El Museo Arqueológico de Bagdad recupera dos de sus grandes joyas
La policía iraquí encuentra en una casa de las afueras la estatua del rey acadio Bassetki
El Museo Arqueológico de Irak sigue cerrado al público, pero dentro se afanan su medio centenar de empleados. "Volveremos a abrir, tardaremos entre 18 meses y dos años", anuncia su nuevo director, Donny George. Ejemplo sangrante del saqueo de Bagdad tras la entrada de las tropas estadounidenses el pasado abril, el museo es hoy una de las pocas fuentes de buenas noticias en el país. Esta semana ha recuperado dos de sus joyas más preciadas: la estatua del rey acadio Bassetki y un brasero de madera y bronce de la época de Shalmaneser III.
Las valiosas piezas no habían viajado muy lejos. La policía iraquí las halló en una casa y una finca de las afueras de Bagdad. A principios de esta semana se las devolvió al museo. El director no puede ocultar su satisfacción. "Las encontraron agentes iraquíes con ayuda de policías militares estadounidenses", explica, sin entrar en detalles de dónde ni cómo. "No preguntamos", asegura, "es su trabajo, lo están haciendo estupendamente y nosotros estamos recuperando nuestros objetos". La policía ha creado una nueva unidad dedicada a la búsqueda de antigüedades robadas. Hay también planes para instruir a 2.000 hombres en la protección de lugares arqueológicos.
George disfruta más contando cómo se descubrió la ahora recuperada estatua en bronce de Bassetki en 1975. "Fue por accidente", recuerda, "uno obreros estaban abriendo una carretera entre Dohuk y Zajo cuando la excavadora que manejaban se topó con la figura". Se trata de la mitad inferior del cuerpo de un hombre con inscripciones cuneiformes que celebran las victorias del citado rey acadio y está datada en el año 4300 antes de Cristo. En cuanto al brasero asirio del siglo IX antes de Cristo, "fueron los italianos los que lo desenterraron a principios de los años ochenta en Nimrod", manifiesta.
Italia también ha estado ahora detrás de la devolución al museo de 820 objetos que en los últimos meses salieron de contrabando fuera de Irak. El Instituto Arqueológico Italia-Irak ha ido adquiriéndolos para traerlos de nuevo a su lugar de origen, tal como anunció el pasado martes un agradecido Mofid al Yasairi, el ministro provisional de Cultura de este país. La mayoría, explica George, son sellos cilíndricos de diferentes periodos. Este antiguo director de Investigación y Estudios a quien su buen inglés convirtió en portavoz del museo en las fechas anteriores a la guerra, se muestra desbordado por la ayuda recibida.
Ayuda internacional
"Todas las instituciones del mundo con arqueólogos especializados en Mesopotamia están ayudándonos", señala. Es tal vez el único responsable iraquí que no se queja de falta de presupuesto. "He tenido que comprar algunas cosas de mi bolsillo, pero conozco a casi todos los expertos que han ofrecido asistencia y confío en que harán efectivas sus promesas", asegura. Lo único que dificulta su trabajo es "la situación general del país". La mayoría del personal del museo, 40 de los 50 conservadores, son mujeres y, ante la inseguridad reinante, no puede pedirles que permanezcan en el trabajo después del mediodía.
Aun así, las cosas están volviendo poco a poco a la calma. A la puerta del museo, varios agentes del Servicio de Protección de Instalaciones vigilan a todo el que entra en las oficinas. Las salas de exposiciones siguen cerradas a cal y canto. Así permanecerán al menos un año y medio más. "Necesitamos trabajar mucho en las exposiciones, instalar nuevos sistemas de iluminación, climatización y seguridad", explica George, "y eso no puede hacerse mientras los objetos están expuestos". Además, medio centenar de vitrinas fueron hechas añicos por los vándalos que asaltaron el museo en los días que siguieron a la desaparición del régimen de Sadam.
Pero la mayoría de las piezas que se podían trasladar se salvaron, aunque el director desmiente la idea difundida en los medios de comunicación de que durante los bombardeos los empleados se llevaran antigüedades a sus casas. "Nos llevamos copias de seguridad de los ordenadores que, como puede ver, desaparecieron, y también algunos documentos", precisa. "Las antigüedades se guardaron bajo vigilancia o en lugares secretos". Tan secretos que menos de seis personas estaban al tanto de ellos y el propio George admite que aún desconoce alguno de los escondites.
"Respeto el secreto de mi gente y confío plenamente en ellos", asegura, "tengo una lista de todo lo que se encuentra en esos sitios". También a él le acusaron tras la guerra de no haber revelado dónde se hallaban algunos de los tesoros, como las piezas de oro guardadas en las cámaras acorazadas del Banco Central. "No podía hacerlo, tenía que preservar su seguridad". Todavía se siente obligado a ello y no desvela si las piezas recuperadas esta semana están depositadas en el museo. "No puedo decírselo", zanja categórico. Y es que Irak es todavía un país inseguro.
"Soy optimista", concluye, no obstante, George, "porque estamos trabajando para tener un museo mejor tanto en la presentación de las colecciones como en la posibilidad de exponer más material que hasta ahora permanecía almacenado".
Un daño irreparable
"Estimamos que fueron robadas 14.000 piezas", apunta el director del Museo Arqueológico de Irak, Donny George. El museo tiene registrados 170.000 objetos, aunque el director los calcula en medio millón, porque "a veces, bajo un mismo número de registro, se agrupan varias piezas". Sólo 4.000 se han recuperado hasta ahora.
Se ha salvado, no obstante, casi la totalidad de la colección principal porque la mayoría de las vitrinas pudieron ser evacuadas antes de la guerra. Entonces, ¿podrá verse tal como estaba? "No del todo, aún hay algunos objetos importantes que no han sido devueltos", admite, dolido, George. Otros se han perdido para siempre destruidos en la orgía de pillajes y saqueos que propició el vacío de poder tras el derrocamiento de Sadam.
Si se reinaugurara el museo hoy mismo, los privilegiados que tuvimos la suerte de visitar sus anticuadas salas antes de la última guerra echaríamos de menos varias piezas grandes y llamativas. Entre ellas, la estatua de Antemena, una pesada figura de piedra sin cabeza a mitad de tamaño natural; una de las dos piezas de cobre de Tell al Ubeir, y las cabezas de cinco estatuas de la galería dedicada al reino de Hatra, que los asaltantes arrancaron y destruyeron.
Babelia
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