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Muere Ernst Gombrich, el historiador que supo acercar el arte al gran público

Fallecido a los 92 años, fue uno de los divulgadores y teóricos esenciales de la creación artística

José Andrés Rojo

Nacido en Viena en 1909 en el seno de una sofisticada familia judía, Ernst Hans Gombrich fue uno de los grandes historiadores del arte. Y lo fue, sobre todo, porque supo poner al servicio de una escritura transparente, y de una sorprendente capacidad de divulgación, un asombroso caudal erudito que se alimentó de las fuentes más diversas, del arte primitivo a las propuestas artísticas de mayor actualidad. Su Historia del Arte, de la que se han hecho multitud de ediciones en diferentes lenguas, lo hizo célebre. El pasado sábado murió en Londres a los 92 años.

Gombrich, que supo contar con rigor y claridad los complejos caminos de la creación artística, tocaba el violonchelo. Su madre y su mujer tocaban el piano, su hermana era violinista. Son datos que dan una idea del rico ambiente cultural en el que creció, en Viena. En 1936, ante el avance del nazismo en Austria, se trasladó al Reino Unido, donde entró en el prestigioso Warburg Institute, del que sería director unos años más tarde. Durante la II Guerra Mundial, trabajó en la BBC y, como informa Reuters, fue uno de los primeros en el Reino Unido en enterarse de la muerte de Hitler. Lo hizo al reconocer los sonidos fúnebres que emitían las radios alemanas, que correspondían a una sinfonía que Bruckner había compuesto para conmemorar el fallecimiento de Wagner.

Fue su célebre Historia del Arte, de 1950 (que publicó en España Alianza y después Debate), la que lo hizo famoso. Antes, en 1936, una Breve historia del mundo (Península) destinada a lectores infantiles le había permitido familiarizarse con la tarea de hacer asequibles temas de gran complejidad. Pero escribió de otras muchas cuestiones.

Una mirada múltiple

La verosimilitud de las imágenes, las complejas relaciones entre tradición e innovación, el problema de la ilusión en el arte, la comunicabilidad de las formas artísticas, la idea del progreso o la psicología de la percepción fueron algunos de los asuntos de los que se ocupó, en títulos como Arte e ilusión, El legado de Apeles, La imagen y el ojo o Meditaciones sobre un caballo de juguete, todos disponibles en Debate.

'En cierto sentido, puede decirse que el arte es como un ser vivo, y que tiene por lo tanto su propia ecología: el espacio social en el que se mueve. Cuando cambia ese espacio, el arte también cambia', decía Gombrich en una entrevista publicada en EL PAÍS en 1991.

Gombrich se formó a la sombra de la Escuela de Viena, que contaba con una tradición de grandes historiadores del arte, y sus estudios estuvieron influidos por la intervención de otros saberes, ya fueran la iconología, la literatura artística, la psicología o la propia música.

Así, en el prólogo de su Historia del Arte, Gombrich no sólo se refiere a la titánica tarea de los límites que se ha impuesto -ocuparse sólo de una serie de obras históricamente significativas, más allá de cualquier gusto personal-, sino que subraya otros dos objetivos: tratar de aproximarse a 'las intenciones probables del artista' y la voluntad de 'situar las obras de que se ocupa en el correspondiente marco histórico'.

Los retos de cada artista, sus decisiones concretas, sus batallas formales. Y luego el trasfondo de cada época. Gombrich fue poco amigo de esas explicaciones que reducen el análisis de los cambios en las obras y los gustos artísticos a misteriosas modificaciones de una suerte de 'espíritu colectivo'. Más bien defendió que cada variación obedece a motivaciones racionales. No tanto el aura de una época, como las decisiones de cada artista.

Eso sí, en un tiempo y en un lugar determinados. Cuenta Gombrich en uno de sus libros que después de ver una exposición de Rauschenberg casi terminó por detestar su obra... Hasta que salió a la calle. Fue entonces cuando comprendió que lo que acababa de ver lo ayudaba a entender mejor el entorno urbano. 'Sí, el arte nos enseña a prestar atención a las nuevas combinaciones visuales del mundo. Nos enseña a ver', dijo.

Como otros historiadores del Warburg Institute -Wittkower, Panofsky o Wind-, Gombrich realizó distintas investigaciones sobre el Renacimiento. En otros momentos, se ocupó de Cartier-Bresson o de Saul Steinberg, por citar a un fotógrafo y a un dibujante, y revelar la variedad de sus intereses. En 1972 fue nombrado sir, otro título más que sumar a una larga serie de premios y reconocimientos. En 1992, fue investido doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid.

'Nuestra época no me gusta mucho', afirmó Gombrich a propósito de la saturación de imágenes propias de nuestro tiempo. Su estilo quizá pertenecía a otra época. No fue un entusiasta de ninguna novedad por el hecho de serlo, y criticó la conversión del arte en 'un valor de Bolsa'.

Aun así, siempre trabajó bajo la luz de una premisa fundamental: que lo que importa es lo que 'nos ayuda a gozar de lo que vemos'.

El historiador del arte E. H. Gombrich.
El historiador del arte E. H. Gombrich.ANDRÉ DE WET

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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