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Entrevista:MANUEL LONGARES | ESCRITOR

'La burguesía se transforma, se adapta, pero no decae jamás'

El barrio madrileño de Salamanca era una isla de riqueza, ajena a la realidad que la circundaba cuando, en 1975, Franco empezó a agonizar. En la novela Romanticismo (Alfaguara), Manuel Longares (Madrid, 1943) hace un retrato detallista y maravillado, irónico y preciso de unos personajes que se creían dioses, enfrentados a un cambio inesperado.

Pregunta. Romanticismo puede parecer un título demasiado amplio y vago, pero quizá es la idea que impregna toda la obra.

Respuesta. Romanticismo es el espíritu de una época, que va desde 1973 a 1977. Un momento de rupturas y cambios. Los personajes de esta novela, a impulsos de esos acontecimientos políticos, creen que todo les está permitido, que pueden llegar a ser dioses. Todo lo que sucede en la esfera exterior (la muerte del dictador, la transición) se refleja en el régimen privado en un desorden de las relaciones amos-criados.

P. ¿Por qué se creen dioses si todo su mundo empieza a desmoronarse?

R. Los personajes de esta novela descubren un mundo que para ellos antes no existía. El barrio de Salamanca es el corazón madrileño de los dioses, que es la riqueza. Alrededor del barrio están los pobres. En la etapa del franquismo esto se solucionaba con una limosna. Ahora ya no. Ahora los personajes ricos salen del barrio a relacionarse con estos pobres, o con estos socialistas, para entablar la nueva relación que supone el cambio de todas las cosas. Es un mundo nuevo que les permite ser libres en las relaciones privadas, sentimentales y sexuales, fuera del corsé de las viejas costumbres. Sienten, de pronto, que pueden ser sublimes.

P. Y para reflejar este mundo emplea la sátira o la parodia.

R. Más que un tono satírico, yo creo que es una novela lírica, conforme con el título. Luego hay guasa, pero se combina bien con el lirismo de las pretensiones desatinadas. El heroísmo inútil y un poco de clase media.

P. ¿Por qué ha recurrido al molde de la novela del XIX para reflejar esta realidad?

R. Si quieres analizar las relaciones de la burguesía, ya tienes el molde hecho. El molde son las novelas clásicas de fines del XIX y principios del XX: Fortunata y Jacinta, La Regenta, Madame Bovary, Los sonámbulos, de Hermann Broch, Los Buddenbrook, de Thomas Mann. No tenías porqué inventarte otra fórmula, ya está ahí.

P. La obra tiene más de cien personajes y hace una descripción detallada del barrio de Salamanca, cada uno de sus comercios y sus casas. ¿Cuál es la importancia del barrio en la novela?

R. Si quieres utilizar el modelo clásico de la novela tienes que reconstruir el barrio. El barrio de Salamanca hoy sigue siendo una isla, aunque se pueda acceder en metro. Es una delicia. Ahora gran parte de los establecimientos que menciono han desaparecido, se conservan las calles y el espíritu de la burguesía ociosa. En la etapa de Franco todavía era posible vivir como en un embalse, callando muchas cosas. La transición abre el barrio y abre las vidas de los personajes.

P. Se están escribiendo muchas novelas y ensayos sobre la transición. Pero quizá lo que menos se ha tratado es la cotidianidad y los pequeños conflictos personales durante esos años.

R. La novela es el reino de lo interior, de lo privado. Podemos ocuparnos de los grandes acontecimientos políticos y sociales, pero todo eso es la vida cotidiana, lo que sucede en las habitaciones. Es a través de las relaciones privadas como podemos desentrañar el significado de una época.

P. ¿Cree que en ese momento la alta burguesía presiente su decadencia? ¿Cree que ha habido una decadencia de esa clase social, respecto a lo que son ahora?

R. De lo que podemos estar absolutamente seguros es de que la burguesía no decae jamás. Aquí la burguesía se adapta, se transforma, tiene su herida interior, pero el dinero no se toca. Es una regla básica. 'No se les toca el dinero, ni un átomo de grasa', se dice en el libro.

P. Hay un cambio porque ya no viven como antes ni viven en un coto cerrado.

R. El barrio se abre, muchas casas se convierten en oficinas y los dueños se marchan a casas en los alrededores de Madrid. Desaparece la metáfora de que ellos estaban en una ciudad de la riqueza, rodeada como de los indios que van a asaltar el fuerte. Ahora bien, quien tiene dinero sigue teniéndolo y Loewe sigue siendo Loewe.

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