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El empuje de Clinton permite a Hillary despegar en las encuestas

Relegado por Al Gore al papel de segundón, molesto y potencialmente peligroso, Clinton ha volcado su energía electoral en su mujer.

Relegado por Al Gore al papel de segundón, molesto y potencialmente peligroso, Bill Clinton ha volcado su energía electoral en su mujer. El presidente se ha convertido en el principal asesor de Hillary en su carrera hacia el Senado por Nueva York. La estrategia parece dar frutos; el Daily News publicaba ayer la primera ventaja importante a la candidata demócrata, siete puntos, frente al republicano Rick Lazio. "Bienvenido, señor presidente. El 7 de noviembre debemos ir a votar", reza la marquesina del Teatro Apollo, uno de los vestigios que recuerdan que en otra época, Harlem fue algo más que un barrio mugriento de Nueva York. El viernes, el presidente se convirtió en el fan número uno de Hillary, pidiendo el voto, recaudando dinero y desplegando sus dotes para promocionar la causa.

Las medidas de seguridad, que dejaron vacía buena parte de la calle 125, la principal arteria del barrio, deslucieron lo que debía ser un acto popular destinado a un electorado rendido al voto demócrata (el 88% dice que votará a Hillary), pero que no suele acudir a las urnas. "No conozco a nadie que haya trabajado tanto por los niños, la sanidad y la educación y nunca ha pedido nada a cambio", dijo Clinton.

Capital del mundo

Clinton llegó a hablar, en términos muy vagos, del papel de su mujer en la política exterior de la Casa Blanca "en Irlanda del Norte, Bosnia o Kosovo"; todo sea por cimentar lo que el Daily News describió como "estatura y credibilidad internacional, dignas de Nueva York, la capital del mundo".No pasa un día en que el matrimonio no hable ocho o nueve veces por teléfono para intercambiar ideas. "Ésta es la primera vez en 26 años que mi nombre no figura en las papeletas. Pero me importa mucho más esta elección que ninguna otra en la que haya participado", dijo Clinton.

No siempre fue así. El presidente se mostró algo reacio cuando Hillary decidió lanzarse en esta arriesgada aventura. Al igual que Gore, los asesores de la primera dama también temían que la sombra de Clinton contaminara a la candidata.

Pero ahora Hillary ha retomado la estrategia que su marido desplegó en su asalto a la Casa Blanca en 1992. Ha llamado a dos de sus colaboradores de entonces, Harold Ickes y James Carville, incluso ha nombrado su modesto cuartel general, frente al Madison Square Garden, el War room, el apodo de la sede de campaña del joven gobernador de Arkansas. Hillary ha intentado incluso copiar, con un resultado bastante más frío, el magnetismo natural de su marido en sus comparecencias públicas.

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