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Los arquitectos reclaman que las ruinas industriales se integren en la nueva ciudad

Un seminario internacional analiza en Vitoria la destrucción y los nuevos usos de fábricas

El futuro de las ruinas industriales no es el museo. Estas construcciones, características de toda una época, se han de recuperar para los usos de la ciudad informática y no quedarse como un patrimonio más del pasado, en espectadores pasivos del desarrollo de las nuevas urbes. Así lo estiman los profesionales participantes en el tercer Seminario de Arquitectura Industrial, que se desarrolla en Vitoria hasta el próximo 24 de septiembre. El auge de esta disciplina coincide con la intervención de la Unesco para calificar distintos complejos industriales y urbanos como patrimonio de la humanidad.

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La arquitectura industrial es una disciplina reciente en Europa. La crisis de los años ochenta y la consiguiente acumulación de ruinas en puertos y zonas fabriles de las grandes ciudades del continente llevó a la reflexión a autoridades, urbanistas, historiadores y arquitectos sobre el futuro que se podía dar a esas edificaciones, emblema de toda una época.El principal referente es la solución que se dio a los Docklands de Londres y a otras zonas industriales de la capital británica que tienen en la nueva Tate Gallery su recuperación más reciente. En España, el ejemplo más señero es el de la red de museos establecida alrededor del Museu de la Ciencia y de la Técnica de Terrasa, eje de una red de 14 centros habilitados en antiguas ruinas industriales.

Patrimonio

Pero esta solución no es la única; es más, ni siquiera satisface a los expertos reunidos estos días en Vitoria. El director del seminario, Luis Zufiaur, considera que el patrimonio industrial tiene que volver a utilizarse. "No es suficiente la rehabilitación exterior. Por eso, en nuestros talleres proponemos en todo momento nuevos usos como el de un complejo de viviendas para la cementera Rezola de Cestona en Guipúzcoa, o la de un hotel o un edificio de oficinas para la fábrica de la Sociedad de Molinos Vascos en Bilbao".

De este modo se ha elaborado el programa de las tres ediciones de este seminario único en España, hasta el que acuden estudiantes de Europa y América para trabajar durante tres semanas alrededor de un edificio o complejo industrial del País Vasco. Los 36 alumnos de último curso de arquitectura o en estudios de posgrado preparan en tres talleres, dirigidos por un arquitecto especializado, sendos proyectos que luego son valorados por un jurado internacional y publicados en una monografía.

Los proyectos que surgen del Seminario de Arquitectura Industrial son "el primer eslabón, un acicate para las instituciones, porque la recuperación del patrimonio industrial es una tarea compleja que requiere de la participación de distintos agentes", según señala Luis Zufiaur.Y así lo considera también el arquitecto holandés Win Kloosterboer, responsable del taller que estudia el soterramiento de las vías del tren en Vitoria. "El nuevo uso viene dado al arquitecto. El arquitecto da su punto de vista a las decisiones que antes han tomado la Administración y los urbanistas. Lo importante es que no se pierda la memoria en la transformación de la ciudad", afirma Kloosterboer.

La conservación del patrimonio industrial reciente es diferente que la de otros monumentos históricos. En opinión de Alessandro Gaiani, otro de los profesores del seminario, "a la hora de preservar un edificio, lo más importante es la localización. Evidentemente, es difícil que en el centro de una ciudad se conserven las construcciones fabriles que en las afueras, como ha ocurrido en Bilbao, donde su zona industrial se ha reemplazado por nuevas edificaciones como el Museo Guggenheim o el Palacio Euskalduna".

Y esto también se considera en el seminario, cuyas propuestas son siempre factibles con el citado soterramiento del tren, que estudia el Ayuntamiento de la ciudad, o la recuperación de las eras de sal de la localidad alavesa de Salinas de Añana, una de las propuestas españolas para el título de Patrimonio de la Humanidad.

Si se atiende a las menciones de la Unesco referentes a patrimonio industrial, en España, después de la presencia romana, no volvió a trabajar nadie. Los dos únicos monumentos calificados en este apartado como patrimonio de la humanidad son el Acueducto de Segovia y las minas de oro de las Médulas, en León. Todavía no se ha incluido ninguna de las diez solicitudes presentadas, como las colonias industriales de los ríos Cardener y Llobregat, la ruta minero-industrial de Castilla-La Mancha o canteras en Menorca.

La Unesco viene premiando desde hace unos años complejos industriales de estos dos últimos siglos, entre los que se encuentran la línea de ferrocarril de Semmering (Austria), construida en 1850; los altos hornos de Volklingen (Alemania), la fábrica textil de Verla (Finlandia) o la cuenca industrial de Milán (Italia).En este apartado, España, para la Unesco, continúa ocupando el mismo lugar que tuvo para los románticos alemanes; no ha pasado de la Edad Media. Pero el patrimonio industrial español es más que considerable. Su catalogación está en manos de las distintas autonomías y, por ejemplo, en el País Vasco (uno de los territorios más ricos en este aspecto) el listado alcanza la cifra de 3.000. Entre éstas, ya hay recuperaciones como la Fábrica de Boinas La Encartada de Balmaseda (Vizcaya) o uno de los altos hornos de Sestao (Vizcaya).

La conservación del patrimonio industrial es extensible al resto del país, como la fábrica de cervezas El Águila, de Madrid; el taller de artillería de Trubia (Asturias); los Altos Hornos de Sagunto (Valencia); las minas de Portman, en Cartagena (Murcia), o el conjunto fabril-residencial de la empresa Secemsa, en Córdoba. Ahora sólo queda que alguna de estas edificaciones obtenga el reconocimiento de la Unesco.

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