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Reportaje:

Lecciones de Génova

Los grupos antiglobalización de España planean nuevas formas de protesta ante el semestre de presidencia española de la UE

Ana Carbajosa

Algo más de mil manifestantes españoles han vuelto de la cumbre del G-8 en Génova. Lo que allí han visto y vivido constituye un antes y un después en el movimiento antiglobalización, que según ellos se encuentra más unido y con más fuerza que nunca, en parte debido a la implantación de Gobiernos de centroderecha en Europa y EE UU. En septiembre se reunirán para elaborar un plan de acción contra el semestre de la presidencia española de la Unión Europea, a la que consideran uno de los principales motores de la globalización y las políticas neoliberales.

Para Jaime Pastor, de 54 años, miembro de Attac (Asociación para la imposición de la Tasa Tobin, impuesto que pretende gravar los movimientos especulativos de capital) y profesor de Ciencia Política de la UNED, no cabe duda de que el movimiento ha madurado y está muy unido, precisamente por la dura experiencia genovesa y como reacción a los intentos de dividirlos entre 'manifestantes buenos y malos' por parte de los políticos y de la prensa, en una estrategia de cubrir con un velo las responsabilidades policiales y de disuadir a la gente de que acuda a las cumbres para manifestarse.

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Los representantes de los distintos colectivos antiglobalización aseguran que los dos sectores del movimiento, el radical y el reformista, cada vez están más cerca. 'Las dos tendencias están confluyendo por la incapacidad de reforma del capitalismo global. Las posturas de los Gobiernos son cada vez más duras y parece que no hay interés en adoptar soluciones de consenso. A eso también contribuye la aparición de personajes como Sharon, Bush o Berlusconi en la escena política', que aplican programas radicalmente opuestos incluso a las demandas de los movimientos sociales más moderados, aclara Ramón Fernández Durán, de 54 años y miembro de la Comisión de Internacional de Ecologistas en Acción, quien pone un ejemplo: la negativa de EE UU a firmar el protocolo de Kioto contra el cambio climático.

Para Oleguer Pujol, de 27 años y miembro del Movimiento de Resistencia Global de Barcelona, 'la sensibilidad de las instituciones es nula y ni siquiera se plantean reformas dentro del propio capitalismo como podría ser la implantación de la Tasa Tobin o una abolición real de la deuda externa'. 'La agenda internacional no ha cambiado en absoluto y eso se ve en una de las pocas decisiones adoptadas en la cumbre de Génova: la nueva ronda del milenio que se va a tratar en Qatar, que significa profundizar en la economía global y en la llamada nueva arquitectura financiera que se abordará en septiembre en la cumbre de Washington', apunta Fernández Durán. Por eso, los sectores reformistas se plantean cada vez menos colaborar con instituciones como el Banco Mundial (BM) o el Fondo Monetario Internacional (FMI).

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En relación a las jornadas de protestas contra el semestre de presidencia española de la UE, Albert Martínez, de 27 años y miembro del colectivo Okupa de Barcelona, afirma: 'En septiembre nos sentaremos a debatir y concretar el tipo de acciones que vamos a llevar a cabo, como manifestaciones, talleres y seminarios, donde analizaremos propuestas al margen de las políticas planteadas por la UE'. La Comisión Europea, su relación con las compañías multinacionales y la creciente liberalización y privatización de bienes y servicios, entre ellos la energía y el transporte, constituirán el núcleo del debate. Piensan continuar con las protestas, pero también en reforzar la capacidad de proponer alternativas. Si algo tienen claro, es que hay que evitar un escenario como el de Génova, donde la violencia desplazó el debate político. La idea es crear una plataforma lo más amplia y compacta posible para hacer frente a las instituciones comunitarias.

España ha sido tradicionalmente uno de los países menos críticos con la Unión Europea. A diferencia de otros países europeos, en España no ha habido partidos políticos contrarios al mercado único, pero, según Fernández Durán, 'esto está cambiando porque ya se empiezan a ver las consecuencias del proyecto de la Unión: reconversión industrial en el norte de España, las consecuencias negativas de la Política Agraria Comunitaria, la precariedad del mercado laboral, el recorte del gasto social y la privatización de las pensiones; todo para cumplir las exigencias del euro'. Según el movimiento antiglobalización, estas condiciones y el hecho de que la crisis económica empiece a afectar a las clases medias y no sólo a 'los excluidos' van a propiciar una mayor aceptación social para la campaña contra la UE.

Tras la experiencia de Génova, el movimiento se pregunta cuál va a ser la actitud del Gobierno español que, a diferencia de vecinos europeos como Francia o Alemania, ha apoyado el comportamiento del Gobierno de Silvio Berlusconi durante el G-8 y en ningún momento se ha mostrado dispuesto a negociar con los grupos antiglobalización.

Tienen claro que hay que superar el esquema de cumbre-contracumbre, pero por el momento piensan acudir a todas las citas. El calendario está apretado: reunión del FMI y el BM en Washington y reunión de ministros de la OTAN en Nápoles a finales de septiembre, cumbre de la OMC en Qatar en Noviembre, fin de la presidencia belga de la UE en diciembre... 'No podemos repetir siempre el mismo esquema de protesta, porque te integran en el paisaje como hicieron con los hippies', afirma Oleguer. Para ello planean nuevas formas de protesta y acercar el debate de la globalización al ámbito local. Albert Martínez cuenta que en Barcelona han montado grupos de trabajo que se acercan a los barrios para explicarle a la gente cómo afecta la globalización a su vida cotidiana y cúales son las alternativas a su alcance. 'Explicamos por ejemplo que si haces la compra en las grandes superficies estás contribuyendo a la desaparición del pequeño comercio y a la explotación de los trabajadores tanto aquí como en el Tercer Mundo. Tratamos de promover el consumo responsable tanto de productos como de ocio'.

Génova les ha dejado un sabor de boca agridulce. Por un lado, los grupos antiglobalización saben que las protestas frente al G-8 han sido un éxito porque han mostrado la crisis de legitimidad de las grandes cumbres, los organismos multilaterales y los Estados que, según el movimiento, están cada vez más alejados de los ciudadanos. 'Ahí está el crecimiento del euroescepticismo reflejado en los resultados del último eurobarómetro y los vanos intentos del BM y del FMI por acercarse a la llamada sociedad civil', apunta Fernández Durán. Pero por otro, y aunque la represión policial 'como única respuesta' acentúa aún más ese descrédito, 'esto no quiere decir que de momento el movimiento tenga fuerza para restar legitimidad a políticas concretas', admite Pastor. No obstante, reconoce que 'el descrédito del G-8 abona el terreno para poder plantear nuevas propuestas'.

Lo de entrar en el sistema de partidos está fuera de sus planes. Para el movimiento, jugar con las reglas de lo establecido siempre implica perder. No pretenden sacar rentabilidad política de las protestas, pero sí poner el debate sobre la mesa y que la clase política recoja sus demandas. Y cómo no, el eterno debate de los medios y los fines; el movimiento antiglobalización pone especial énfasis en el cómo y no en el qué. 'Se trata de un proceso para llegar a un mundo mejor', afirma Oleguer.

Una protesta contra la globalización celebrada en Barcelona en junio de 2000.
Una protesta contra la globalización celebrada en Barcelona en junio de 2000.CARLES RIBAS

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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