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Los mediadores internacionales no logran cerrar la crisis de Ucrania

El Parlamento tratará de encontrar hoy una solución

Pilar Bonet

Seis horas de negociaciones bajo los auspicios de mediadores internacionales con agendas apretadas y tiempo escaso no lograron anoche que los protagonistas de la crisis política ucrania llegaran a un acuerdo definitivo para cerrar la crisis y allanar el camino de unas elecciones democráticas. A las dos de la madrugada de hoy (una hora menos en la España peninsular), el presidente, Leonid Kuchma, anunció que una comisión de concertación parlamentaria tratará de encontrar hoy una solución.

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Kuchma y los dos candidatos a sustituirle,Víctor Yanukóvich y Víctor Yúshenko, sí lograron, en cambio, un acuerdo condicionado sobre la necesidad de cambiar la composición de la Comisión Electoral Central y de modificar la legislación sobre los comicios presidenciales con el fin de darles más transparencia. Pero incluso estos dos puntos, que son una consecuencia lógica de la decisión del Tribunal Supremo que el viernes declaró inválida la segunda ronda de las elecciones, fueron apoyados con matices, ya que Yanukóvich hizo constar sus reservas y el jefe del parlamento, Vladímir Litvin, dijo que los apoyaría si lo hace el Parlamento. Kuchma, a su vez, dijo compartir la posición de Litvin.

De esta forma, un amplio elenco de políticos internacionales, desde el alto representante de la política exterior Europea, Javier Solana, al secretario general de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Jan Kubish, pasando por los presidentes de Polonia y Lituania, además del jefe del Parlamento de Rusia pudieron ser testigos de un nuevo zigzag de la política ucraniana y no lograron dar su bendición al desbloqueo de los problemas causados por la ambición, la desconfianza y la tozudez de los protagonistas de la crisis.

Los poderes del presidente

La reforma política, sobre la cual no se pudo ayer encontrar un consenso, tiene por objeto redistribuir los poderes del presidente a favor del Parlamento y el Gobierno. Kuchma quiere a toda costa vaciar de contenido el mandato de su sucesor y Yúshenko, que espera vencer en los comicios, quierer recibir la presidencia con todas sus competencias, aunque está dispuesto a rebajarlas a partir de septiembre de 2005. En lo que se refiere al cese del actual Gobierno de Yanukóvich, esta exigencia se basa en una moción de censura del Parlamento que, de acuerdo con la legislación vigente, Kuchma debería atender en el plazo de dos meses en circunstancias normales. El presidente saliente como máximo puede estar en funciones en el poder durante dos meses y medio. La oposición considera peligroso realizar unas elecciones con el mismo Gobierno y el mismo aparato funcionarial del 21 de noviembre, cuando las elecciones estuvieron marcados por el fraude.

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El acuerdo parecía probable antes de la reunión de anoche. El jefe del Parlamento de Ucrania, Vladímir Litvin, incluso había anunciado que los dirigentes de las fuerzas políticas representadas en el Parlamento habían logrado un compromiso para allanar el camino hacia las elecciones democráticas. A tenor de cómo se veían las cosas a esas alturas del día, el jefe del Estado, Leonid Kuchma, podría él mismo firmar este compromiso en un pleno extraordinario de la Cámara convocado para hoy, en el caso de que el trato siguiera vigente y fuera ratificado por los legisladores. Dados las ambiciones en juego, los cambios de posiciones y de chaqueta que caracterizan la política de Ucrania, nada podía darse por seguro hasta que fuera efectivo, como demostró la maratoniana negociación de anoche en Kiev.

Víctor Yanukóvich reapareció ayer como el Ave Fenix para distanciarse de su protector -Kuchma-, lo que resultaba recíproco, ya que el presidente se habia distanciado también de él. Con nuevo ánimo combativo, Yanukóvich se presentó como un hombre del futuro, cuya meta es repetir en el conjunto de Ucrania el éxito obtenido como gestor económico en la provincia de Donetsk.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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