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UNA PRESIDENCIA EN APUROS

Clinton confiesa en un mensaje televisado que engañó a la nación y a su familia en el "caso Lewinsky"

En los cuatro minutos más humillantes y dramáticos de su vida, el presidente Bill Clinton reconoció ayer que había "engañado" a su pueblo y a su mujer al negar "una relación impropia" con Monica Lewinsky. Pero, inmediatamente, trató de cubrirse las espaldas ante una posible acusación de perjurio diciendo que sus actuaciones en el caso habían sido "legalmente" correctas. Clinton compareció ante el país poco después de haber testificado durante más de cuatro horas por circuito cerrado de televisión desde la Casa Blanca ante el gran jurado que investiga su posible comisión de delitos federales en el caso Lewinsky.

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Fue una actuación típicamente clintoniana. Una admisión de culpabilidad no total, sino parcial. Una expresión de sentimiento sin llegar a una petición de perdón por haber mentido a sus ciudadanos. Una apelación al respeto de su vida privada cuando lo que se investiga son unas relaciones sexuales mantenidas en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Y, sobre todo, un ataque inmisericorde a las actuaciones del fiscal especial, Kenneth Starr, nombrado para este caso por su propio gobierno. Como resumía ayer, el titular del editorial del New York Times, "Clinton habla...un poco". En primer lugar, Clinton se refirió a sus declaraciones bajo juramento el pasado enero en el caso de Paula Jones, la ex empleada del gobierno de Arkansas que acusó al 42º presidente de Estados Unidos de acoso sexual, y que constituían una pieza esencial en el interrogatorio del lunes. Clinton se puso inmediatamente a la defensiva y recurrió a la triquiñuela jurídica de que, "aunque mis respuestas fueron legalmente exactas, no ofrecí información de forma voluntaria".

A continuación vino el reconocimiento de sus relaciones con la ex becaria de la Casa Blanca. "En efecto, mantuve una relación (sin calificarla) que no fue la apropiada. En realidad, fue equivocada". La explicación ofrecida fue que dicha relación constituyó "un error de juicio y un fallo personal por mi parte del que soy único y total responsable". Pero, y aquí entró en acción el abogado y profesor de derecho William Jefferson Clinton, "lo que dije hoy al gran jurado y les digo ahora es que en ningún momento pedí a nadie que mintiera, ni que ocultara o destruyera ninguna prueba ni que emprendiera una acción ilegal".

El presidente trataba de contrarrestar con sus palabras los posibles indicios de instigación al perjurio y obstrucción a la justicia, que se pudieran derivar de sus intentos de conseguir un empleo a Monica Lewinsky fuera de Washington tras el estallido del escándalo en enero, así como la discusión con la ex becaria de "situaciones hipotéticas" para ocultar su relación.

Clinton no tuvo más remedio que reconocer su engaño al pueblo y a su familia, después de que durante días todas las cadenas de televisión repitieran hasta la saciedad su imagen de enero desmintiendo solemnemente al país toda relación con "esa mujer, la señorita Lewinsky". "Sé que mis comentarios y mi silencio sobre este asunto han dado una falsa impresión. Engañé a la gente, incluida mi propia mujer y lo siento profundamente", subrayó. Seguidamente vino la defensa de su vida privada, porque "incluso los presidentes tienen vida privada", para refugiarse después en el amor de su familia. "Este asunto sólo me concierne a mí, a las dos personas que más amo, mi mujer y nuestra hija, y a nuestro Dios", manifestó. Es interesante recordar la inclinación típicamente sureña de Clinton de refugiarse en la religión siempre que sus problemas personales le desbordan.

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El pasado domingo, en vísperas de su testimonio, una de las pocas personas que tuvo acceso a la familia presidencial fue el predicador y político negro, reverendo Jesse Jackson, llamado a la Casa Blanca para facilitar consuelo espiritual al presidente. Jackson manifestó a la salida que el presidente no podía ocultar "una sensación de vergüenza" mientras que su mujer, Hillary, se sentía "humillada". De las declaraciones de Jackson, se desprende que fue el domingo, y no antes, la fecha elegida por Clinton para sincerarse con su familia. La "humillación" de Hillary Rodham Clinton descrita por Jackson es comprensible si se recuerda el rosario de negativas realizadas por la primera dama en defensa de su marido desde enero. "Creo a mi marido cuando dice que nunca tuvo relaciones sexuales (con Monica Lewsinsky)" dijo Hillary, cuya defensa queda ahora en evidencia ante el testimonio de su marido. Anoche, emitió un comunicado en el que dice que perdona a su marido y cree en su matrimonio.

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