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Un helicóptero militar ruso se estrella en Chechenia

Pilar Bonet

Ocho personas resultaron muertas ayer en Chechenia al caer un helicóptero militar ruso Mi-8 en una zona montañosa del sur de la república caucásica, donde sigue activa la guerrilla independentista. El siniestro se produjo cerca del pueblo de Tesbichi, en la región de Itum-Kalé. Perecieron los tres miembros de la tripulación y cinco guardafronteras, informó el coronel Alexandr Drobichevski a la agencia Interfax. El corresponsal del canal NTV en Chechenia afirmó que la fiscalía había descartado la posibilidad de un ataque. Los tripulantes de otros dos helicópteros, que escoltaban al siniestrado, dijeron que se trató de un accidente.

Las autoridades rusas dan muestras de creciente preocupación por la situación en el Cáucaso, y especialmente por la seguridad de las fronteras con Georgia y Azerbaiyán. A la continua sangría de Chechenia hay que sumar los cada vez más frecuentes atentados contra policías en la vecina Daguestán. En una visita a este territorio, el presidente Vladímir Putin insistió el viernes en la necesidad de reforzar la frontera sur, desde Astraján, en el mar Caspio, hasta Sochi, en el mar Negro. La retirada de las bases rusas de Georgia tendrá como contrapartida la creación de dos brigadas de montaña, que comenzarán a funcionar en 2007 y que se emplazarán en Daguestán y en Karachay-Cherkesia. Según Putin, el reforzamiento de los confines meridionales es importante para la seguridad de Rusia.

"La UE y Rusia están construyendo un espacio común y la creación de fronteras seguras es un deber común", dijo el presidente. Sin embargo, los problemas del Cáucaso ruso no son sólo una cuestión de fronteras y la situación allí "empeora incluso" y se parece a un "incendio subterráneo", según Vladislav Surkov, el vicejefe de la Administración del Kremlin. A la sensación de descontrol en la región contribuyen los datos difundidos por el entorno de Dmitri Kozak, el representante de Putin en el distrito federal del sur de Rusia. Kozak ha advertido sobre la existencia de clanes que monopolizan el poder y los recursos económicos en Daguestán en perjuicio del resto de la población. En los últimos cuatro años, 20.000 rusos han abandonado Daguestán.

Según los análisis elaborados para el Kremlin, los clanes luchan entre sí y ninguno es capaz de imponerse. Las autoridades no parecen capaces de conseguir que las leyes del Estado rijan también en aquella república caucásica. Algunos temen que se reproduzcan fenómenos como el de la aldea daguestana de Karamají, que en la década de los noventa se convirtió en un enclave de la ley islámica como reacción a la corrupción.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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