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51º FESTIVAL DE BERLÍN

Estrella mayor, cine menor

Dirige Finding Forrester Gus van Sant, que hizo una buena primera película, Drug store cowboy; una segunda que se limita a seguir siendo prometedora, Mi Idaho privado, y ahí, en la promesa, se humedeció la dinamita de este cineasta que surgió con ínfulas de explosivo, pues el resto de la obra del insobornable oscila entre el soborno del cine convencional y el soborno del cine subnormal, como su espantosa versión de Psicosis, que bordea lo estrictamente idiota. Ahora, Van Sant recupera la cordura o, más exactamente, la astucia y el olfato profesional, y vuelve al cine convencional sólido, eficaz, a veces brillante, bien calculado y fabricado, pero que es cine sabido, que no aporta nada, salvo el ciertamente gozoso espectáculo del lucimiento de Sean Connery, que obviamente borda un personaje que irradia encanto y está confeccionado a su medida exacta, como toda la película, que para mayor evidencia produce el propio Connery.

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Finding Forrester se ve bien, emociona a ratos, es cine fácil y predigerido, un agradable caramelo sentimental adornado con algunos toques de solemnidad intelectual de salón, que dará dinero a espuertas al productor Connery, pero que en el concurso de un festival sobra, porque la figura y la leyenda del actor Connery tienen peso suficiente para forzar hacia su película un premio que sería, además de innecesario para ella, injusto.

Horas antes concursó una producción alemana titulada My sweet home, dirigida por el griego Filippos Tsitos. Es una comedia dura, crispada, algo áspera, de escuela berlinesa, que reúne en una extraña y acalorada despedida de soltero a una docena de personajes berlineses de mala acera, casi todos inmigrantes que nos dan un vapuleo de compulsivas idas y venidas emocionales. Posiblemente, en la locuacidad del filme hay abundantes guiños caseros, que se escapan de los gruesos filtros de la traducción simultánea, lo que explica que durante la proyección media sala, la que sabe alemán, riese a carcajadas, mientras la otra mitad, la que no tiene ni idea de alemán, ponía cara de funeral.

Finalmente, la película coreana Joint security area relata un complicado y verídico asunto fronterizo ocurrido entre las dos Coreas, que conduce a la investigación, dentro del territorio controlado por la ONU, del asesinato de unos soldados de Corea del Sur en sospechosas circunstancias de haber sido víctimas de otros de Corea del Norte. El asunto amenaza con crear grave conflicto diplomático prebélico. El guión, desplegado en forma de rompecabezas, tiene una construcción solidísima y está impecablemente elevado a la pantalla por el director, Park Chan-Wook. La película es también un excelente trabajo interpretativo y, en conjunto, se trata de una obra muy estimable, aunque peca por su duración excesiva y por una prolijidad innecesaria en la descripción de los hechos.

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