La librera resistente

La Feria del Libro de Madrid recoge a gran parte de los libreros que operan en esta comunidad. Muchos de ellos son libreros resistentes, que en medio de las dificultades propias de la época siguen apostando por servir libros que, en muchos de los casos, ellos mismos han leído. Son viejos libreros, aunque sean jóvenes, que tienen una vocación cuyos límites no tiene nada que ver con los porcentajes ni con las cantidades que han ido siendo señas de identidad de los nuevos negocios.

Esta feria de libreros se abre hoy en el Retiro a una librería tradicional, simbólica de un tiempo y de un país, metáfora de la resistencia que aún hay que oponer al ejercicio todavía no resuelto del fascismo. Ésa es la librería Lagun, de San Sebastián, que desde hace meses está cerrada a cal y canto. ETA la ha amenazado, la kale borroka la tiene en su punto de mira e incluso después de las últimas elecciones vascas sus propietarios -María Teresa Castells, José Ramón Rekalde, este último víctima de un gravísimo atentado de ETA- fueron de nuevo avisados: fascistas, váyanse, la letanía de siempre, esa tinta viscosa que cae sobre la gente como una diana de plomo. No se conoce librería tan resistente, aun a su pesar, y es justamente por ello por lo que el colectivo Lobby, de editoras españolas, le ha concedido su premio especial, que le entregará a María Teresa Castells, en la carpa de la feria, el cliente más ilustre de Lagun, Fernando Savater; el filósofo donostiarra dijo el otro día en El País Semanal que ésa es su librería favorita; desde hace mucho tiempo no puede comprar en ella; su reencuentro con la librera de siempre ha de ser igualmente emocionante para ambos.

Que haya una sola librería amenazada en un país del siglo XXI no anima sólo a ir al Retiro a aplaudir a María Teresa Castells, sino a proclamar la lectura, los libros, las ideas frente al terror de la muerte...

A pesar de las amenazas, físicas y verbales, Lagun ha resistido, y aunque se halla cerrada su espíritu no ha dejado de latir entre los que la consideran una de las mejores librerías tradicionales de este país. Tras el atentado a Rekalde, que dejó al ex consejero de Educación vasco, impulsor de las ikastolas, resistente antifranquista, al borde de la muerte, unos amigos de Lagun impulsaron una iniciativa que fue acogida con entusiasmo por la federación que agrupa a los editores españoles y que congregó en torno a Lagun a editores, libreros y escritores de toda España para favorecer su reapertura en otra zona de San Sebastián; ahora está en la parte vieja, se la distingue por las dianas sucesivas que la policía no quita: para qué, dicen, las pintarán otra vez...

Esta iniciativa de los editores fue la de recaudar fondos que permitieran la reapertura de Lagun en la misma ciudad donde siempre ha estado, ante los clientes que siempre la animaron y con el propósito irrenunciable de difundir en las estanterías lo que la gente piensa o crea en libertad.

Pudo haber sido en cualquier momento, pero es interesante recordar que esa iniciativa la tomaron los editores la misma noche en que la Fundación Germán Sánchez-Ruipérez dio su primer premio a la difusión de la lectura a un artículo de Juan José Millás titulado Leer.

La respuesta anímica a esa iniciativa de recaudar fondos -10.000 pesetas por acción- para la reapertura de Lagun fue muy buena, aunque a todas luces insuficiente. Cuatrocientas ochenta y seis personas o instituciones acudieron a la venta de acciones para la nueva librería, pero, como es natural, los propietarios han debido acudir a otras fuentes de financiación para cubrir los tramos que son imprescindibles para cumplir con un propósito: reabrir Lagun en julio o en septiembre.

Para María Teresa Castells y para José Ramón Rekalde, que vivieron juntos aquel atentado que casi cuesta la vida al ex consejero vasco, el homenaje que hoy se les rinde en la Feria del Libro de Madrid es un jalón más en esa sucesión de reconocimientos -y de sufrimientos- que ya forma la historia de la librería. Claro que hubiera sido bueno tener una caseta simbólica que hubiera llevado el nombre de Lagun, e imagino que para todos los libreros presentes en el Retiro hoy de alguna forma todos son Lagun... Que haya una librería, una sola librería, amenazada en un país del siglo XXI, después de haber soportado la peor historia de los fascismos contemporáneos, no anima sólo a ir al Retiro a aplaudir a María Teresa Castells, sino que anima a proclamar la lectura, los libros, las ideas frente al terror de la muerte...