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Reportaje:

El frágil equilibrio étnico en China

Los disturbios entre la minoría musulmana hui y los chinos en Henan han sacado a la luz las tensiones en algunas regiones

Ma Shengrong, de 48 años, propietario de un pequeño restaurante situado en una calle cercana a la mezquita Niujie -la mayor de Pekín-, en el que despacha sopas de fideos, no ha oído nada sobre los enfrentamientos que tuvieron lugar a finales de octubre en la provincia central de Henan entre miembros de la minoría musulmana hui y chinos han. No está al corriente de que provocaron siete muertos, según el Gobierno; 148, según otras fuentes, y decenas de heridos.

Pero lo que sí sabe es que muchos de los hui que tenían sus negocios en este barrio de tradición islámica de la capital china "han quedado dispersados" al haber sido demolidos muchos edificios para dejar paso a las operaciones inmobiliarias que han transformado completamente la zona. "El problema es que la mayoría de los hui son campesinos; pocos tenemos negocios. No conceden importancia a la educación, debido a razones económicas, y estamos más atrasados que los han", afirma este hombre de nariz afilada, tocado con el gorro cilíndrico blanco típico de esta minoría. Ma, originario de la provincia norteña de Gansu, lleva cuatro años en Pekín.

Los hui, una de las 56 minorías del país, son alrededor de 9,8 millones

Los disturbios en Henan han sacado a la luz las tensiones étnicas existentes en algunas regiones y puesto de relieve la fragilidad del equilibrio social existente en el país. "En China hay muchos problemas, especialmente en las zonas rurales, debido a la pobreza y las desigualdades. Algunos son étnicos, otros no, pero pueden convertirse en étnicos porque hay un malestar bajo la superficie. La gente en el campo y los pobres de las ciudades sienten que han sido abandonados. Hay una tensión latente", dice Tan Chee Beng, director del Departamento de Antropología de la Universidad China de Hong Kong.

La explosión de violencia, que duró varios días y cuyo detonante fue el atropello de una niña han por un vehículo conducido por un hui, cogió a contrapié a las autoridades, que tuvieron que enviar miles de soldados y decretar el estado de emergencia para poner fin a la lucha entre cientos de habitantes de varios pueblos. Se trata de uno de los mayores choques étnicos conocidos que se han registrado en los últimos años.

"Un problema relacionado con el tráfico, una diferencia por derechos de propiedad, un pequeño incidente, pueden derivar fácilmente en enfrentamientos raciales, como ha ocurrido en otras partes del mundo", asegura Tan.

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El Gobierno, temeroso de que la tensión pueda extenderse a otras regiones, ha intentado minimizar el incidente y ha prohibido cualquier mención al suceso en los medios de comunicación. "No hay que exagerar esto en un problema étnico", ha dicho Zhang Qiyue, portavoz del Ministerio de Exteriores. La inestabilidad social es una de las principales obsesiones de Pekín, ya que considera que puede poner en peligro la propia continuidad del Partido Comunista.

"Somos una minoría especial. No tenemos lengua propia, pero sí tenemos una cultura independiente. Seguimos el dictado del Corán", dice con orgullo Wang Xiaoping, un graduado en informática de 23 años de la región autónoma de Ningxia. "Muchos hui rechazan la cultura han porque estamos siendo asimilados. Yo tuve que seguir de pequeño su educación".

Los hui -una de las 56 minorías del país- son alrededor de 9,8 millones y viven repartidos por varias provincias. Son de origen persa y árabe, pero durante siglos se han mezclado con los chinos han, que representan más del 90% de los 1.300 millones de la población del país. Hasta tal punto que, salvo por el atuendo, es difícil distinguir a unos de otros. Los hui son considerados una de las minorías mejor asimiladas. Ocasionalmente se producen conflictos entre diferentes grupos étnicos, cuyo alcance es difícil de conocer, ya que las autoridades suprimen la mayoría de la información en estos casos.

Wang señala que en Ningxia, la convivencia es pacífica, pero recuerda que hace años estallaron fuertes disturbios después de que "los han provocaran a los habitantes de un pueblo al cruzarlo con un camión cargado de cerdos". Y en diciembre de 2000, la policía mató al menos a cinco hui durante unas protestas, en la provincia oriental de Shandong, a raíz de que un carnicero han anunciase que vendía "cerdo musulmán".

Los expertos afirman, sin embargo, que otras minorías como los uigures (musulmanes de origen turco que viven en la provincia de Xinjiang) y los tibetanos preocupan mucho más a Pekín por sus ansias independentistas. China asegura que los 56 grupos étnicos reconocidos oficialmente viven en armonía, a pesar de sus diferencias culturales y las disparidades económicas; y la televisión ofrece a menudo reportajes en los que muestra sus festivales folclóricos.

Pero, aunque las minorías disfrutan de algunas políticas de discriminación positiva, la cultura han es destacada en los libros de texto y los medios de comunicación. "Todas las etnias somos una familia unida bajo el liderazgo chino", dice el imán de la mezquita de Qianmen, otro de los templos islámicos de Pekín, construido hace más de 500 años durante la dinastía Ming. Sobre la cabeza de este hui, sometido a la autoridad del partido, un gran panel en caracteres chinos advierte a la entrada de la sala de oraciones: "Propaga la religión correcta".

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