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Reportaje:

El misterio del agua envenenada

La adulteración de botellas ha causado decenas de heridos en Italia

Enric González

¿Quién envenena el agua? Todas las fiscalías de Italia y el Departamento Antiterrorista del Ministerio del Interior se hacen esa pregunta. Cada día aparecen nuevas botellas manipuladas, con amoniaco o detergente disuelto en el agua, y decenas de personas han sido hospitalizadas por intoxicación desde que, el 19 de noviembre, se registró en Mantua el primer caso. La policía cree que una persona, o más probablemente una banda, cometió los delitos iniciales, y que imitadores y mitómanos se encargan de extender la psicosis. No hay pistas ni reivindicaciones.

El modus operandi es siempre el mismo: con una jeringuilla para la administración de insulina, con aguja muy fina, se inyecta un producto tóxico bajo el cuello de la botella. El producto puede ser lejía, lavaplatos, detergente industrial, cloro activo, acetona, amoníaco... Se han encontrado sustancias muy variadas en las más de cien botellas, de diversas marcas, que han dado resultado positivo en los análisis. Y los casos se multiplican.

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El miércoles hubo 15 hospitalizaciones, y ayer, tres: un chico de 14 años intoxicado con hipoclorito de sodio, una niñera de 25 y un hombre de 23. Hasta ahora, ningún envenenamiento ha tenido consecuencias graves. Pero las ventas de agua embotellada, un negocio que factura anualmente 3.000 millones de euros en Italia, están cayendo en picado. Y la policía teme que el problema se extienda a la leche y los zumos.

La Fiscalía de Trieste habla de "terrorismo social". El Ministerio del Interior no ha encontrado pista alguna que apunte hacia la culpabilidad de una banda terrorista, pero considera que el caso "aterroriza a la sociedad" y merece, por tanto, la atención del Departamento Antiterrorista. Un grupo anarquista que en el último año ha cometido una serie de atentados con explosivos en Italia, el más reciente contra una delegación de Iberia, hizo saber a través de un comunicado que no tenía nada que ver con el asunto.

La policía centra las investigaciones en los ocho primeros casos, registrados todos ellos a finales de noviembre en provincias del norte. Las similitudes entre esas ocho botellas hacen pensar que una sola mano, o un solo grupo, inyectó las sustancias tóxicas. A partir de ahí, el problema se descontroló. Por un lado, según la policía, aparecieron imitadores que se dedicaron a expandir el problema. Por otro, surgieron decenas de mitómanos que compraban una botella de agua, inyectaban lejía en la botella y corrían a presentar denuncia en comisaría: ya hay dos personas procesadas por "causar alarma social". "No hay nada que haga pensar en una estrategia criminal organizada", declaró un portavoz del Ministerio del Interior.

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Las botellas pendientes de análisis se acumulan en los laboratorios, y agentes especiales del Arma de Carabineros patrullan las plantas de embotellado y los anaqueles de agua de los supermercados. El ministro de Sanidad, Girolamo Sirchia, recomienda a los italianos que beban agua del grifo mientras dure la alarma, o que, al menos, agiten la botella antes de abrirla para comprobar que no hay orificios. Incluso esto último, sin embargo, tiene sus riesgos: una mujer de Brindisi sufrió ayer lesiones leves en un ojo porque agitó una botella manipulada y le saltó a la cara un chorro de agua presuntamente envenenada; algo parecido le ocurrió el día antes a un niño en Vercelli.

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