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Tribuna:SÁHARA OCCIDENTAL
Tribuna
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Una vez tuvimos un sueño.

El Gobierno español debe encarar, según el autor, su responsabilidad histórica en el conflicto de la antigua colonia del Sáhara.De nuevo, el tema del Sáhara Occidental vuelve a la primera página de la actualidad, al celebrarse este 28 de junio la nueva ronda de conversaciones entre el Frente Polisario y Marruecos bajo los auspicios de James Baker. Un primer encuentro a mediados de mayo pasado no permitió encontrar una vía de salida al conflicto que divide a las dos partes. Marruecos desea, por lo visto, desembarazarse del plan de paz, porque ha llegado a la conclusión de que el referéndum puede conducir a la independencia del Sáhara Occidental. Si el referéndum llega a no celebrarse: ¿qué hará el pueblo saharaui y qué debería hacer España ante tal eventualidad?

Pronto, el caso saharaui se podrá estudiar en las facultades de todo el mundo como ejemplo del conflicto internacional en el que más veces se ha conculcado el derecho internacional y las resoluciones de la ONU. Es el caso de un pueblo que lleva 25 años de sufrimiento, confiando en que llegue el día en que pueda elegir libremente su futuro. Se lo prometió Naciones Unidas en 1966, cuando reconoció su derecho a la autodeterminación.

¿Hubiera sido distinta la actitud de la comunidad internacional si el Frente Polisario hubiera practicado el terrorismo, como lo hicieron en su día otros movimientos de liberación? ¿Sería otra su realidad si la metrópoli (España), en su proceso de descolonización, no hubiese renunciado a cumplir con su compromiso?

Los saharauis llevan resistiendo a la ocupación militar marroquí de su país 25 años. El abandono del Sáhara Occidental por España tuvo, debemos recordarlo, unas consecuencias dramáticas para este pueblo. Los que tuvieron que huir a los campamentos de refugiados llevan una vida extremadamente dura: gracias a la solidaridad y a la ayuda internacional han podido subsistir. Los que se quedaron en las zonas ocupadas han sido sometidos a toda clase de abusos por parte de Marruecos; pese a todo, aún mantienen sus señas de identidad y se oponen a la presencia marroquí, como se demostró en las pasadas manifestaciones de septiembre de 1999 y marzo de 2000.

Contrariamente a lo que algunos nos quieren vender, no parece probable ni creíble que Marruecos camine hacia un modelo de monarquía parlamentaria de corte moderno: la democracia es incompatible con la violación del derecho internacional y los derechos humanos en el Sáhara Occidental.

Los españoles seguimos esperando que nuestros gobernantes restablezcan el buen nombre del Estado español, que quedó en entredicho en el Sáhara Occidental. Incluso nos atrevimos a soñar que Adolfo Suárez, que recibió con abrazos al líder palestino Arafat, apoyaría con igual interés la lucha, no menos légitima, del pueblo saharaui. Y que Felipe González cumpliría con la palabra dada, en 1976, a los saharauis. Y hasta un tercer sueño, que Aznar lucharía por recobrar el honor perdido del Estado colonial español, apoyando con decisión la celebración del referéndum tantas veces prometido al pueblo saharaui.

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Pero los sueños, como la paciencia, también se agotan. Antes se decía que la sucesión de Hassan II era un momento muy delicado, y que había que esperar. Ahora se habla de la "fragilidad" del joven rey Mohamed VI, y que hay que esperar otra vez. ¿Hasta cuando?... ¿Llegará el momento de hacer justicia a los saharauis? ¿Cuántos muertos serán necesarios para que nuestros gobernantes y las organizacions internacionales impongan a Marruecos la celebración de un referéndum libre y justo?

El tiempo se acaba. La comunidad internacional debe exigir a Marruecos que cumpla sus compromisos. No es admisible abandonar el plan de paz en la región después de un proceso tan largo y tan costoso. La credibilidad de las Naciones Unidas y la paz en la región están en juego. Nos encontramos ante la última oportunidad de que este conflicto se resuelva pacíficamente, en conformidad con la legalidad internacional. No se puede enmascarar, ni maquillar el tercer aplazamiento del referándum, con falsas soluciones autonómicas, con búsquedas de otros caminos o terceras vías inspiradas por Marruecos, tras haber concluido que el referéndum de autodeterminación conduce a la independencia del Sáhara Occidental.

Y es aquí donde España no debe callar otra vez. Para conservar importantes intereses económicos -¿realmente lo son?-, con el vecino del sur, podemos y debemos tenerlos en toda la región, pero no al precio que quiere Marruecos: neutralidad ante la injusticia que hemos cometido en el Sáhara Occidental. ¿Le importa realmente tanto a la ciudadanía la firma de un acuerdo pesquero con Marruecos -para más burla, sobre aguas saharauis- si nos obliga a dejar de lado nuestro compromiso con el pueblo saharaui? ¿Es tan impensable que nuestro país juegue un papel similar al que Portugal protagonizó en la independencia de Timor? ¿Es tan pequeño el margen de autonomía de nuestra diplomacia?... No podemos olvidar que cuando Marruecos ocupó militarmente el Sáhara Occidental, sus habitantes tenían DNI español.

Se engañan quienes creen que la paciencia del pueblo saharaui es infinita; que el riesgo de la vuelta a la guerra es sólo una amenaza. Cometen un grave error los que pronostican que Argelia abandonará a los saharauis. Se equivocan, y equivocan a los demás, los que apuestan a que el pueblo saharaui seguirá siendo sometido a toda clase de abusos en las zonas ocupadas, y se mantendrá en un sinfuturo en el desierto argelino, después de un cuarto de siglo de resistencia. Se equivocan y se engañan quienes apuestan a que la causa del pueblo saharaui se diluirá en el silencio.

Y nos duele en nuestra dignidad que nuestro país se lave las manos y mire hacia otro lado en el momento en que James Baker llega a Londres para reunir a marroquíes y saharauis, en un nuevo intento de sacar el proceso del referéndum del estancamiento en que se encuentra, causado por Marruecos ¿Debe esperar el Gobierno español a que otros le digan lo que hay que hacer respecto al tema del Sáhara Occidental?... Nuestra responsabilidad histórica y el respeto a la opinión pública son razones de suficiente peso para hablar y dar la cara, para decir qué es lo que pensamos y no lo que otros piensan, llámense Baker, Chirac o Mohamed VI.

José Taboada Valdés es coordinador de la Plataforma por un Referéndum Libre en el Sáhara.

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