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De la inyección de insulina al páncreas artificial Un estudio pretende demostrar que la bomba de infusión mejora la calidad de vida y es rentable

a Dentro de unos años, los diabéticos ya no tendrán que pincharse en el dedo cada vez que tengan que medir su nivel de azúcar en sangre y también podrán olvidarse de agujas y bolígrafos para inyectarse insulina. Existirán pulseras o pendientes capaces de detectar continuamente los niveles de glucosa y activar un páncreas artificial, una bomba insertada quirúrgicamente que administrará la cantidad exacta de insulina en sangre. Mientras estos inventos se ponen a punto, un estudio pretende demostrar que las actuales bombas de infusión continua de insulina mejoran la calidad de vida de los enfermos diabéticos y que incluso son rentables. Los pacientes que la han probado reclaman la bomba, pero Sanidad no financia todavía las 700.000 pesetas que cuesta.

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Los diabéticos que necesitan inyectarse insulina más de tres o cuatro veces al día para regular su nivel de glucosa o azúcar en la sangre deben atenerse a unos horarios muy estrictos, tanto respecto a la hora de inyectarse la insulina como en la de las comidas. Para minimizar estos problemas existe una bomba de infusión continua de insulina que permite programar las dosis necesarias durante el día y que mejora notablemente la calidad de vida de las personas que padecen una diabetes insulinodependiente (diabetes tipo 1). El problema es que cuesta más de 500.000 pesetas.No se trata de un avance técnico o de un nuevo desarrollo tecnológico, ya que la bomba se comercializó en los años ochenta; pero se retiró del mercado por su escasa rentabilidad. Ahora, dos fabricantes de tecnología médica han vuelto a lanzar la bomba al mercado. Uno de ellos, la firma Disetronic, está subvencionando un estudio que finalizará en agosto de 2001 y en el que participan cinco países europeos: Alemania, Holanda, Italia, Inglaterra y España. El Hospital Clínico de Barcelona y el Ramón y Cajal de Madrid son los dos centros españoles que participan en el protocolo, que pretende demostrar a médicos, pacientes y autoridades sanitarias que la bomba mejora la calidad de vida de los diabéticos y que, a la larga, al evitar las complicaciones derivadas de la diabetes, puede reducir los costes sanitarios.

Francisca Perucha tiene 49 años y es diabética insulinodependiente desde los 21. Perucha es una de las pacientes participantes en el programa de prueba de bombas de infusión continua de insulina del Hospital Clínico de Barcelona. La bomba, explica Perucha, "es un ordenador pequeñito con una jeringa dentro que te va suministrando insulina cada hora. Te lo puedes poner en la cintura y ni se nota". Después de llevarla durante ocho meses, esta enferma no se la quería quitar: "Ponerte la bomba significa seguir luchando y continuar con los controles, pero con mayor calidad de vida".

Dado que la bomba de insulina no figura en el catálogo de prestaciones del Servicio Nacional de Salud, Perucha tuvo que pagar de su bolsillo las 695.000 pesetas que cuesta. A pesar de que el Servicio Catalán de la Salud subvenciona los gastos de mantenimiento, unas 30.000 pesetas mensuales, María Ángeles Antamel, secretaria general de la Asociación de Diabéticos de Cataluña, explica que desde su asociación llevan tiempo reclamando más ayudas económicas para hacer asequible a los pacientes la bomba de insulina.

Distintas iniciativas

En el resto de España también se han llevado a cabo iniciativas para comprobar la eficacia de la bomba. El doctor Isaac Levi, consultor del servicio de endocrinología del Hospital Clínico, explica que en el País Vasco el coste económico de las bombas de insulina corre por cuenta del servicio público de sanidad, que las cede a los hospitales, que son los encargados de repartirlas entre los pacientes que consideran que más la necesitan. El Servicio Andaluz de la Salud también ha ideado un proyecto, que comenzará a principios de marzo, que consiste en ceder bombas a algunos hospitales para comprobar su funcionamiento.

Se estima que aproximadamente el 6% de la población es diabética. La endocrinóloga Concha Castells, del Hospital Clínico, explica que en el 90% de los casos la diabetes aparece en personas de más de 50 años, obesas, sedentarias, hipertensas o con antecedentes familiares. Este tipo de diabetes (tipo 2) puede regularse siguiendo una dieta equilibrada, haciendo ejercicio o con medicamentos que normalizan el nivel de glucosa de la sangre. Pero existe otro tipo de diabetes, la llamada insulinodependiente o de tipo 1, que suele presentarse en personas jóvenes. De hecho, la adolescencia es la edad más crítica. De un día para otro y sin causa conocida, explica Castells, el sistema inmunológico no reconoce las células beta del páncreas, que son las que producen insulina, y las destruye.

Los enfermos que precisan insulina deben inyectarse varias dosis al día para suplir la que no produce su organismo. En ambos casos, explica Castells, siguiendo un tratamiento adecuado, la diabetes se puede controlar y el paciente puede llevar una vida totalmente normal. Pero si no se controla adecuadamente la mala circulación de la sangre, obstruida debido al alto nivel de azúcar, puede provocar alteraciones en la vista, problemas renales, gangrena en las extremidades e infarto de miocardio, entre otros procesos.

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