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Albright logra sentar a la misma mesa a serbios y albanokosovares en Rambouillet

La presión de la diplomacia internacional concentrada ayer sobre el castillo de Rambouillet, en los alrededores de París, parece haber despejado en alguna medida la espesa atmósfera que sigue envolviendo las negociaciones emprendidas por serbios y albanokosovares para poner fin a la guerra en Kosovo. Aunque se cuenta con que se reproducirán las situaciones críticas, e incluso amagos de ruptura, en el curso de esta semana decisiva que resta para el fin de la conferencia de paz, lo cierto es que el panorama se mostró ayer más alentador. De entrada, la presencia de la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, forzó a ambas delegaciones a sentarse por primera vez en torno a la misma mesa durante 45 minutos.

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"Creo que hay una base de acuerdo para proseguir las negociaciones", proclamó la secretaria de Estado al término de su encuentro con serbios y albanokosovares. Como se esperaba, los ministros de Exteriores del Grupo de Contacto (Alemania, EEUU, Francia, Reino Unido, Italia y Rusia) cumplieron por la tarde con la formalidad de ampliar una semana más el plazo establecido para la consecución de un acuerdo de paz. A juzgar por las reacciones de unos y otros contendientes, puede decirse, en efecto, que la intervención de una Madeleine Albright arremangada, en el característico estilo diplomático norteamericano de la amenaza directa y la presión total, no cayó en saco roto.

"Habrá bombardeos si no firman ustedes un acuerdo que les permite, por otra parte, mantener a Kosovo dentro de sus fronteras con el aval de la comunidad internacional", vino a decir a la delegación y al presidente de Serbia, Milan Milutinovic, con quien se entrevistó por la mañana en París. "Si no firman ustedes, quedarán abandonados a su suerte y encontrarán muchos más problemas para moverse por Europa, para financiarse y para abastecerse de armamento", indicó a los albanokosovares.

Un acuerdo equilibrado

De sus declaraciones a la puerta del castillo de Rambouillet se desprende que la secretaria de Estado norteamericana cuenta con que los kosovares no van a poner excesivos obstáculos al acuerdo que otorga una amplia autonomía a la región. "Su delegación reconoce que el plan del Grupo de Contacto constituye un acuerdo equilibrado para el pueblo de Kosovo y todo indica", afirmó, "que están dispuestos a firmar antes de que termine la conferencia".

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Mucho más cautelosa se mostró a la hora de enjuiciar la reacción serbia: "La delegación de Belgrado", comentó, "se ha mostrado muy interesada en lo que he dicho".

Albright no fue más explícita, pero las posteriores manifestaciones de Milan Milutinovic apuntan a que la secretaria de Estado norteamericana ofreció garantías de que el Grupo de Contacto respaldará activamente el mantenimiento de las actuales fronteras que incluyen a Kosovo dentro de lo que se conoce como la Federación Yugoslava.

En declaraciones a la televisión serbia RTS, Milutinovic, un incondicional más del auténtico hombre fuerte, el presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, dijo que aunque Madeleine Albright le había ofrecido por la mañana "ciertas garantías", persisten "divergencias importantes" sobre la aplicación del acuerdo. Esas "divergencias importantes" no son otra cosa que el propósito serbio de soslayar la presencia de fuerzas internacionales en Kosovo. "Estimamos que nos corresponde a nosotros la aplicación del acuerdo y que somos nosotros quienes disponemos de la fuerza. Si el acuerdo es bueno, no hay razón para los temores, no es necesario contar con tropas para asegurar el acuerdo", indicó, tras proclamar, una vez más, que el Gobierno de Belgrado "está resueltamente en contra" del despliegue de un Ejército internacional en Kosovo.

Como un signo de la evolución de las negociaciones, la reivindicación albanokosovar del referéndum de autodeterminación, que se debe convocar a los tres años del inicio del proceso autonómico, pasó a un segundo plano ante la cuestión del eventual envío de tropas. Ambas partes parecen dar por buena la propuesta política que prefigura una amplia autonomía kosovar con Parlamento, Gobierno y policía propios, y un nivel competencial que le permite incluso la recaudación de impuestos. Aunque la impresión puede resultar engañosa, ya que las divergencias en la propuesta autonómica persisten y volverán a aflorar inevitablemente en el tramo final de la negociación, todo apunta a que ambas partes han entrado en una segunda fase.

"Los progresos han sido más lentos de lo que esperábamos, pero el trabajo esencial de allanar los obstáculos ya está hecho", afirmó ayer por la tarde el ministro francés de Asuntos Exteriores, Hubert Védrine, tras señalar que los negociadores tienen ahora un plazo que expira "el sábado 20 de febrero al mediodía". Védrine añadió que la comunidad internacional está "dispuesta a consagrar importantes medios civiles y militares que ayudarán al conjunto de la población de Kosovo a reconstruir su porvenir en seguridad".

Su homólogo italiano, Lamberto Dini, confirmó los progresos destacando que la delegación serbia ha dejado ya de insistir en la exigencia de que los albanokosovares suscriban expresamente los 10 puntos del preámbulo, una actitud que ha sido juzgada unánimemente como obstruccionista por los países del Grupo de Contacto y por el propio secretario general de la OTAN, Javier Solana.

El ministro italiano aconsejó a los kosovares que abandonen toda idea de independencia . "Saben que no es negociable", indicó, antes de manifestar que el Gobierno de Belgrado debe aceptar "una presencia civil o, quizá, militar internacional" para asegurar tanto una eficaz aplicación de los acuerdos como para garantizar igualmente la seguridad de los serbios. El más optimista fue ayer el ministro alemán de Exteriores, Joschka Fischer. "Contamos", dijo, "con conclusiones positivas de las negociaciones en los plazos previstos".

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