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Toses egipcias

Vicente Molina Foix

Por una cortesía del destino, el último producto musical de Elton John, Aida, llega en disco a España junto con la reposición de La corte de Faraón, en estos momentos el mejor espectáculo teatral de la cartelera madrileña. Aunque tanto el cantante inglés como el compositor valenciano Lleó (o mejor sus respectivos libretistas, Tim Rice y el tándem Perrín/ Palacios) tomen la conocida ópera egipcia de Verdi de fuente de inspiración, quienes vayan al disco buscando una versión rock y moderna de la desvergonzada "opereta bíblica" española estrenada en 1910 no la van a encontrar por ningún sitio. Y eso que en la primera canción del CD, Otra pirámide, interpretada por Sting, la enfermedad del faraón se describe con estos versos (que traduzco a mi mejor entender para ustedes): "Murmura la nación cada vez que él jadea/ y cada vez que tose, Egipto se menea".Elton John, aparte de sus méritos artísticos, es caballero de la Corona británica, y Tim Rice tiene detrás de sí todo el prestigio de sus colaboraciones en los famosos musicales de sir Andrew Lloyd Weber; aun así yo compré este disco con cautela, y en El Corte Inglés. Mi reputación hace aguas por más de un sitio, pero tengo muchos amigos operísticos, y algún compositor serio, y el golpe de ser visto pagando con dinero esta vulgarización rockera de la obra maestra de Verdi podía hacerme no levantar cabeza nunca más. A Offenbach se le permitió en el XIX bromear salvajemente con la gran ópera de asunto heroico (y gente como Walter Benjamin y Siegfried Kracauer le estudiaron y alabaron), al maestro Lleó se le rescata hoy como adelantado del camp en la aguda lectura de Susan Sontag, pero al cantautor que provocó las lágrimas en el funeral de Lady Di se le desdeña; aún no ha pasado a la historia. Así que miré a uno y otro lado para asegurarme del incógnito, metí rápidamente el disco en la bolsa y me largué a casa a escucharlo.

Es difícil saber la relación exacta de la Aida de Elton con la de Verdi, pues lo que el disco contiene es "una selección de canciones de un futuro espectáculo, interpretadas por un muy distinguido panel de artistas"; es decir, ni estos famosos la estrenarán en el teatro, ni los papeles corresponden a las voces grabadas, y ni siquiera se incluye en el estuche el libreto o un argumento, aunque sí las letras en inglés. Tim Rice versifica a veces ripiosamente, oír a un rústico de camisa a cuadros como James Taylor decir cosas como "egipcios en el patio (...) mi padre trabajaba/ nada menos que asesorando al rey" puede desconcertar, y una canción la cantan las Spice Girls, pero el disco es una pieza de música popular de grandísima calidad.

Para disfrutarlo (si uno ha llegado por fin a casa sin ser visto por los puntillosos) hay que olvidarse de los elefantes y del bel canto. Porque al contrario que en otros intentos de ópera-pop (pienso en la desdichada Luna de José María Cano), lo que Elton John ha descrito no es un remedo neoclásico, ni una parodia, ni un pastiche. Son canciones de extraordinaria calidad y buena pegada, algunas ya memorables, que parecen simplemente aprovechar un título, una conocida historia de amores trágicos o una egiptomanía mental para combinar sabiamente en un lenguaje actual -sin guiños revivalistas- el rock, la balada, el blues y hasta la densa negritud del sonido Motown. El propio compositor interpreta cuatro dúos (Escrito en las estrellas, con la joven LeAnn Rimes, está ya en las listas de éxitos, pero a mí me gusta más el que canta con Lulú), Sting nos clava en el asiento, Tina Turner (¡ella es Aida, pero una canción antes también resulta serlo Elton!) electriza ahora que los años han dado un tono hombruno a su voz calurosa, y hay otros solistas y grupos muy buenos que ustedes conocerán y yo no.

Sí, sí, todo eso del pop y los musicales de Broadway está muy bien, me dirá condescendiente, no habiendo podido impedir la compra del disco ni mi pérdida de tiempo en él (quedándome tantos cuartetos de Haydn por oír), mi amigo el puro. Pero, ¿por qué Aida? ¿No podía haberle llamado sir Elton a su obra Porgy & Radamés o Los caballeros las prefieren nubias? Ah, ya. El oportunismo comercial. Acordándome de lo a menudo que en nuestras vidas (y en nuestras obras) todos aprovechamos la marca de Edipo o Judit, de Hamlet o Fausto, la acusación me parece de poca monta.

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