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La venganza de Uday Husein

El asesinato del líder shií de Irak fue la respuesta al atentado contra el primogénito de Sadam, según la oposición

El asesinato del gran ayatolá Mohammad Sadek al Sadr, hace una semana, en la ciudad iraquí de Najaf constituye un nuevo episodio de la guerra a muerte que desde hace dos años enfrenta a la guerrilla clandestina shií Dawaa Islámica -la oposición más estructurada y disciplinada al régimen de Sadam Husein- con Uday, el hijo mayor de éste. La muerte del clérigo fundamentalista, sobrino del fundador de la milicia de la Dawaa, lleva la huella inconfundible del hijo del dictador de Bagdad, se afirma en los círculos de la oposición.El enfrentamiento entre la Dawaa Islámica y Uday Husein estalló con toda virulencia el 12 de diciembre de 1996, cuando el primogénito del presidente Sadam sufrió un atentado en las calles de Bagdad, mientras conducía su propio vehículo en compañía de una de sus novias. Las cuatro balas que le alcanzaron le ocasionaron algo tal vez peor que la muerte: le convirtieron en un inválido, segándole así, de un tajo, su carrera política, dentro de una cultura en la que es inconcebible la presencia de un discapacitado al mando de un país. Su hermano menor, Kosai, se convirtió en el heredero del régimen.

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El atentado contra Uday era el resultado de una operación guerrillera minuciosamente planificada por los militantes de la guerrilla integrista de la Dawaa Islámica, quienes, con la ayuda de la información privilegiada suministrada por un oficial de la guardia de palacio, trataban de cumplir la fatwa (orden religiosa) que un ayatolá local había dictado un mes antes contra el primogénito de Sadam por su supuesta implicación en el intento de asesinato, en noviembre de 1996, de un líder shií en la ciudad de Najaf. El espectacular ataque a Uday constituye el punto de partida de la guerra sin cuartel que desde entonces mantienen las milicias clandestinas de la Dawaa Islámica con las fuerzas paramilitares del hijo del presidente de la República. La confrontación se ha hecho extensiva a los líderes de la comunidad shií en Irak, quienes hasta ahora se habían mantenido a salvo en las ciudades santas de Najaf o Karbala.

El primero en caer fue el ayatolá Murtadha Alí Mohamed Ibrahim Burujerdi, tiroteado el pasado abril en el centro de Najaf. Dos meses más tarde moriría también en la misma ciudad, en misteriosas circunstancias, con un tiro en la cabeza, un segundo ayatolá, Mirza Alí Gharav. El pasado 19 de febrero le tocó el turno al gran ayatolá Mohammad Sadek al Sadr. Fue asesinado, junto con sus hijos, siempre en la ciudad santa de Najaf. Sadek al Sadr era desde 1992 el más alto líder religioso de la comunidad shií, cargo al que había ascendido gracias al apoyo de Sadam Husein, quien trataba de buscar con este nombramiento la reconciliación con la primera comunidad religiosa del país y congraciarse con la familia del líder religioso, entre cuyos miembros se encontraba su tío Mohamed Baqir al Faddel, ahorcado en 1980 junto con su hermana, por rebelarse contra el régimen de Bagdad.

"Las ansias de venganza de Uday y los deseos de reprimir el movimiento shií radical en Irak han sido más poderosos que los estratégicos proyectos de reconciliación impulsados por el presidente de la República", se asegura en círculos de la oposición al régimen de Bagdad.

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