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Recuperar la memoria polaca

Una exposición permanente muestra cómo Lublin pasó de ser modelo de convivencia a campo de concentración

Lublin es una vieja y bella ciudad que se encuentra al este de Polonia. Se creó en 1317, fue tres veces capital de Polonia, y atraviesa toda esa historia tan sobresaltada como ha sido la polaca, siempre atrapada, y pagana, de los intereses del Este y de Occidente.

Considerada capital de la religiosidad, Lublin era antes de la II Guerra Mundial ejemplo de la fertilidad que da la convivencia. Judíos, cristianos y ortodoxos vivían con normalidad, crearon universidades, hicieron de ella una ciudad monumental y dejaron un magnífico casco viejo. Antes de la guerra, un tercio de su población era judía (unos 140.000) y vivía en el barrio antiguo. Por eso fue allí donde primero se cebó la furia destructiva del régimen nazi. Y después eligieron esta ciudad para instalar el segundo campo de concentración polaco. El primero era Auschwitz. Finalizada la guerra, el régimen comunista acabaría por aniquilar las huellas de los edificios que habían quedado en pie.

'Cada sistema totalitario empezaba por destruir y construir otro mundo diferente. Por eso, los últimos 10 años de democracia nos permiten ahora construir lo que había antes. Queremos acercarnos a ese mundo que la gente olvidó'. Sobre esta idea de recuperar la memoria para vivir el futuro, expresada por Beata Marusewich, de la Fundación Teatre NN de Lublin, se ha organizado en las tres plantas de su sede, algo destartalada, una original exposición titulada La puerta de Grodzka (tras esa puerta, que en realidad es un arco de piedra, se veía un paisaje urbano que después de la guerra desapareció).

Para montar esta exposición, su organizador, un entusiasta ingeniero, Tomas Pietrasiewicz, se ha servido de los recuerdos de los habitantes de Lublin. Han donado 150 fotografías y 600 originales que muestran cómo eran ellos, cómo fue su ciudad en el pasado y varios edificios que ya no existen.

La tradición oral también está presente en esta muestra que se inauguró el año pasado y que será permanente. Contiene una caja negra de madera que reúne 100 relatos de personas que cuentan cómo era Lublin antes de la tragedia, cómo olía y cómo eran los sabores de aquella época.

En la última planta del edificio se encuentra un artilugio concebido por el ingeniero Pietrasiewicz que da vueltas con fotografías antiguas de familias enteras; quiere ser una especie de molino del tiempo. 'Las fotos representan a las generaciones de las cuales han surgido las actuales. Esta máquina quiere hacernos saber que el tiempo pasa y que las secuelas se pueden superar', opina Beata Marusewich.

El itinerario de La puerta de Grodzka culmina en la planta baja, donde una gran maqueta reproduce la ciudad judía en los años treinta. Poco queda de entonces. El barrio judío era muy pobre, no había canales, y el agua se suministraba con pozos. Uno de ellos es una de las escasísimas huellas de aquel pueblo que permanecen hoy en una ciudad que cuenta con casi 400.000 habitantes. Y en todo el enclave judío ahora no hay más que árboles. Sólo en comunidades pequeñas de la región de Lublin siguen existiendo raíces judías.

Cuentan los organizadores de la muestra que en la actualidad la única voz que habla de los judíos en Lublin es la Fundación Teatre NN, 'porque la gente conscientemente quería olvidar esa época'. Aun así, queda la esperanza de que se quiera afrontar ese pasado tras descubrirse en los últimos tiempos cementerios que hablan de fusilamientos masivos de judíos.

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