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LA DEFENSORA DEL LECTOR
Columna
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Despedida

Ha llegado el momento, tras dos años como Defensora del Lector, de decirles adiós. Ha sido un bienio plagado de acontecimientos periodísticos, la guerra de Irak, los terribles atentados del 11-M en Madrid, el cambio de Gobierno en España, el gran maremoto de Asia... Una etapa que también ha resultado decisiva para la credibilidad de los grandes medios de comunicación, que han salido bastante malparados de tales eventos, a lo que hay que sumar el imparable aumento de la prensa gratuita y la fabulosa expansión y competencia de Internet. Resultado, una crisis sin precedentes.

Cuando estrenaba esta columna, el Gobierno de Estados Unidos esgrimía a los cuatro vientos la existencia -pueden estar seguros, decía el ex presidente Aznar- de armas de destrucción masiva en Irak para justificar una guerra ilegal e inmoral. Y los medios de comunicación de todo el mundo, periódicos, televisiones y radios, la destacaron en sus titulares durante meses y meses. La existencia de tales armas, no encontradas por los inspectores de la ONU, se asumió, al igual que otras muchas informaciones llegadas directamente del Pentágono, masivamente por los medios de comunicación de EE UU y, más matizadamente, por los europeos. Pero ahora que George Bush acaba de reconocer, sin el menor pudor, la inexistencia oficial de dichas armas la noticia ha pasado prácticamente desapercibida. No ha ocupado las primeras páginas de los periódicos, ni grandes titulares, ni las aperturas de los informativos televisivos o radiofónicos. Ni los estadounidenses, ni el resto. En España sólo dos periódicos, de entre los de mayor tirada, EL PAÍS y El Periódico de Cataluña, la llevaron a sus portadas el día que se hizo pública la noticia -el pasado 13 de enero-. Eso sí, en diminutos sumarios. Casi lo mismo sucedió con los grandes periódicos internacionales, que sólo la trataron en sus páginas interiores de forma discreta. Sin duda para reflexionar.

En estos momentos, cuando me despido de esta columna, el Gobierno de Estados Unidos vuelve a utilizar la táctica propagandística iraquí aplicada a Irán, país del que sospecha puede poseer armas nucleares y que forma parte de "los seis bastiones de tiranía" -término que ya empieza a dar la vuelta al mundo como antes lo hizo el eje del mal- que constituyen una gravísima amenaza para la paz mundial. El vicepresidente Cheney ya lo ha advertido: "Entre los potenciales focos problemáticos Irán está el primero de la lista". ¿Les suena?

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Falta de credibilidad

Ningún presidente de Estados Unidos diría ahora, como hizo Lyndon B. Johnson en 1968 al hablar de Vietnam, al referirse al mítico periodista de la CBS Walter Cronkite, que si habían perdido a Cronkite habían perdido la guerra. Simplemente el público desconfía de periodistas y periódicos. Lo contaba hace unos meses Javier del Pino en este periódico: los grandes medios de comunicación estadounidenses han perdido la confianza de sus lectores en la objetividad de la prensa que ha descendido hasta cifras alarmantes. Bastante lógico si tenemos en cuenta los escándalos confesos por información inventada o no contrastada de los diarios The New York Times y USA Today y de la cadena televisiva CBS, que han conllevado el cese de un número importante de sus correspondientes directivos.

Según el Pew Research Center, el organismo de mayor prestigio en investigación de medios de comunicación en EE UU, el porcentaje de ciudadanos que confía en la objetividad de los periodistas ha descendido de un 62% en 1987 a un 38% en la pasada campaña electoral. Y los datos de otro estudio, The project for excellence in journalism, una radiografía del periodismo de EE UU desde 1985 a 2000, que dirige el conocido periodista Tom Rosenthiel, arrojan también un deterioro progresivo sobre lo que piensan los ciudadanos de los informadores. En 1985, uno de cada cinco estadounidenses pensaba que los medios ocultaban sus errores, ahora lo piensan siete de cada diez; sólo el 35% cree que los medios informan objetivamente, y las descripciones que hacen de los periodistas son: "Chapuceros, menos éticos, menos cuidadosos, más sectarios, menos autocríticos sobre sus errores, y, en general, más perjudiciales para la democracia que hace 30 años". ¿Preocupante, no? Más, si tenemos en cuenta que este estudio sólo llega hasta el año 2.000, y por tanto no se ha cuestionado el periodismo realizado con los atentados a las Torres Gemelas y el Pentágono, la guerra y posguerra de Irak, las torturas practicadas por el Ejército estadounidense en dicho país, la vuelta a casa a hurtadillas de los soldados muertos o la última campaña electoral.

¿Ha llegado la crisis a Europa? Ha llegado. La mayoría de los países europeos, con Francia a la cabeza, se encuentran inmersos en una pérdida acelerada de lectores de prensa que ha afectado con fuerza a los diarios de referencia, y ha hecho desaparecer otras cabeceras menores. En España, donde todavía están recientes los ecos del intento de manipulación informativa por el Gobierno del 11-M, según el último estudio realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre los hábitos de lectura de diarios (marzo de 2004), los españoles siguen concediendo a la prensa escrita mayor credibilidad y veracidad que a la televisión -aunque menos que a la radio-, pero admiten que la capacidad de influencia de la televisión es muchísimo mayor.

El director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, afirmaba hace unos días que el daño que está sufriendo la credibilidad de la prensa es enorme: "Domina el periodismo complaciente, al tiempo que el periodismo crítico retrocede. Cabe incluso preguntarse si a la hora de la globalización y de los megagrupos mediáticos no está desapareciendo la noción de prensa libre".

La catedrática de Ética y Filosofía Política Adela Cortina afirmaba en un artículo, publicado el pasado noviembre en este periódico, que para construir una ciudadanía mediática no basta con que los profesionales cumplan las leyes. Y hacía una serie de reflexiones que sin duda también se hacen muchos Defensores del Lector. Cortina señalaba la necesidad de que profesionales y empresas informativas se forjen un ethos, un carácter de buenas prácticas, imprescindible para lograr el éxito, una ética de los medios rentable a medio y largo plazo.

"Sin información no hay libertad", decía Cortina, quien mantiene que forjar hoy una ciudadanía mediática es bien difícil, entre otras cosas, porque la información es poder y también mercancía. "Los medios crean realidad y conciencia, pueden hacer creer a los ciudadanos que las cosas y las personas son como ellos las muestran, 'dan el ser' a unos acontecimientos y personas y se la niegan a otros, porque en una sociedad mediática 'ser es aparecer en los medios'. Vivimos en una construcción mediática de la realidad, decía la filósofa, quien señalaba también que en esa realidad "mundo político y empresas informativas entran en contacto y se producen concentraciones de poder político-financiero, en detrimento de los ciudadanos, que se supone son los protagonistas de la vida pública".

Otra lectura del periódico

En estos dos años, he de confesarlo, me he enfrentado al periódico de una forma nueva. He llegado a comprender muy bien la indignación de los lectores ante las reiteradas faltas de ortografía -el gran fracaso de todos los Defensores, según Jesús de la Serna, el segundo ombudsman que tuvo este periódico- y los fallos, de todo tipo, que tantas veces los periodistas minimizamos. He asistido al nacimiento de un nuevo lenguaje periodístico relacionado con el auge del islamismo; he asumido como propia la frase que tanto repiten los lectores, "si en esto, de lo que entiendo un poco, dicen ustedes tantas barbaridades, me pregunto qué harán con las informaciones que no controlo"; he podido apreciar cómo nos saltamos alegremente el obligado Libro de estilo -cosa verdaderamente grave cuando se trata de titulares- y también cómo racaneamos a la hora de rectificar. Y he desarrollado, como la mayoría de los Defensores con los que he hablado, un modo de leer el periódico -del que ignoro si podré desprenderme en el futuro, aunque confío en ello- que, para mi pesar, se acerca más al de un detective a la caza del gazapo que al placer o sorpresa que siempre me han procurado las noticias impresas. Ha merecido la pena. Porque, impulsada por ustedes, he tenido que detenerme y reflexionar sobre temas de la profesión sobre los que frecuentemente los periodistas pasamos de largo, y eso siempre es enriquecedor.

Pero también me he visto sorprendida al comprobar que los lectores de EL PAÍS, en general, parecen en estos tiempos de descrédito para la profesión mucho más interesados en la forma que en el fondo de nuestras informaciones. Y aunque entiendo que la forma es esencial en nuestro oficio -imposible obviar la estrecha relación entre ética y estética- no puede hacernos olvidar el fondo. Y hay ocasiones en que los árboles nos pueden tapar el bosque.

El especialista en medios de comunicación de The Washington Post, Howard Kurtz, explicaba hace unos años su fórmula para luchar contra la falta de credibilidad en los medios de comunicación. "Go back to the future (retroceder hacia el futuro). Volvamos a escribir sobre injusticias y ultrajes, a contar lo que las autoridades no quieren que se sepa, prestemos mayor atención a la condición humana y olvidemos los planteamientos abstractos, seamos capaces de romper la tiranía de los expertos (que nunca descubrieron la bancarrota de un banco, ni intuyeron el impacto del sida), recuperemos el gusto por la buena escritura, y neguémonos a llenar los periódicos de conferencias de prensa y actos oficiales...".

Ante el fenómeno creciente de los blogs de Internet, el "nuevo periodismo" que mezcla con pleno descaro, y jactándose de ello, información, opinión, rumores y fantasías, no está de más recuperar la fórmula de Kurtz, tan vieja como el buen periodismo y en plena vigencia.

Los lectores pueden escribir a la Defensora del Lector por carta o correo electrónico (defensora@elpais.es), o telefonearla al número 91 337 78 36.

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