye en una página un mosaico de 120 fotografías, todas diferentes, con primeros planos de la cara de Rist). Su lema: "Nuestros ojos son cámaras accionadas con sangre". Y su motivación, un optimismo irrenunciable, pero con matices. "Decidí que mi trabajo debía dar esperanza, aunque sin ignorar el dolor, la melancolía y el miedo", explica. "Aprecio a colegas míos que hacen un arte donde el dolor y los problemas son centrales, pero yo decidí que mis obras debían tener aliento, y vuelo, y escapada. Mi trabajo debía ser una huida hacia adelante en forma de ritual".

Pipilotti Rist hace un alto en la entrevista, animada a cada rato con su risa explosiva, para acercarse en coche a recoger a su hijo a la guardería. Se trata de una guardería muy especial: uno de los bosques que rodean Zúrich. Llueva o nieve (y anoche ha nevado sobre la ciudad), los niños, abrigadísimos, son educados en medio de la naturaleza; pasan allí las horas entre los árboles, las flores y el agua. No hay edificio, sólo un vagón de tren y el bosque. Los profesores siguen así un proyecto educativo experimental originario de la Dinamarca de los años cincuenta.

Pipilotti Rist se muestra feliz al ver a su guapo niño tan contento. Ella misma se educó en contacto con la naturaleza, en la Suiza rural (nació en Rheintal, en 1962), donde su padre trabajaba como médico. Y en uno de sus vídeos recientes, Herbstzeitlose (2004), que hace referencia al cólquico, una lila de las praderas, rememoraba su infancia a través de visiones alpinas, gigantescas mujeres ordeñando las vacas y cuerpos vestidos y desnudos. La obra le valió un rapapolvo de la influyente crítica de arte de The New York Times Roberta Smith, que le afeaba la "falta del espíritu subversivo" de sus mejores esfuerzos.

Pero un año después de ese vídeo parece que Pipilotti Rist ha vuelto a los orígenes. El Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac), en León, presenta hasta el 16 de abril la muestra Pröblemäs büenös. 4 obras de Pipilotti Rist y amigäs, videoinstalaciones de la artista entre las que figura la más reciente, Homo sapiens sapiens (2005), uno de los proyectos más comentados de la reciente Bienal de Venecia. La obra aumentó el crédito de Pipilotti Rist tras ser censurada a principios de noviembre por el párroco de la iglesia del siglo XVII de San Stae. Las proyecciones en el techo esculpido de la nave (los visitantes se recostaban en colchonetas) mostraban a dos mujeres desnudas, Peppermint y Ámbar, como dos Evas en el Jardín del Edén, en un entorno voluptuoso conectado con la iconografía artística italiana. Dos Evas subiéndose a los árboles, aplastando frutas maduras y bañándose en el barro se alternaban con vívidos patrones calidoscópicos. El clérigo acabó colocando a la entrada un cartel que decía: "Cerrado debido a razones técnicas".

"Me enfadé mucho", comenta ahora una sonriente Pipilotti Rist. "Pero no quise magnificarlo para que no se pensara que quería darme publicidad. Lo que sucedió es que esas figuras desnudas no concuerdan con el pensamiento fundamentalista católico, con su idea de que eres culpable desde que naces. Al principio, al párroco el proyecto le había parecido bien, pero todo se precipitó tras la presión ejercida por una cincuentena de fundamentalistas que acudieron al obispo, y éste habló con Roma y presionó a su vez al párroco, que acabó cerrando la iglesia".

Pipilotti Rist no ve en el cuerpo de una mujer desnuda lo mismo que quienes protestaron por su montaje de la Bienal. Para ella, una mujer desnuda "simboliza al ser humano, lo mismo que el hombre creado por Leonardo da Vinci en su famoso dibujo". Pero hechos como el ocurrido en Venecia la mantienen alerta sobre las reglas que se imponen, muchas veces sin que seamos conscientes, sobre nuestra vida cotidiana, "y cómo rigen de manera diferente para los hombres que para las mujeres". "Incluso hoy", dice, "cuando la religión pierde influencia y nos sentimos más libres, esas normas siguen estando muy enraizadas, como si fueran imágenes profundas del inconsciente. Muchas mujeres se sitúan dos o tres escalones por delante, pero las imágenes que deberían acompañar esos pasos no están todavía ahí. El hueco es aún enorme. En las imágenes que nos rodean. En la literatura… La segregación sigue siendo profunda".

Para contrarrestar ese vacío, Pipilotti Rist no se propone hacer panfletos feministas o izquierdistas -aunque, matiza, su voto vaya a la izquierda y trate de vivir ecológicamente-. Su propuesta intenta desafiar la percepción del cuerpo humano y de los patrones a él asignados, "los prejuicios y un montón de malas estructuras". En Pickelporno (1992), por ejemplo, aborda un género, el cine porno, hecho a medida del deseo de los hombres, e intenta darle un giro radical y ofrecer una versión para las mujeres. El resultado, de una gran belleza, ataca los estereotipos sin necesidad de enfrentarse a lo masculino. Según Ana Martínez-Collado, Pipilotti Rist entra en esa categoría de artistas que señalan el advenimiento de un feminismo pro-sex, la reapropiación de la moda femenina, el cambio de sentimiento hacia el cuerpo femenino.

"En los noventa había una gran discusión sobre el porno en los círculos feministas", recuerda Rist. "Y mi pregunta era: ¿por qué perdemos tanto tiempo en decidir lo que está mal? Por eso quise hacer una pequeña y humilde propuesta: qué sería para nosotras una película erótica. Y la primera diferencia que encontré es que no estoy tan interesada en ver a dos personas besándose o haciendo el amor como en saber qué sienten, o qué ven si están muy cerca de la otra persona y abren los ojos y está ahí, en primerísimo plano. Fue como una aproximación a un porno alternativo".

Alternativa. Radical. Subversiva. Cuando se le atribuye este último adjetivo, Pipilotti Rist se apresura a matizar: "Quiero ser subversiva-sutil". "Si se demanda que mi trabajo sea subversivo, entonces deja de serlo", añade. "Y nuestra realidad es tan compleja que ya no hay una manera fácil de ser subversivo. La guerrilla-publicidad no es lo mío. Creo que si haces una declaración pretendidamente dura e izquierdista en el arte, lo siento, eso no es subversivo porque el ochenta por ciento de la gente interesada en el arte piensa como tú. Si pretendo ser subversiva sólo para complacer a algunos comisarios de exposiciones, lo siento, eso no es subversión sino oportunismo. Y tampoco quiero hacer masturbaciones diciéndole a la gente de manera superficial cosas que la gente ya sabe. Por eso me interesa más aquello que es difícil expresar con palabras. Por ejemplo, nuestra vida cada vez más monitorizada: el conocimiento, la ciencia, los sentimientos. Por eso hice así mi trabajo en Times Square de Nueva York. Subversión de un modo sutil, sin eslóganes". Rist se refiere a Abre mi claro del bosque (2000), que se proyectó en la pantalla gigante de Panasonic en Times Square, Nueva York. Una Rist apresada dentro de la pantalla lucha por salir de esa inquietante ficción que se confunde con lo real. Una pieza que podrá verse desde la calle Ancha de León, en el escaparate del local Class.

El director del Musac de León, Rafael Doctor, fue quien programó, con José Guirao como director, la exposición de Pipilotti Rist en el Reina Sofía de Madrid. Dice que para él era un sueño volver a trabajar con ella. Y defiende a Rist frente a quienes la acusan de banalidad y agotamiento. "Todo lo contrario", dice. "Y la prueba es que la obra más elogiada por la crítica en la Bienal de Venecia fue Homo sapiens sapiens, que presentamos ahora en León. Fue la confirmación de su talento como artista audiovisual, y uno de los trabajos más importantes presentados. Las obras de Pipilotti Rist arriesgan cada vez más, y su vitalidad sigue siendo radical, por eso llega y emociona. Puede que determinada gente del mundo del arte se sienta molesta porque Pipilotti Rist trabaje con la piel, con esa emoción primaria, y no sólo con la mente; parece que les molesta que conecte y que se comunique a un nivel amplio; pero pienso que ese sentido lúdico, esa magia primaria, esa capacidad para servirse de la tecnología audiovisual y lograr frescura, plasticidad y energía es una de las vías por las que se encamina el arte del siglo XXI".

Rist está ahora concentrada en rendir homenaje a una heroína del pasado. Trabaja en un proyecto para una instalación en la Universidad de Zúrich dedicada a Emily Kempin-Spyri (1853-1901), la primera mujer en Suiza que obtuvo una licenciatura en Derecho. Pero sus colegas masculinos no la dejaron ejercer. Kempin-Spyri dedicó su vida a luchar a favor de la integración de la mujer en todos los niveles laborales y por el voto femenino, y consiguió que se crearan cursos especiales de Derecho para las mujeres en la Universidad de Nueva York. Una vida tan admirable como desdichada. "Fue una pionera y lo que vivió la acabó sobrepasando", cuenta. "Tenía problemas psicosomáticos, la acabaron recluyendo en un psiquiátrico y murió de un ataque de nervios". Pipilotti Rist ve en Kempin-Spyri un referente para las mujeres. Aunque feminista, "como no podría ser de otro modo en cualquier persona con sentido común", piensa que el trabajo más duro lo hizo la anterior generación y hay ya espacios posibles para la libertad de las mujeres. "Todos los hombres con los que trabajo son fantásticos, no hay tontos del culo a la vista, ningún problema. Pero en cuanto sales y empiezas a ver cosas, lo primero las diferencias salariales, te das cuenta de que queda mucho por resolver. Mi búsqueda, de todas formas, no está tanto ahí como en el hecho de encontrar nuevas proposiciones que permitan romper determinados códigos".

Esa ruptura es múltiple en los proyectos de Pipilotti Rist, va de lo gamberro (como en Circuito cerrado, del año 2000, cuando instaló en el baño de una galería de Nueva York una cámara debajo del váter, conectada a una pantalla, de manera que el usuario podía ver la retransmisión de sus deyecciones) a las fantasías feministas, como en el enigmático Siempre es sobre todo, de 1977, donde una mujer con una lanza coronada por una flor camina por la calle destrozando los cristales de los coches, o en Absoluciones, los errores de Pipilotti, de 1988, donde la artista invoca la doble conciencia provocada por la histeria en un intento de expresar sus descontentos. Al final de este vídeo, una voz en off expresa lo que podría ser un manifiesto: "Hoy quiero decir que la vida es preciosa. Mira estos colores, mira ese divertido programa de televisión. Mira el cosmos. Pero mi dolor me ha cegado. El sol se está poniendo. Pronto ya no estaré más alegre. Odio todas las ideas sobre el ideal, que no existe".

Pipilotti Rist. Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León. Hasta el 16 de abril en León. Entrada libre.

Pipilotti Rist, en Nueva York. Un vídeo suyo se proyectó en la pantalla del fondo.
Pipilotti Rist, en Nueva York. Un vídeo suyo se proyectó en la pantalla del fondo.MARKUS BERTSCHI

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