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Columna
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Los liberales y el pensamiento único

La expresión pensamiento único, hoy de uso generalizado, designa la convergencia doctrinal que ha tenido lugar en el mundo de la política democrática durante las tres últimas décadas. Se trata de un complejo proceso en el que el primado de los medios de masas, la ausencia de alternativas efectivas a la economía capitalista, la prevalencia de los valores blandos de la tardomodernidad, la personalización de la política, la espectacularización de sus prácticas y la reducción de la vida pública a luchas por el poder han sido los factores determinantes.

Más que del fin de las ideologías, proclamado y promovido en los años sesenta desde posiciones reaccionarias, lo que se ha producido ha sido una fuerte atenuación de los perfiles diferenciales de las diversas familias políticas (premonitoriamente advertido por Deutsch, Lindon y Weill en Les Familles Politiques en France, Minuit 1966), que, con el descalabro del bloque comunista se traduce en la aparición de una ideología que funciona como referente único de lo politicamente posible y deseable.

En el cogollo de esa ideología dominante encontramos al liberalismo como antagonista principal del marxismo y como soporte de la democracia que se identifica en consecuencia con la doctrina liberal (C. B. Macpherson, The Life and Times of Liberal Democracy). Ahora bien, el liberalismo tiene que convivir en un mismo marco con los núcleos teórico-políticos clásicos aún en vigor. Lo que es fuente de confusión y desconcierto. En el ámbito económico la insustituibilidad del mercado permite conciliar todas las opciones. La dimensión social la han salvado los liberales abriendo el portillo de lo social liberal por el que han entrado los socialdemócratas, y hasta en el tema de las competencias y responsabilidades del Estado, en el que parecía existir una fuerte incompatibilidad, se han acercado posiciones al distinguir entre titularidad y gestión privadas o públicas.

El escollo mayor para esta decretada convivencia lo sigue representando la contradicción entre la doctrina católica y la liberal en la que la vigencia de un conjunto de principios morales establecidos por la primera chocan contra la libertad como principio absoluto de la segunda. Es decir, que si el liberalismo económico y el político son plenamente aceptables para los demócratas cristianos, no sucede lo mismo con el liberalismo moral y la permisividad que conllevan.

Desde "el liberalismo es pecado" del primer Concilio Vaticano y desde el rechazo de la separación de Iglesia y Estado en el Syllabus, hasta la apertura practicada por el Concilio Vaticano II y los avances en estos temas que suponen las Encíclicas Dignitatis Humanae et Gaudium et Spes, se ha andado un largo camino que dos excelentes libros historian con pertinencia: Emile Poulat, Liberté, Laïcité (Cerf/Cujas, 1987), y Bruce Douglas & David Hollenbach, Catholicism and Liberalism, (Cambridge Univ. Press, 1994). Pero sigue en pie esa barrera última que ya señalaba Jacques Maritain: los núcleos duros de la teología moral católica.

Si de alguna manera lo religioso está en el Estado, los católicos tendrán que oponerse al aborto y el club cristiano intentará imponer la dimensión cristiana de la identidad europea. Exigencias ambas dificilmente aceptables, no ya para los seguidores de Robert Nozick, sino para los liberales más clásicos. Cuestiones que no pueden resolver los partidos, obsesionados por el poder, víctimas de su voracidad electoral y absolutamente indiferentes a su posicionamiento ideológico, a la coherencia de sus valores y principios. ¿Dónde están hoy los demócratas cristianos italianos, en El Olivo, con Berlusconi, o en el limbo? ¿Qué es lo que tienen en común los conservadores británicos con los militantes/votantes de la CDU que hace posible su pertenencia al PPE? ¿Cuáles son los rasgos comunes de quienes fraguistas, conservadores, ucedistas, demócratas cristianos, liberales y social-liberales conviven en el PP español y quieren conformar el nuevo centro-derecha, componente esencial del pensamiento único? No es mi tema, pero podría ser cometido fundamental para la FAES, susceptible de justificar el temprano retiro de José María Aznar.

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