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Israel congela el proceso de paz con la Autoridad Palestina por tiempo indefinido

Ehud Barak ha resuelto poner el proceso de paz con los palestinos en el congelador. El primer ministro israelí tomó ayer esta decisión, a pesar de la oposición de cuatro de sus ministros, después de calibrar la situación de violencia latente en los territorios autónomos y de recibir con desagrado el comunicado final de la Liga Árabe, que calificó de "inaceptable" por considerar que está redactado con "un lenguaje de amenazas". El presidente palestino, Yasir Arafat, ha contestado con tono displicente al jefe de Gobierno de Israel y lacónicamente le ha espetado: "¡Que se vaya al diablo!".

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Las bravatas del primer ministro israelí, Ehud Barak, cuando anunció el pasado viernes que podría imponer una "pausa" al proceso de paz, se convirtieron ayer en una realidad. El jefe del Ejecutivo israelí adopto la decisión formal en el transcurso de la reunión semanal del Consejo de Ministros, a pesar de la oposición de cuatro de sus ministros: Yossi Beilin, de Justicia; Shlomo Ben Ami, de Exteriores y Seguridad Interior; Simón Peres, de Cooperación Internacional, y Amon Lipkin Shahak, de Turismo. Todos ellos mostraron su contrariedad por la congelación del proceso. "La pausa en el proceso de paz durará mientras continúe la violencia en los territorios autónomos palestinos", aseguraba ayer un portavoz del Gobierno israelí. El portavoz añadió que Israel utilizará esta pausa para "reexaminar su posición", pues, en su opinión, se ha creado "una nueva situación" ante la que "ningún Gobierno podría quedarse con los brazos cruzados". El portavoz rehusó comprometerse a que el proceso se reanude automáticamente al concluir la violencia, aunque dijo que "esto ayudaría" a reiniciar las negociaciones.

Barak tomó la decisión de congelar el proceso de paz después de hacer también una lectura negativa de la reunión de la Liga Arabe y en especial de su comunicado final. Aseguró que el tono amenazador de la resolución es inaceptable; no sólo en la forma si no también en el contenido, pues en el texto se incluye un llamamiento para "continuar con la violencia", y ello supone, según el Gobierno israelí, una afrenta para quien "sigue aspirando a la paz, defendiendo al mismo tiempo sus intertereses vitales" y que "trabaja para alcanzar una reconciliación con el mundo árabe".

Paradójicamente, las valoraciones negativas que el Ejecutivo israelí efectuó sobre el resultado de la cumbre árabe se produjeron minutos después de que un portavoz de ese Gobierno calificara el comunicado final de la cumbre de "victoria de sabiduría en el mundo árabe". El propio Barak se había también deshecho en elogios hacia el presidente egipcio, Hosni Mubarak, por haber ayudado a "mantener una actitud equilibrada" frente a las "posiciones extremistas".

"¡Que se vaya al diablo!", replicó indignado el presidente palestino, Yasir Arafat, cuando tuvo conocimineto de la decisión de Barak sobre el proceso de paz. El líder palestino aseguró que su pueblo "continuaría su camino hacia Jerusalén, capital del Estado independiente de Palestina, lo acepte o no" Barak. Otros responsables palestinos corroboraron la indignación de Arafat al asegurar que la congelación del proceso de paz supone "una bofetada que Barak había infligido al mundo árabe después de que sus dirigentes hubieran afirmado en su comunicado final su compromiso con la paz". Saeb Erekat, jefe del equipo negociador palestino, recalcó también que esta "decisión refleja la indiferencia de Barak ante el proceso de paz y las resoluciones de la nación árabe".

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La actitud beligerante de Barak se produce mientras la Autoridad Nacional Palestina intenta aplacar la ira de los jóvenes y controlar a sus propias fuerzas de seguridad, a las que ha prohibido disparar contra el Ejército israelí. Estas medidas de apaciguamiento se tradujeron ayer en un descenso importante de los enfrentamientos, que fueron registrados en dos únicas localidades, Hebrón y Gaza, donde hubo cuatro muertos, la cifra más baja de víctimas desde que se inició la Intifada hace 24 días.

Con toda seguridad, Barak recibirá una compensación inconfesable a cambio de la congelación del proceso de paz: el apoyo de la derecha nacionalista Likud para continuar como primer ministro al frente de un Gobierno de unidad nacional. El Ejecutivo de Barak se encuentra desde hace tres meses descuartizado por las deserciones y en una situación de minoría ante el Parlamento. El apoyo del Likud le permitirá a Barak contar con una base parlamentaria sólida, pero el precio que pagará es alto: el proceso de paz con los palestinos.

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